Ipurua es sin duda uno de los
estadios de La Liga que más condiciona tradicionalmente el plan habitual del
equipo visitante con su juego directo, sus constantes envíos laterales al
corazón del área, su excelente presión adelantada y su alta capacidad para vivir
en campo rival. Una circunstancia que se está repitiendo incluso en la presente
temporada, en la que el Eibar se ha mostrado bastante menos fiable en casa y
solamente ha cosechado hasta la fecha el 49% de los puntos en disputa en su
feudo, por el 58% que ganó en casa la pasada campaña. Con esa idea muy bien
asimilada saltó el RCD Mallorca de Vicente Moreno al estadio eibartarra en su
último partido.
El entrenador bermellón mudó de
piel y apostó por un cambio de sistema: un 5-3-2 con tres centrales para proteger
por acumulación el área ante la falta de calidad defensiva que está siendo uno
de sus lastres, dos interiores técnicos y agresivos con la pelota (Take Kubo y
Dani Rodríguez) para salir con espacios sobre todo en conducción y dos puntas
muy complementarios entre sí (Cucho Hernández y Ante Budimir) para que uno se
encargase de las caídas a la izquierda, de la tarea de estirar y producir por
ese costado y de cerrar la banda para defenderse sin pelota en un 5-4-1, y el
otro de la responsabilidad de asimilar y bajar el
juego directo para poner de cara a la segunda línea y servir de referencia en
el área. Y no pudo salirle mejor, ya que la idea resultó ganadora desde
el pitido inicial.
Además de reforzar las bandas sin
balón y de mejorar la defensa aérea del punto de penalti (21 despejes entre
los tres centrales y hasta cinco remates bloqueados) de cara a contener el
constante centro lateral que el Eibar es capaz de situar en el corazón del área
desde que cruza la medular, especialmente gracias a la zurda de Cote, el
Mallorca planteó un repliegue intensivo con el que protegió bien el carril
central y los costados de su área y que contaba con una notable capacidad para
salir, preferentemente en largo hacia Budimir, y así evitar que surtiera efecto
la presión alta de los de José Luis Mendilibar, o a través de Lumor por la
izquierda, seguramente el futbolista más decisivo del plan, mientras Alejandro
Pozo por el otro lado se mantenía atado para controlar, junto a las ayudas de
Baba, a Cote y Fabián Orellana en el sector más débil defensivamente del
sistema por la presencia de Kubo por delante.
Esta segunda y más peligrosa
forma de salir desde atrás de manera vertical hacia la mitad del rival que planteó
con sabiduría Vicente Moreno, permitía al Cucho ofrecerse asiduamente en apoyo
al potente carrilero ghanés en el carril intermedio o incluso en el pico
izquierdo del área y a Kubo, a su vez, le daba tiempo para acercarse desde la
zona menos frecuentada del ataque mallorquinista, la banda derecha, al rescate
de las recepciones del colombiano. El japonés pudo tener de ese modo varios
valiosos contactos con la pelota en sus zonas predilectas, en plena mediapunta
y por detrás del doble pivote del Eibar, para generar combinaciones
y jugadas por dentro a través de su enorme calidad técnica. Fue exactamente
así, con esa sucesión de nombres, como llegó la falta previa al primer gol del
equipo.
El futbolista nipón, por su
parte, está aprendiendo a marchas forzadas y de una forma que le será muy útil
para el resto de su carrera deportiva a ponerse a disposición del planteamiento
colectivo en todo momento y por esa misma razón apenas tuvo oportunidad de que
sus compañeros lo encontrasen con cierto espacio por delante de la línea del
balón. Eso sí, en la única ocasión en la que lo hicieron, tras un robo
adelantado de un Dani Rodríguez que fue clave para explotar los pocos metros
con amplitud que encontró por dentro el Mallorca, Kubo se encargó de sentenciar
el choque y de conseguir la primera victoria a domicilio de temporada
para su equipo con un disparo cruzado desde la media luna, donde ya es
realmente un futbolista decisivo en La Liga.
Con el cambio de Budimir por Lago
Júnior a falta todavía de veinte minutos para el final y con el Eibar
totalmente volcado, obligando a los bermellones a un ejercicio de resistencia
prolongado, parecía que Vicente Moreno estaba quitando del césped a la única
posibilidad que tenía en él para sacudirse el dominio y encontrar un punto de
continuidad en campo contrario que recogiese los envíos largos desde la
defensa. Sin embargo, la presencia del marfileño, en un movimiento que demostró
la gran dirección de campo del técnico valenciano para leer el partido,
le dio al Mallorca un arma añadida para poder salir desde atrás con
conducciones largas en lugar de con balones largos, las cuales hicieron mayor
daño al lento retorno defensivo del Eibar y le permitieron, además, alejar
durante un poco más de tiempo el peligro de sus primeros treinta metros.
Sufrir, para equipos que
luchan cada fin de semana y desde el inicio de la temporada por aferrarse a la
categoría como el cuadro bermellón, es sinónimo de estar vivo, de seguir vivo.
Manejarse en marcadores cortos, evitar los errores no forzados en el área
propia, saber salir con profundidad hacia la portería en pocos toques pero
incisivos son herramientas fundamentales cuando se rema a contracorriente.
Sufrir, para el Mallorca de aquí a final de temporada, seguirá siendo sinónimo
de sobrevivir. Y si logra saber sufrir y adaptarse a su rival tan bien como lo
hizo en su visita al Eibar -quién sabe si no habrá encontrado incluso un nuevo
sistema que le permita competir mejor en las jornadas restantes- estará mucho
más cerca de conseguir su ansiado objetivo: vivir otro año más instalado en la
élite del fútbol, aunque sea para volver a sufrir.