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La montaña rusa de María de Valdés

De tocar el cielo con los dedos a sentir el fuego del infierno. Del último escalón a lo más alto del podio. Del fracaso al éxito, y del éxito al fracaso. María de Valdés (Fuengirola, 1998) solo tiene 25 años, pero ha pasado por todos los tipos de estados mentales que se pueden vivir en el deporte, un pulso constante entre victorias y derrotas, entre alegrías y penalidades. Pero parece que la batalla, ahora sí, ha terminado.

¿O no? El deporte no entiende de conformismos, y tampoco una María que estuvo a punto de tirar la toalla del todo cuando se quedó a las puertas de los Juegos Olímpicos de Tokio. Era su gran sueño, y se le escapó porque otra española, Paula Ruiz, consiguió la plaza en el preolímpico. «Llegué a odiar la piscina», ha contado en más de una ocasión la malagueña, que necesitó de una psicóloga para superar el mal trago.

De Valdés se recuperó y comenzó a cosechar éxitos. Su 2022 la catapultó a la primera línea cuando logró una plata continental en aguas abiertas 5km, además de ser quinta del mundo en la misma prueba y décima en la en los 10 kilómetros, la categoría incluida en el programa olímpico. Eran números para soñar con estar en París 2024, pero solo un mes después de proclamarse subcampeona de Europa decidió pasar por quirófano para tratarse de la corredera del bíceps. María arrastraba molestias en el hombro desde hacía meses, y quiso cortarlo de raíz, aún sabiendo que la temporada preolímpica podía irse al traste.

No volvió a competir hasta febrero, cinco meses después, demasiado tarde para poder disputar tanto el Mundial de piscina como el de aguas abiertas. Volvió a resurgir en el Campeonato de España, donde acabó subcampeona en 5km solo por detrás de Ángela Martínez, que ganó en un final ajustadísimo. El siguiente objetivo no era otro que el Mundial de Doha, donde se repartían hasta 13 plazas olímpicas en la prueba de 10km. Solo tres meses antes de la cita, María perdió a su padre tras una enfermedad. Dos días después del fallecimiento, estaba concentrada con el equipo nacional en Livigno. «Estaba como en una burbuja, pero cuando se acabó tuve que volver a la realidad y fueron semanas muy duras», contó María en una entrevista en DXT.

Dispuesta a dedicarle la carrera de su vida, María de Valdés firmó en el Golfo Pérsico una actuación brillante, antológica, nunca vista antes por una española en este deporte. Figuró en el top-5 en todo momento, y llegó a ponerse en cabeza, manteniendo un cara a cara atroz con Van Rouwendaal, campeona olímpica en Río y subcampeona en Tokio. A la malagueña se le escapó el oro por una décima de segundo, al momento de sacar el brazo para tocar la placa. Pero las lágrimas que brotaban de sus ojos no eran ni mucho menos de decepción. No solo se ha proclamado subcampeona del mundo, un hito sin precedentes (España solo había ganado un bronce en aguas abiertas, el de María Requena en Sevilla hace 16 años), sino que además ha logrado su gran sueño: participará en unos Juegos Olímpicos, los de París 2024, y en el Sena soñará con otra medalla que dedicar a su padre.

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