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Motociclismo

Valentino Rossi, tutta una vita

No fue el de ayer un domingo cualquiera. Estaba en los números que no lo sería. El 46º domingo de 2021 (dato de @EldrickISB) se ubicaba en una fecha (14-11-21) cuyos dígitos también sumaban 46.

Yo, que nunca he creído en profecías ni en destinos, me encontré el sábado aparcando el carro de la compra en la taquilla 46 del supermercado porque no había otra libre, para después pagar 46 euros de compra. Ya el domingo, fui recopilando fotos de la despedida de Rossi y cuando terminé, había guardado exactamente 46. Por la noche, el España-Suecia empezó a y 46, y juraría que vi a un señor de más de 40 años saltar al campo vestido de amarillo.

Misticismos aparte, ayer no fue un domingo cualquiera para el mundo del deporte. No solo del motociclismo: Valentino Rossi es un icono que trasciende las dos ruedas y su adiós traspasa las fronteras de los circuitos.

No habrá décimo título. Tampoco victoria 90 ni podio 200 en categoría reina. El sueño del décimo se esfumó hace seis años, el de una nueva victoria se desvaneció el pasado curso y el de un último baño de champán se ha ido evaporando en este 2021 que comenzó con la ilusión de un reto diferente y se fue tornando en una progresiva despedida.

¿Y qué? El único número que queda es el 46.

Los dioses son etéreos. La figura corpórea de Valentino Rossi no es más que el origen de la historia más grande jamás contada en el motociclismo. El germen de una nube de gas amarillo que se ha ido colando por las rendijas de todos los circuitos hasta convertirse en el color de todo un deporte.

¿QUÉ SIGNIFICA VALENTINO ROSSI?

La respuesta me la dio la portada sabatina de Sphera. Valentino Rossi es ‘Tutta una vita’. Toda una vida yendo a su misa cada domingo, hiciera sol o lloviera.

El pasado jueves, mientras el italiano comenzaba su fin de semana de despedida retirando las nueve lonas amarillas que cubrían las nueve motos con las que conquistó sus nueve títulos -y a las que volvió a subirse con la ilusión de un quinceañero-, se me ocurrió hacer una encuesta en Twitter para ver el impacto de su figura en la afición.

El resultado es revelador. Más de la mitad de las 1.414 personas que votaron se engancharon al motociclismo cuando Rossi ya estaba en la categoría reina: es decir, a partir del año 2000. No solo no conocieron el motociclismo sin Rossi, sino que no conocieron el motociclismo sin que Rossi fuese su gran reclamo y sin las gradas de un color que no fuese el amarillo. Y más de tres cuartas partes no conocieron el motociclismo sin Rossi en alguna de sus categorías.

Es normal: hace más de 25 años que Rossi apareció por primera vez en el Mundial de 125cc. Un cuarto de siglo. Toda una vida para mucha gente.

Para mí también. Porque mis recuerdos de motos previos a ese 1996 son escasos y difusos. Sé que veía las carreras desde antes junto a mi padre en el sofá, en esos domingos en los que me levantaba para ver Dragon Ball antes de engancharme a cualquier deporte que pusiesen en La 2 e inventando excusas para no ir a la otra misa.

Siempre que acudo a mi primer recuerdo nítido, al instante en el que el motociclismo me sedujo por completo y para siempre, mi mente se detiene en el 18 de agosto de 1996 y en la fotografía de la línea de meta entre Álex Crivillé y Mick Doohan que otorgaba la victoria al español por dos milésimas. Ese mismo día, sin saberlo, estábamos asistiendo al punto de partida del relevo en las dos ruedas: Valentino Rossi conseguía su primer triunfo en 125cc.

Dos años después, mientras Doohan tenía que retirarse por lesión y ponía el punto final a la época de las salvajes dos tiempos que había compartido con leyendas como Kevin Schwantz, Wayne Rainey, Eddie Lawson o Wayne Gardner; Rossi culminaba con éxito su escalera hacia la élite con los títulos mundiales de 250cc y 125cc bajo el brazo.

UNA NUEVA DIMENSIÓN

Rossi trajo el nuevo siglo al motociclismo en todos los sentidos. Si Barry Sheene fue el gran icono del motociclismo old school más allá de la pista, Valentino Rossi puso el deporte de las dos ruedas en una dimensión inexistente hasta la fecha.

Una mezcla perfecta de talento y carisma en un momento idóneo. El Mundial encaraba una época de transformación con el cambio de 500cc a MotoGP y fue Rossi quien cargó con el peso de una transición nada sencilla, donde la desaparición del medio litro se percibía de una forma un tanto apocalíptica.

Rossi llegó al medio litro, lo dominó, se despidió de la NSR500 y siguió haciendo lo mismo con las cuatro tiempos para después renunciar a la perfecta simbiosis que había encontrado con la Honda RC211V y demostrar que la diferencia la marcaba él, sellando con un beso el sagrado vínculo entre piloto y moto.

Después de unos primeros años donde se encargó de cerrar las puertas del título a pilotos como Max Biaggi y Sete Gibernau, abanderó la llamada era de los cuatro fantásticos. Uno a uno, fue dando la bienvenida a la categoría reina a Dani Pedrosa, Casey Stoner y Jorge Lorenzo, una era que comenzó en 2006 y que termina en 2021. Rossi la abrió y Rossi la cierra.

En medio se fue a Ducati y al volver se topó con Marc Márquez, reconocido desde el octavo de litro como el heredero en la línea de sucesión. Se entendieron a la perfección hasta que se vieron luchando por lo mismo: dos animales competitivos en un juego de suma cero es algo que no podía acabar bien. Tampoco importa ya mucho, en la memoria queda el privilegio de haberles visto coexistir en pista durante casi una década. Nos envidiarán por ello las generaciones venideras.

Generaciones que seguramente conocerán a Rossi por las extensiones de sus siglas VR46 o algunos de sus otros horrocruxes. Dicho de otra forma, por las formas en las que ha alcanzado la inmortalidad en el motociclismo. En Valencia se manifestaron de muchas maneras, empezando por los que son sus otros nueve títulos: sus nueve pupilos honrándole con algunos de sus cascos más emblemáticos.

Todo eso es parte de su décimo título, más importante que los nueve que adornan su palmarés: despedirse rodeado por los continuadores de su legado, con el reconocimiento unánime de todos sus rivales y en total comunión con su afición. El final de MotoGP 2021 no ha acabado con un fundido a negro, sino con el Ricardo Tormo fundiéndose en amarillo.

Lo dijo el Maestro Ángel Nieto y solo podemos subrayarlo: ‘Valentino, la moto te quiere’.

No, el 46º domingo de 2021 no fue un domingo cualquiera.

No fue solo el de la despedida de un tipo que suma 9 títulos, 115 victorias y 235 podios.

Es el punto y final a tutta una vita.

En dos palabras: Che spettacolo!

Imagen de cabecera: Getty Images

Burgos, 1987. Madrileño de adopción. Periodista deportivo 3.0. Motociclismo, por encima de cualquier piloto; y deporte, por encima de cualquier deportista o club. Licenciado en periodismo, aprendí en Eurosport. Ahora soy editor en motorpasionmoto.com y colaboro en Sphera Sports, Motorbike Magazine y Sport Motor motociclismo.

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