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Ligue 1

Lo que Bosman se llevó: champagne et magie (II)

Durante los años 60 el fútbol francés entró en crisis. Sus equipos seguían jugando muy bien, pero la cantera gala era incapaz de producir grandes figuras como Kopa. En 1963, el Reims, el gran equipo francés de los últimos 15 años, no renueva el contrato de su entrenador Albert Batteux. Oficialmente por motivos económicos. No había un duro. El club había gastado y pagado mucho para formar un equipo capaz de dominar Francia y pelear en Europa. Las malas lenguas dicen que Batteux no tenía muy buena relación con los jefes y, viendo que el proyecto del Reims ya no daba más de sí, agarró la puerta o hizo todo lo posible para que se la abriesen. Se va a Grenoble, donde pasará cuatro años difíciles, en lo que parecía ser un retiro anticipado.

A comienzos de la década, el fútbol francés sufre un pequeño terremoto. Con los descensos de Reims, Niza y RC Paris, el Saint-Étienne había ganado su primer título de la mano de Jean Snella. Este fue el hombre que, tras años desaparecido, recibió a Mekhloufi, le pasó el brazo por el hombro y le volvió a entregar las riendas de su centro del campo. Al lado del argelino estaría un joven centrocampista llamado Robert Herbin. Cuando Snella decide firmar por el Servette suizo en 1967 le recomienda a su presidente, el excéntrico Roger Rocher, fichar a Batteux. Snella sabía que tenía un buen grupo de jugadores con los que trabajar, y su amigo Batteux era un gran gestor de talento. La mano de Snella es decisiva para su vuelta al primer plano y el ex entrenador del Reims ve una buena oportunidad de volver a aunar club y selección nacional. Ahora no dirigiría él a les Bleus, pero crearía una generación que se convertiría en su base. Ya estaba allí Herbin, callado y directo, uno de los líderes del equipo. Había jugado ya la Euro 60 y el Mundial 66, y desde su posición en el medio imponía el ritmo dentro y fuera del campo. Y llevaba unos años absorbiendo como una esponja todas las enseñanzas que Mekhloufi tenía a bien darle. Herbin era un centrocampista con un gran control de balón y un potente disparo a puerta, ideal para el 4–2–4 que se imponía en la época. Impasible, elegante y lento (tanto que decían que no se movía), el apodo de la Esfinge le venía como anillo al dedo. Herbin estará presente en el crecimiento y caída del ASSE como club de referencia en Francia y Europa. Su visión de juego y compromiso táctico hizo que cuando lo movieron a la defensa no tuviese apenas problemas para ser el líbero de Bernard Bosquier. Junto a Herbin destacaba ya un joven centrocampista ofensivo, Jean Michel Larqué, jugador referente del fútbol francés durante la siguiente década. Y poco después llegaría de África Salif Keita, un extremo regateador, veloz y goleador. Arriba, Hervé Revelli era ya una referencia. Con Bosquier y Carnus en defensa, el ASSE asaltaría el poder en Francia. Compitiendo con el Nantes de José Arribas, cuyo jeu a la nantaise iba muy en la onda del fútbol champán de Batteux. Arribas y el estilo que impondrá en Nantes no sólo llevarán a los canarios a ser una referencia del fútbol galo durante décadas, sino que complementarán perfectamente el proyecto que hará crecer a la selección años más tarde.

1967–68 señala el inicio de un ciclo glorioso. El ASSE gana el doblete, al que seguirían dos ligas más. En Europa, poco a poco, los verdes van haciendo que su nombre suene con más fuerza. Eliminaciones ante el gran Benfica o el Celtic de Jock Stein preceden a la primera gran victoria europea. En 1969 cae el Bayern Munich de los jóvenes Beckenbauer, Maier y Müller, campeón de la Recopa. No lo sabían, pero comenzaba una rivalidad que duraría unos cuantos años más. En la siguiente ronda vendría la decepción, al ser eliminados ante el sorprendente Legia de Varsovia comandado por Kazimierz Deyna y Robert Gadocha, que iba camino de las semifinales, donde el enfrentamiento entre Deyna y van Hanegem como maestros del mediocampo hizo historia. Para entonces ya estaba Herbin jugando como líbero, al lado de Bosquier. Su estilo de juego se adaptaba perfectamente a ese rol. Listo y con gran visión de juego, Herbin era un líbero creativo, al contrario de lo que se veía, por ejemplo, en Italia. 

A finales de la temporada del 71, ese primer ciclo ganador del ASSE llega a su fin. El affaire Carnus-Bosquier enrarece la convivencia del equipo. Los dos veteranos, que se niegan a renovar y negocian con el Olympique de Marsella, son apartados del equipo por el presidente Rocher. Los verdes pierden la liga, y un grupo de jugadores cambian Saint-Etienne por Marsella, incluídos Carnus, Bosquier y Keita, que el año anterior había marcado 42 goles de camino a un triplete Liga-Copa-Copa Gambardella. Batteux, indignado, deja el equipo. Herbin es el sucesor. El gran hombre desaparece de escena, pero durante esta década tomarán su relevo dos entrenadores que tuvieron una relación estrecha con él. 

Con apenas 32 años, Robert Herbin es uno de los entrenadores más jóvenes del continente. Y va a pasar sus dos primeras temporadas al mando renovando al equipo. Por suerte, aquel triunfo en la Copa Gambardella del 70 va a ser clave. Este torneo es, por resumirlo, la Copa juvenil francesa. Durante este primer bienio, Herbin va a dar la alternativa a prácticamente todas las figuras de ese equipo campeón: Alain Merchadier, Jacques Santini, Patrick Revelli, Christian Synaeghel, Gerard Janvion, Christian López, Christian Sarramagna y, sobre todo, Dominique Rocheteau. Todos serían internacionales.  Janvion era el prototipo de lateral atlético, no exento de técnica, gran marcador y también jugaría en el mediocampo y el centro de la defensa. López, el rey del tackle, un central de campanillas. Santini un muy buen centrocampista de ida y vuelta, Patrick Revelli y Sarramagna, complementos de Hervé Revelli en el ataque. Y Rocheteau se convertirá en l’ange vert, el ángel verde. Un extremo centelleante que hará las delicias de la afición y reventará defensas en Francia y Europa. Junto a ellos sigue Larqué para ser el cerebro ofensivo del conjunto y de Argentina llegará Osvaldo Piazza para apuntalar la zona defensiva. Piazza se convertirá en un líbero de clase mundial. Portentoso físicamente, sus subidas por potencia al ataque son incontenibles. Como mezclar la corpulencia de un Jerzy Gorgon, con la valentía atacante de un Beckenbauer. Un jugador impresionante. Tras dos años de reconstrucción, el ASSE vuelve a lo grande en la temporada 73–74. Doblete. Y con un equipo cohesionado que hace pensar que es posible competir en Europa. Y así lo harán. El trienio siguiente es el de las epopeyas europeas de les Verts. El Saint Etienne se va a ganar durante esos años un lugar en los corazones de los aficionados de todo el continente. 

Robert Herbin empezó en los banquillos muy joven. (Imago)

Ya en la 74–75 deja por el camino al Sporting de Lisboa y protagoniza una eliminatoria histórica ante el poderoso Hajduk Split, dirigido por Tomislav Ivic. Los yugoslavos son en ese momento otro de los equipos de moda. Con una colección de talento descomunal y el ingenio táctico de su entrenador, destruyen al ASSE 4–1 en Split. Jovencísimos y ridículamente talentosos, ese Hajduk era un equipo de culto. La vuelta sería histórica. Un ASSE desatado, amparado por su afición, que había convertido el Geoffroy Guichard en una caldera, remonta la eliminatoria ganando por 5–1 con goles de Larqué, George Bereta (otro de los veteranos), Bathenay y un doblete del gigantón Triantafyllos. Bathenay será un centrocampista defensivo que tendrá una gran carrera y llegará a ser internacional, el escudo en el ofensivo centro del campo que plantea Herbin. En la puerta ya está Curkovic, el guardameta yugoslavo que se convertirá en líder del equipo. En un equipo joven y sin demasiada experiencia europea, Curkovic será una influencia decisiva. Ya estaba en el Partizán que jugó la final de la Copa de Europa del 66.

Tras el subidón contra el Hajduk, casi hay un susto contra los polacos del Ruch Chorzow, que meten el miedo en el cuerpo al campeón francés. Los verdes pierden 3–2 en Polonia, y remontan 2–0 en Francia. Era una época en la que el factor campo todavía era decisivo y el fútbol polaco vivía una excelente etapa. Las semis arrojan el reencuentro con el Bayern, campeón europeo en esos momentos. El partido de ida en Saint-Étienne, jugado en un campo nevado y durísimo que no beneficiaba precisamente el estilo fluido y de pases del equipo de Herbin, es un factor fundamental en el empate a cero que pone en jaque las esperanzas francesas. Los bávaros resuelven la eliminatoria en casa por 2–0, incluído un auténtico golazo de Beckenbauer. La decepción es clara, pero el equipo ha dejado una gran imagen, repite título en Francia y se gana una nueva oportunidad de asaltar la Copa de Europa. Los jóvenes sólo pueden crecer y el conjunto de Herbin es una máquina bien engrasada. ¡Incluso él juega el último partido de liga!

1975–76 es el año de la explosión de Rocheteau. El extremo se convierte en la gran esperanza del fútbol francés y, seguramente, en el mejor jugador joven del continente, aunque en Alemania empieza a despuntar un tal Karl-Heinz Rummenigge. Michel Platini aparece en Nancy y Michel Hidalgo, que iba a tomar las riendas de la selección francesa de manos de Stefan Kovacs comienza a frotarse las manos con la materia prima que va poniéndose a su disposición. Eso sí, tras ver de primera mano la dificultad del trabajo que tuvo el técnico rumano, sabía que no iba a ser fácil.

El ASSE gana la liga de nuevo, pero es Europa lo que les obsesiona. Caen Copenhage y Glasgow Rangers. El bombo les empareja con el Dinamo Kiev en cuartos. Los soviéticos son los campeones de la Recopa y la Supercopa de Europa. Blokhin, Balón de Oro, se exhibió ante el Bayern. La ida, debido al terrible tiempo en Ucrania, es llevada a las orillas del Mar Negro, en Simferopol. Allí el Dinamo gana 2–0 y parece cerrar el camino de los franceses. El 17 de marzo del 76, día de la vuelta, hacía un frío terrible en Saint-Étienne. Niebla, lluvia, campo pesado. Ese mismo día el Bayern destrozaba 5–1 al Benfica, el Madrid eliminaba al Borussia Moenchengladbach gracias al valor doble de los goles en campo contrario y el PSV remontaba su eliminatoria ante el Hajduk Split. Y en Saint Etienne se creía. Y los verdes creyeron más que nadie. Exhibición de Larqué, de Piazza y sobre todo de Rocheteau, que fue una pesadilla durante todo el partido, prórroga incluida. Decisivo también Curkovic con varias paradas de mucho mérito en momentos clave. Les Verts pasaban a semifinales, donde les esperaba una cerradísima eliminatoria contra el PSV, campeón holandés. La resolvió un gol de Larqué en la ida. 1–0 en el global y el ASSE iba a Glasgow para final contra el Bayern. Toda la ilusión del mundo y todo el mundo detrás de los verdes. El Bayern era ya el equipo más odiado del continente y el juego de los franceses los había convertido en el segundo equipo de todos. Y tenían al ángel verde. Pero el ángel se lesionó y no sería de la partida en Glasgow. Una final, un partido, que reflejó lo que todo el mundo odiaba de los alemanes, y lo que todos amaban de los franceses. La final de los postes cuadrados. La final que debía haber coronado al proyecto stephanois. Pero el gol de Roth premió la experiencia y el saber hacer de los campeones europeos. Los balones estrellados en la madera privaron al ASSE de un título merecido. Rocheteau, con el 13 a la espalda, solo pudo disputar ocho minutos en los que sembró el miedo en la defensa bávara. Las lesiones iban a privar al jugador francés de desarrollar todo su potencial, y su duelo con Rummenigge en la final se quedó en nada. Tocaba volver a intentarlo. Los de Herbin volverían al año siguiente. Las eliminaciones del rocoso CSKA de Sofía y de nuevo el PSV presentaban la oportunidad a los verdes de enfrentarse a un Liverpool que emergía como equipo a seguir en Europa. La eliminatoria fue histórica. Bathenay dio la victoria en casa. En Anfield se jugó un partidazo que sellaba y cerraba el ciclo del Saint Etienne y daba comienzo al del Liverpool. Keegan lideró a los Reds en aquella noche en Anfield, pero la imagen dejada por el ASSE fue acorde a su prestigio. No hubo recepción en los Campos Elíseos, como había ocurrido el año anterior tras la fallida final de Glasgow, cuando el presidente Giscard consideró que el resultado no era motivo suficiente para no premiar a un equipo que había hecho disfrutar a todo el país.

Bernard Bosquier y Franz Beckenbauer antes de la final. (Imago)

Pero algo empezaba a fallar en el equipo. El Nantes gana la liga, y lo hace jugando su fútbol a la nantaise, con una buena generación de jugadores que les mantendrán en la élite durante la siguiente década. Su cantera no para de producir. El ASSE, por su parte, gana una gran final de Copa ante el Stade de Reims. Pero se viene época de cambios. Larqué y Herbin tienen enfrentamientos cada vez más a menudo. El gran creador de juego toma la decisión de fichar por el PSG, un club que tiene apenas 8 años de vida, pero que se muestra ambicioso. Se va como ENTRENADOR. Tiene 29 años. Larqué, que ante la falta de un creador de juego en su equipo, se volverá a calzar las botar durante los siguientes años, efectivamente desaparece del primer plano. Ya Hidalgo lleva un par de años en la selección francesa, renovando el equipo, construyendo un proyecto en base a una nueva generación. En 1979 Herbin se trae a Michel Platini y Johnny Rep, las dos estrellas más rutilantes del campeonato francés. Es su intento de reconstruir el proyecto, adaptarlo para seguir ganando. En 1980 queda tercero, pero 1981 ya vuelve a vencer el título. Poco sabía que sería el último. Es un proyecto incompleto, que deja la sensación de poder haber ganado más de lo que hizo. En el 80 y el 81, las andaduras en UEFA se paran en cuartos de final, ante Borussia Mönchengladbach e Ipswich Town. También se pierde la liga por un punto, y la Copa ante el PSG. En verano del 82, tras una magnífica Copa del Mundo en España, Platini sale destino a la Juve y Rocheteau, el viejo ídolo del Guichard, hace lo propio hacia Paris, donde el PSG empieza a construir el proyecto que le dará tres Copas y su primera liga. Termina la era dorada del ASSE. Y lo hace con el escándalo de la caja negra del presidente Rocher. Básicamente, dinero no declarado de ventas y entradas que se mantenía en secreto para pagar sueldos y fichajes. La caja negra era lo que le daba la ventaja competitiva al ASSE con respecto a otros. Ese verano del 82 que marca el fin del sueño del Saint-Etienne curiosamente marca el inicio del sueño de ver a una Francia campeona. Michel Hidalgo no ha parado en los últimos seis años.

Imagen de cabecera: STAFF/AFP via Getty Images

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