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Así jugaba la Brasil de 1982

El 25 de marzo, continuando una programación especial para aliviar un poco la cuarentena, Rai Sport transmitió el épico duelo entre Italia-Brasil, con la clasificación en juego para las semifinales del Mundial 1982, que terminaron ganando los azzurri

La posibilidad de volver a ver a aquella Brasil era deliciosa: Zico, Cerezo, Junior, Falcao, Socrates… Todos juntos sobre el campo con la verdeoro. Más allá de la admiración por la selección de Bearzot, que terminó ganando 3-2 rompiendo cualquier pronóstico, es una ocasión perfecta para hablar de la organización táctica de Brasil. Mucho se ha escrito de ese partido, considerado por algunos como el más bonito de la historia del Mundial. Y mucho se ha intentado también encuadrar tácticamente al equipo de Tele Santana. 

Por principios de juego, aquella selección se inspiraba en el juego fluido y estético de la selección que había ganado tres veces la Copa Jules Rimet entre 1958 y 1970. En la práctica, Tele Santana intentó devolver a Brasil aquel futebol bailado que tras el Mundial alemán de 1974 -que exaltó el juego, la presión y condición física de la Holanda de Michels y Cruyff- se había abandonado de cara al Mundial 1978, con el equipo entrenado por Coutinho.

En 1980, para sustituir al ex profesor de educación física, la federación brasileña dio el mando de la selección a Tele Santana, que había entrenado al Palmeiras. Desde el Mundialito 1980, prensa y aficionados se dieron cuenta de que el nuevo entrenador, tras el fallido experimento de ‘europeización’, había decidido devolver a Brasil una visión más cercana a su propia historia futbolística. 

Así nació el equipo que luego sería derrotado por la Italia de Paolo Rossi en Sarrià. Tácticamente, al contrario de lo escrito habitualmente, esa Brasil no se disponía según el clásico sistema brasileiro 4-2-2-2, sino una versión ante-litteram del moderno 4-2-3-1, que podía convertirse en un 4-2-2-2 con balón. 

En defensa, por delante del portero Waldir Peres, la pareja de centrales estaba formada por Oscar y Luizinho. En fase de construcción, su labor era esencialmente iniciar la posesión, buscando líneas de pase hacia el mediocampo. Aquí estaba el corazón de este equipo, formado por la pareja de interiores Falcao y Toninho Cerezo, con Zico y Socrates al lado. 

Zico, el Pelé blanco, votado mejor jugador sudamericano en 1981 y 1982, ejercía de mediapunta por el centro, a la espalda del delantero Serginho. De hecho, Bearzot le puso el marcaje al hombre con un defensa, Gentile, y no con un mediocampista. Socrates partía desde la banda derecha, aunque también ocupaba espacios en el lado contrario. Por la izquierda se movía Eder

Tanto Socrates como Eder jugaban más hacia el interior del campo, permitiendo a Brasil ocupar los pasillos centrales con todo el talento de su línea de medios. La amplitud estaba garantizada por los laterales, Leandro y Junior, con técnica de mediocampistas -este último jugaría luego como mediocampista en el Torino-, siempre proyectados hacia delante. Ambos laterales se podían intercambiar la posición con los mediocampistas, ocupando zonas interiores. 

Como número 9 ejercía Serginho, acusado luego por muchos -junto al portero Peres- por el fracaso en la conquista del Mundial 1982 que en Brasil se daba por ganada. En realidad, como recordaba Rob Smyth en The Guardian, la elección de Serginho en lugar de un delantero de más talento, como eran Careca o Reinaldo, garantizaba a Santana tener disponible un delantero capaz de luchar con igualdad frente a las físicas defensas europeas y abrir espacios para las internadas de los mediocampistas. 

La acumulación de los talentosos mediocampistas, todos preparados para ocupar el centro y las zonas de finalización, permitía a Brasil ser imprevisible en ataque, sobre todo en una era de marcajes individuales. El constante movimiento ofensivo de los suyos permitía a la verdeoro desestabilizar el sistema defensivo rival. 

Toda la fase de posesión se basaba en la idea de garantizar apoyos al portador del balón y favorecer las jugadas a tres y a dos -triangulaciones, búsqueda del tercer hombre, paredes…- en las que los jugadores brasileños, excelentemente dotados técnicamente, destacaban. 

En defensa, Brasil era más organizada de lo que se piensa. Los jugadores buscaban retornar tras la línea del balón con una especie de 4-4-2 / 4-5-1 que dependía de la posición defensiva, más o menos avanzada, de Zico. Las jugadas de presión de la construcción rival venían a través de una presión individual al jugador con balón, con un pressing de tipo holandés. 

Un fútbol casi moderno, pensando en ese tipo de actitud ofensiva, que 40 años más tarde, con algunas diferencias, viene propuesto de nuevo por muchos entrenadores. 

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