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Selección

Del 'caso Munir' al 'caso Ansu Fati'

Nació en El Escorial, en las faldas de la octava maravilla del mundo, ese espectacular monasterio en un entorno paisajístico privilegiado. Así que, aunque su nombre no lo pregone a los cuatro vientos, Munir El Haddadi es madrileño de pura cepa. Hijo del fútbol de barrio, pasó por el Galapagar, el Santa Ana, las categorías inferiores del Atlético y el Rayo Majadahonda antes de aceptar la oferta del Barça.

Fue en La Masía donde se convirtió en una de las grandes promesas del fútbol español. Luis Enrique no dudó en apostar por él en cuanto tuvo oportunidad, y la encontró con la sanción de Luis Suárez tras aquel fatídico mordisco a Chiellini en el Mundial de 2014. Sin un ‘9’ del que tirar, el ahora seleccionador español confió en el ariete de origen africano y éste respondió con gol en su debut ante el Elche. Entonces tenía 19 años y ya había pasado por la sub-19 y la sub-21 de la Roja. Otra lesión, esta vez de Diego Costa, le abrió las puertas de la absoluta tan solo unos días después de haberse estrenado en el Barça. Vicente de Bosque prefirió al chaval antes que a veteranos como Fernando Torres, Negredo, Llorente o Aduriz, y la principal razón tuvo que ver con la posibilidad de que en el futuro acabara siendo convocado con Marruecos, el país de sus padres.

Munir El Haddadi con el primer equipo del Barcelona (ImagoImages)

Munir jugó unos minutos ante Macedonia en partido oficial, nada menos que el primer encuentro de la fase de clasificación para la Eurocopa 2016. Al saltar al campo borró del mapa sus opciones de jugar con los Leones del Atlas, pero nadie reparó en la posibilidad de que el joven futbolista nunca cumpliera las gigantescas expectativas creadas en su figura. Tres años después, y con el sueño de disputar un Mundial improbable con la Roja (no volvió a ser convocado, salió del Barça y se convirtió en un nómada) decidió solicitar a la FIFA el permiso para ser convocado por la selección del país de su familia. Fue denegada varias veces, entre ellas la que evitaba su participación en el Mundial de Rusia. Finalmente, siete años después de debutar con España y cuatro desde que inició el procedimiento, logró el ‘sí’ del máximo organismo del fútbol mundial a finales de enero.

Así que Munir se convirtió el pasado viernes ante Mauritania en rara avis, probablemente el único jugador en tiempos modernos en vestir la camiseta de dos selecciones absolutas distintas en partido oficial. Choca ver el beso al escudo tras marcar su primer gol con Marruecos este martes, cuando siete años antes aseguraba que “era un sueño” vestir la camiseta de la Roja (nada reprochable, en cualquier caso). Lo que está claro es que marca un precedente importantísimo y necesario en un fútbol cada vez más globalizado. «El mundo está cambiando, la inmigración está cambiando. Hay problemas de nacionalidad que están apareciendo en todo el mundo: en África, en Asia y en la Concacaf. Es un buen momento para revisar esto y ver si hay soluciones sin dañar la integridad del juego», decía Victor Montagliani, vicepresidente de la FIFA, en la BBC hace unos años.

Había que cambiar una normativa vigente desde 2004 que limitaba enormemente la elegibilidad internacional, impuesta por la creciente tendencia hacia la naturalización de jugadores extranjeros en muchos países. Más escandalosa era la libertad con la que se cambiaba de selección entre los años treinta y sesenta. Por poner algún ejemplo, Di Stéfano llegó a representar a tres países distintos (Argentina, Colombia y España) e Italia pudo nutrirse de hasta cuatro argentinos y un brasileño para proclamarse campeón en el Mundial de 1934 (con Monti y Demaría infringiendo gravemente el reglamento, pues todavía no habían residido durante tres años en Italia).

Desde el año pasado, y gracias al cambio en el reglamento de la FIFA, un futbolista puede cambiar de federación en el caso de llevar tres años sin jugar con la selección anterior y cuyo debut con la absoluta no se hubiera producido después de cumplir los 21 años de edad. Eso le abrió las puertas a Munir, en plena madurez futbolística y todavía con una amplia carrera por delante. No tendrá esa oportunidad Bojan Krkić, caso muy parecido al del marroquí pues jugó un solo partido con España (25 minutos en un partido de clasificación al Mundial ante Armenia, también a las órdenes de Del Bosque) y le fue denegada su inclusión en la selección de Serbia (país de su padre) en 2016. Ahora ya es convocable, pero a sus 30 años y sin equipo, su presencia se antoja complicada.

La RFEF siempre ha estado alerta a la hora de reclutar futbolistas con la nacionalidad española y de origen extranjero. Dejando a un lado los tiempos de libertinaje de la FIFA (en la Selección pudieron jugar estrellas mundiales como Di Stéfano, Puskas, Kubala o Héctor Rial), en este siglo XXI han tenido un papel más o menos activo jugadores como Vicente Engonga, Catanha, Mariano Pernía o Marcos Senna (clave en la conquista de la Euro 2008). Más recientes son los casos de Diego Costa (que llegó a disputar dos amistosos con Brasil), Rodrigo Moreno, Thiago Alcántara (su hermano Rafinha se decantó por la canarinha) o Ansu Fati, que debutó el pasado año con apenas 17 años de la mano de Luis Enrique.

Ansu Fati con la Selección Española Absoluta (ImagoImages)

El joven futbolista del Barça pudo haber sido convocado con Portugal (los nacidos en Guinea-Bissau pueden adquirir la nacionalidad lusa por su condición de ex-colonia) y según contó el padre, era su sueño. “Él se siente portugués y yo también”. Con la mediación del Consejo Superior de Deportes, Fati logró la nacionalidad española en tiempo récord, fue convocado con la sub-21 y después con la absoluta, donde se convirtió en el jugador de menos edad en marcar con la Roja. Su presencia en la Eurocopa parecía un hecho hasta su grave lesión de menisco. Nadie sabe cuál será su rendimiento una vez vuelva, si seguirá siendo el crack que apuntaba a liderar la Selección en el futuro o un nuevo “caso Munir”. Al menos parece que esta vez podrá elegir. 

Imagen de cabecera: ImagoImages

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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