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Fórmula 1

GP Brasil 2007: y San Ganchao hizo campeón a Räikkönen

 

“A río revuelto, ganancia de pescador”. No hay refrán que defina mejor el año 2007 de Kimi Räikkönen. Con todos los focos sobre McLaren y su guerra interna entre Fernando Alonso y Lewis Hamilton, el finlandés logró su único título de Fórmula 1 en Brasil. El colofón a una temporada de locos.

Era una tarde de domingo soleada en Sao Paulo. Por tercer año consecutivo, el circuito de Interlagos iba a decidir el campeón del mundo de F1. Tres son los aspirantes, algo que no se veía desde Australia 1986.

En una esquina del ring, el defensor del título: Alonso. El español ha ganado cuatro carreras, pero ha vivido un año insoportable en su nuevo equipo. En la otra esquina, el gran favorito: Hamilton. Al sorprendente novato le vale un quinto puesto para ser el primer rookie campeón y el más joven de la historia. Por último, el tercero en discordia: Räikkönen. Está a siete puntos del líder, necesita un segundo milagro para ser campeón. Un par de semanas antes en China, la aparición divina de un santo llamado San Ganchao hizo que el alirón de Hamilton tuviese que esperar. Los fans de Fernando y de Kimi se aferraban de nuevo a ese santo. En la calificación, Felipe Massa logra la pole position. Corre en casa y está más que motivado. Justo por detrás sale Hamilton. Iceman es tercero y El Nano, cuarto.

Una temporada como aquella, con polémicas internas en Woking y casos de espionaje entre Ferrari y McLaren, merecía un final a la altura. Räikkönen adelanta a Hamilton en la salida. Situación perfecta en el box de Ferrari: sus dos pilotos lideran la carrera tras la primera curva. Por detrás, Hamilton ve cómo su compañero se acerca y le adelanta. El inglés, intentando devolverle la jugada a Alonso, se pasa de frenada y se sale de la pista. Error de novato. San Ganchao quería divertirse. En menos de una vuelta, Lewis había perdido seis posiciones.

España daba saltos de alegría. Era la época en la que las carreras de F1 estaban a la altura de un partido de fútbol. Por increíble que pudiera parecer, a las seis de la tarde de aquel 21 de octubre de 2007, Alonso era tricampeón del mundo. Su coche no iba muy rápido ese fin de semana, pero las circunstancias que se estaban dando sobre el asfalto brasileño le valían al asturiano. Telecinco se va a publicidad. La Ley de Murphy decía que bastaba que la tele estuviera en anuncios para que sucediera algo importante en la pista. Cómo no, la ley se cumplió. San Ganchao se cansó de entretenerse y pasó a la acción.

Mientras en grande se veían anuncios de neumáticos, bancos y coches, la ventilla pequeña mostraba a un McLaren yendo anormalmente más lento. Era Hamilton. El británico había apretado accidentalmente el botón de reiniciar el coche. Una acción con mucha literatura detrás, pero sea como fuere, Hamilton estaba último. Tenía que remontar al menos trece posiciones en 63 vueltas, algo que se iba a antojar imposible.

Con Hamilton K.O., las miradas se centraron en Ferrari. Tenían la sartén por el mango con Massa liderando la prueba y Räikkönen siguiéndole de cerca. Kimi sólo necesitaba pasar a Felipe, pero en Maranello no podían permitirse un toque absurdo entre ellos ni tampoco dar una orden directa de intercambiar posiciones, ya que estaba prohibido.

La carrera entró en una fase de calma tensa. Con Alonso muy lejos de los Ferrari, la tensión estaba en ver a Hamilton remontar. Llegados al último tercio de Gran Premio, el británico estaba séptimo. Entre él y los puestos que le daban la corona estaban los BWM de Nick Heidfeld y Robert Kubica y el Williams de Nico Rosberg. Un trío al que la realización enfocaba cada poco tiempo ya que estaban luchando muy fuertemente entre ellos por los puestos 4º, 5º y 6º. A los seguidores de Alonso y Räikkönen se les hacía un nudo en la garganta. Fue entonces cuando Ferrari pasó a la acción.

Vuelta 50. Massa para en boxes. Es el momento clave. Räikkönen tiene que tirar todo lo que pueda para salir por delante de su compañero de equipo cuando le toque repostar. Tres giros después, es el turno de la parada de Kimi. Tanto el repostaje del brasileño como el del finés transcurrieron sin problemas. Nada que pudiese levantar sospechas. Iceman afrontó la complicada bajada de la salida de la calle de boxes por delante de Felipe. Lo suficiente para mantener el liderato hasta el final. Estaba hecho. Sólo un fallo en su F2007 podía privarle de la corona. Los fantasmas de las múltiples averías que sufrió en McLaren (muchas cuando iba liderando una carrera) podían estar pululando por el ambiente. No será así.

Kimi Räikkönen cruzó la bandera a cuadros en primera posición. Lo había logrado. Era campeón del mundo por primera vez en su carrera. Seis victorias (el que más GPs ganó aquel año), seis vueltas rápidas, doce podios y 110 puntos coronaron al nuevo rey de la F1. Tras una primera mitad de campeonato en el que se llegó a poner en duda su rendimiento, Iceman se redimió no bajándose el podio en las últimas siete carreras. Justo premio tras los amargos subcampeonatos de 2003 y 2005.

McLaren jugó una última carta acusando a BWM y a Williams de usar gasolina congelada. Si la FIA descalificaba a sus pilotos, Hamilton pasaría al cuarto puesto y con ello hubiese sido campeón. Mundial surrealista hasta el final. Pero nada podía salvar a McLaren del ridículo. Tenían un coche campeón y al mejor piloto del mundo. Les fue bien hasta que les pudo la tentación de ver a un piloto inglés siendo campeón con McLaren. Al final quien se llevó el gato al agua fue Räikkönen. Kimi no ríe mucho, pero en el Gran Premio de Brasil de 2007 lo hizo el último, y como dice el refrán, mejor. Diez años después, sigue siendo el último piloto campeón del mundo con Ferrari.

Periodismo UCM. NBA en @SpheraSports y Sporting en La Voz de Asturias (@sporting1905).

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