Lo más probable si oyen el nombre de Cali (Colombia) es que la primera imagen que les venga a la mente sea la dibujada por la serie Narcos. Drogas, cárteles y mala vida resumidos en un estereotipo negativo en el que, en algunos casos, el deporte es la única vía de escape. Precisamente en el barrio Compartir II, donde abundan las pandillas juveniles y la violencia, se crió el que es hoy el guardián de la zaga del Valencia, Jeison Murillo.
“Recordar es vivir, mi Compartir II para el mundo”, compartía el central colombiano en sus redes sociales el pasado verano cuando volvió de visita a sus orígenes. Unos orígenes, en los que según admitió en una entrevista en el diario El Colombiano si no hubiera sido por el fútbol, habría caído en las drogas y su vida sería bien distinta a lo que es ahora. Un sueño en el que además de sus padres Liliana y Jamer, tuvo un papel fundamental su descubridor, Prudencio Viveros. “Papa Pru”, como le apodan cariñosamente, fue el que se encargó personalmente de que llegara a las categorías inferiores del Deportivo Cali, a pesar de que muchos le achacaban sus piernas demasiado delgadas. “Fue el que me metió la idea de ser futbolista profesional y todavía cuando viajo a Colombia, voy a visitarle”, reconoció en el mismo medio.
A pesar de sus 25 años, Jeison Murillo podría pasar por veterano no sólo por su manera de jugar, sino por la cantidad de partidos al máximo nivel que lleva a sus espaldas. Es probable que muchos aficionados españoles aún le recuerden por sus dos excepcionales campañas en la ciudad donde empezó todo, Granada. Allí, con la mayoría de edad recién estrenada, llegó al filial del conjunto andaluz hace ahora siete años.
Murillo con Benzema en un lance del partido en el Bernabéu
No fue un camino de rosas, como tampoco lo ha sido su vida, y tras ser cedido al Cádiz y a Las Palmas, regresó en 2013 al equipo nazarí para asentarse como una de las revelaciones de la Liga. De la mano de Lucas Alcaraz, al que convenció durante la pretemporada, se consolidó como titular en una época en la que el club no atravesaba por su mejor momento. Tampoco pasó desapercibido para los ojos del seleccionador colombiano José Pekerman, quien le hizo debutar con el conjunto cafetero el 11 de octubre de 2014 en un amistoso ante El Salvador.
Un año después, llamó a su puerta el Inter de Milán, y siguiendo los pasos de su ídolo Iván Córdoba se consagró como uno de los mejores centrales de Europa, disputando 69 partidos en las dos temporadas que pasó en la Serie A. Sin embargo, después de una última campaña convulsa para el conjunto nerazzurro, decidió recalar el pasado 19 de agosto en el Valencia por petición expresa de su entrenador Marcelino mediante una cesión con opción de compra obligatoria de 13 millones de euros.
Ha sido llegar, entrenar una semana escasa y salir a torear en una de las plazas más exigentes de la Liga, como titular en el Santiago Bernabéu. Como cuando jugabas en el barrio y elegías al niño nuevo como remedio de todos los males de tu equipo. Casi nada. Fueron 90 minutos entre los dos encuentros de una intensidad impropia de principio de temporada y en los que el zaguero colombiano tuvo que lidiar con una de las delanteras más completas del mundo. Después, vino el Atlético de Madrid, ante el que sólo jugó el último cuarto de hora, aportando energía cuando el cansancio se hacía protagonista en Mestalla. De momento, sólo Asensio ha sido capaz de superar su marca con dos acciones de muchos quilates. Sin embargo, en ambos encuentros Murillo ha cuajado una actuación fantástica demostrando a su nueva afición que el chico de Cali ha venido para quedarse.
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