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Fórmula 1

La gran traición de la Fórmula 1

En 1982 Ferrari tenía una sólida pareja de pilotos. Gilles Villeneuve era el ídolo de la afición. El piloto más amado que nunca hayan tenido los tifosi. Didier Pironi era la gran promesa francesa y afrontaba su segunda temporada en la escudería. Con un coche muy rápido, que ya había hecho olvidar la mala temporada anterior del equipo, el panorama en Ferrari no podía ser mejor. Nada hacía presagiar que un futuro tan halagüeño se iba a torcer de una forma tan dramática y funesta.

La cuarta prueba del campeonato era el Gran Premio de San Marino en el circuito de Imola. Los Ferrari partían tercero y cuarto, aunque Villeneuve le había metido 1,3 segundos a su compañero en la clasificación. Los coches de Renault coparon la primera línea y parecían inalcanzable, sin embargo una avería en los motores dejaron a sus pilotos (Arnoux y Prost) fuera de carrera. Villeneuve se quedaba con el liderato a una ventaja considerable de su compañero Pironi, que marchaba segundo. Entonces Ferrari dio la orden de “slow”, que no significaba otra cosa que mantener la posición. Los de rojo tenían miedo a quedarse sin combustible, así que cualquier precaución era poca. El canadiense acató la orden y bajó el ritmo, cosa que aprovechó Pironi para echarse encima de él y adelantarlo. Giles, probablemente el piloto con más coraje y raza de la historia, no se quedó quieto y entró en una batalla con su compañero por la victoria. El equipo estaba atónito, pero a dos vueltas del final el piloto francés entró en razón y cedió su posición a Villeneuve, acatando las órdenes de equipo. Nada más lejos de la realidad. En la última vuelta, y en el último punto de adelantamiento, Pironi pasó al confiado canadiense dejándole sin capacidad de reacción y llevándose la victoria. Gilles echaba humo por la boca. El equipo le dio su respaldo y él declaró la guerra al francés, afirmando que no volvería a dirigirle la palabra.

 

 

En el siguiente Gran Premio, disputado en Zolder, Bélgica, Villeneuve estaba completamente descentrado. Pironi le estaba superando en la clasificación, y en un último intento por mejorar su tiempo Gilles se encontró con el alemán Jochen Mass, con quien se tocó rueda con rueda. El Ferrari voló por los aires y Villeneuve salió despedido de su coche hasta estrellarse contra una valla metálica, falleciendo prácticamente en el acto. La misión de ser el primer campeón canadiense quedaría en manos, quince años después, de su hijo Jacques, pero esa es otra historia. La muerte de Villeneuve, que más que un piloto era como un hijo para toda Ferrari, comenzando por Enzo, siempre será recordado como el peor momento de la historia de la Scuderia.

La temporada continuó con Pironi como gran candidato al título, pero como víctima de una terrible maldición sufrió un brutal accidente al chocar contra Alain Prost en el Gran Premio de Alemania, con el mundial prácticamente ganado. Tras 31 operaciones el francés salvó la vida, pero no pudo volver a competir en Fórmula 1. Pese a perderse cinco pruebas por su accidente Pironi fue subcampeón, a solo cinco puntos del primer campeón finlandés de la historia, Keke Rosberg. Así se cerraba la temporada más negra de la historia de Ferrari.

Resginado, Pironi se dedicó a la competición motonáutica, y allí encontraría la muerte en 1987, con 35 años. Unas semanas después su novia dio a luz a gemelos y, como no podía ser de otra forma, fueron llamados Gilles y Didier. Este fue el último tributo a los dos combatientes que llenaron de gloria y drama a Ferrari. Esta es la historia de la mayor traición de la Fórmula 1.

Montijo, 1991. Periodista. Extremeño y culé que pasa la vida en tierra hostil. La Fórmula 1 no es un deporte, ni falta que hace. Messi es un perro.

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