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Fútbol sala

Poggiali, de bicampeón de motociclismo a internacional en fútbol sala

Cheste estaba hasta la bandera, como hoy, pero hace 16 años. El de Valencia no era el último circuito del campeonato entonces y, a falta aún de 125 puntos para finalizarlo, los errores pesaban el doble y los aciertos podían ser determinantes. Hasta un pelotón de 10 pilotos llegó con opciones de victoria en la última vuelta en la carrera de 125cc y hasta ese momento, los hachazos propios de la categoría no habían dejado a los aficionados sentarse en sus asientos. En la curva Adrián Campos (que por esos tiempos aún no se llamaba así), esa donde se deciden campeonatos, aquella donde Viñales fue el más listo de la clase para llevarse su primer Mundial, entraron hasta siete pilotos en menos de tres décimas, tres de ellos en paralelo, que buscaban cruzar la línea a cuadros antes que ninguno.

Por el centro sobresalía la esquizofrénica moto de Youichi Ui, flanqueado por Toni Elías, por el interior, y por Simone Sanna, por fuera. Pendientes entre ellos, trazando de forma alocada y sin percatarse de que por detrás venía el más listo de la clase. Un sanmarinense menudo, finito, de muy buenas maneras y manos preciosistas. Manuel Poggiali, que entró cuarto en esa última curva 14, acabó ganando la carrera por rebufo, consiguiendo la última de sus victorias ese año metiendo 38 puntos de ventaja entre él y el japonés que resultaron ser cruciales. En el Ricardo Tormo, Poggiali había dado un golpe de efecto al campeonato, mientras Elías era segundo y un jovencísimo Dani Pedrosa lograba el primer podio de su vida. Ui terminó cuarto y, aunque ganó las cuatro carreras restantes, no pudo levantar la diferencia.

De mente frágil, Poggiali fue un piloto de ida y vuelta en la historia del motociclismo. Se convirtió en 2001, a sus 18 años, en el primer campeón de la historia del Mundial nacido en San Marino. Hito que dobló en 2003, en su primer año con las motos de 250cc tras haber quedado subcampeón en la cilindrada pequeña entre medias. Muy pocos pilotos logran dos títulos solo en la veintena. Había nacido una estrella, pero una estrella fugaz, intermitente.

(Getty)

Pese a ser de San Marino, Italia se enorgullecía de él en la victoria, pero renegaba en la derrota. Fue un ídolo de masas y las marcas supieron labrar su tirón. El decorado de su Aprilia y su número 54 eran fácilmente identificables en las motos que uno veía por la calle. Los moteros jugaban a ser Poggiali. Injustamente comparado con Valentino Rossi, a quien el punto de locura en común y de precocidad le asemejaba sin justicia, Poggiali entró en un círculo vicioso que le perjudicó. Nunca supo lidiar con la presión y su talento fue mucho más allá que su cabeza, pero solo hasta los 20. Su caída en picado fue tal, que Poggiali solo volvió a ganar una carrera más y subió al cajón en otras dos ocasiones. Todas en el año en el que tuvo que defender título, con 21 años.

Pero una serie de factores se alinearon impidiendo que volviésemos a ver al niño prodigio de San Marino, ese que había sido campeón italiano con 14 y 15 años y que era el orgullo de un país con apenas 30.000 habitantes del que hoy es una leyenda. Poggiali, gasolina en vena desde que a los 10 años se fuera con su tío a probar las minimotos, perdió a su padre, mentor y mejor amigo con solo 16 años quedándose huérfano, totalmente solo. Aquel que le acompañaba a cada carrera, le apoyaba y hacía las veces de padre y madre, quien había fallecido cuando él solo era un bebé.

Pudo mantener la cabeza en su sitio hasta ser bicampeón del mundo, sus prodigiosas manos y sus talentosas maneras así lo quisieron. Pero se le apagó la chispa, no pudo estirar mucho más el chicle y se cerró el frasco de las exencias. Por el paddock se rumoreaba que incluso sufría depresión. Perdió peso hasta límites peligrosos, provocando el runrún entre la prensa de que podría tener problemas de anorexia. Las marcas empezaron a darle la espalda en cuanto los rumores negativos aparecieron a la par que no llegaba los buenos resultados. Fruto de su liviandad, cada caída era un suplicio y una lesión casi segura. Hasta que a Manuel Poggiali le llegó a entrar el miedo a competir, caerse y lesionarse de gravedad.

Su cabeza, repleta de oscuridad, venció a la brillantez de sus manos. Y Manuel Poggiali, que había subido y bajado varias veces de categoría, se retiró en 2006, con 23 años, 12 victorias, 35 podios, 11 poles y dos títulos de campeón del mundo bajo el brazo. Volvió de su año sabático en 2008, compitiendo en 10 carreras de 250cc con la Gilera que tantos éxitos le había dado en el octavo de litro. Su mejor resultado fue una sexta posición y en su última carrera en el Mundial, en Alemania, terminó por los suelos. Fue a Brno el siguiente fin de semana, pero el equipo le cortó durante el fin de semana y nunca más volvió a subirse a una moto del Mundial.

 

Durante 2007, su año de meditación, su primera retirada, Poggiali se mantuvo en forma jugando al fútbol en el Pennarossa, equipo del que es confeso seguidor y donde había jugado hasta los 10 años, cuando conoció de primera mano el sabor de la gasolina y se acabó dedicando en cuerpo y alma a las motos. Su pericia con el balón fue tal que disputó algunos partidos con el equipo de fútbol 11, pero cuando le volvieron a llamar del mundo de las dos ruedas, ni se lo pensó. Con su retirada definitiva, la de 2008, el sanmarinense limó un poco su habilidad con el balón y pasó a jugar en la sección de fútbol sala del Penarrossa.

(web UEFA)

Lo hizo hasta 2013, cuando el campeonato italiano de Superbikes le reclamó para subirse a lomos de una Ducati. Corrió durante dos años, con resultados realmente malos y, al finalizar 2014, decidió desvincularse nuevamente del mundo del motor. El parqué no se había olvidado de él y el Tre Fiori, el mejor equipo del fútbol sala del país, le llamó a filas. Y ciertamente Poggiali era un tipo talentoso para el deporte. Tomándose el fútbol como hobby, logró jugar partidos de la máxima categoría, la UEFA Futsal (La Champions League del fútbol sala) e incluso recibió la llamada del seleccionador de San Marino para jugar con la selección, algo que ya había hecho por primera vez en 2011, en la fase de clasificación para la Eurocopa.

Hoy, Poggiali tiene 34 años, una edad a la que bien podría seguir en la élite si hubiera tenido la cabeza más amueblada y una fortaleza psicológica que envidia. Es miembro del COI de San Marino, país donde es uno de los personajes más importantes de toda la historia. Pone a Jorge Lorenzo como el ejemplo de lo que él nunca tuvo y, aunque su vida son las motos, no echa de menos no competir. Admite que el fútbol sala le llena, porque mejora en cada entrenamiento y le ha ayudado a ser una persona más completa y a tener mayor fuerza psicológica.

Con todo, nunca se ha desligado de Ducati desde que firmara con ellos en 2013 y hace apenas unas semanas ha sido el piloto probador de la montura italiana en una exhibición dirigida a los fans en Belgrado. Actualmente, es coach en el Campeonato Italiano de Velocidad y en el FimCEV Repsol, donde los resultados con Bruno Ieracci, uno de los talentos italianos, ya están llegando. Poggiali, que al principio se negó, ahora recoge los frutos del trabajo de apoyo de chicos que crecen y a los que ayuda a no cometer los mismos errores que él. Aunque seguro, todos firmarían tener dos campeonatos de Italia y dos del mundo a los 20 años.

 

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