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Otros tiempos

Imagina a dos aficionados de OL y Saint-Étienne charlando sobre su fútbol. Quizás les podríamos situar cerca del Ródano, con crepes en la mano, discutiendo sobre quién tiene más historia; un término etéreo. Les verts llegaron a jugar una final de Copa de Europa en los 70. Sus rivales no levantaron una liga hasta 2002, pero ahí empezaron a ganar sin cesar. Unos tienen presente y una corta historia. Los otros comentan sus tiempos pretéritos con fervor, sin nombrar lo de hoy. Los años siguen pasando y lo que era moderno hace no mucho ya no lo es tanto. Que nos lo digan a los que vivimos al Lyon de principios de siglo. Esos tiempos siguen alejándose inexorablemente.

“Solo tenéis presente”, le espeta el aficionado del Saint-Étiene mientras trata de que no se le caiga el chocolate de su crepe. Benzema, Malouda, Abidal, Toulalan, Juninho, Coupet, Ben Arfa, Edmílson, Anderson, Govou, Wiltord o Fred levantaron Gerland muchas noches, aquel coqueto estadio que enjauló a muchísimos cuadros del panorama europeo y que dibujó miles de historias para el recuerdo a principios de siglo.

La gran mayoría de futbolistas de aquella etapa de les gones peinan canas o están sentados en sus palcos de lujo. La metralleta de Anderson ya ha quedado guardada en el baúl de los recuerdos, por ejemplo. Aunque si hay uno que tenía un arma en su pierna era Juninho. Si el portero con Assunçao debía asustarse, no me quiero imaginar lo que pensaba cuando Pernambucano colocaba la pelota para disparar una falta. Sus golpeos, dignos de videojuego, han quedado en el imaginario colectivo del aficionado. Si tu equipo viajaba a Gerland y cometía una falta tenías un problema. Si hoy hablamos de ese Lyon en pasado es porque ya tiene algo de ese Saint-Etienne orgulloso de lo que un día fue. Hoy quizás ambos aficionados, al acabar sus crepes, se vayan a casa maldiciendo a este fútbol moderno que permite al PSG gastar y gastar sin cesar. Hasta que otro club lo desbanque y los parisinos formen parte de ese pasado que nunca dejamos de mirar. Puede que incluso seamos melancólicos con ellos porque, al final, solo rememoramos por un motivo: para acordarnos de cómo éramos nosotros. Lo demás no importa tanto.

Martorell (Barcelona), 1996. Periodista freelance. Amante del fútbol y loco por la Premier League. En mis ratos libres intento practicarlo.

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