La ilusión del recién ascendido es algo que traen debajo del brazo aquellos que saben de primera mano lo que cuesta luchar en el barro y lograr estar en Primera División. Se te graban a fuego los rasgos del esfuerzo y la constancia. Cuando inicia la competición, es habitual ver a algunos equipos a medio gas y a otros que recién ponen los pies, aparcan las maletas y ya llevan las piernas despiertas y bien desayunadas. Si bien el Rayo Vallecano no empezó saboreando aquello de los tres puntos, tras 11 jornadas de Liga, tiene en su balance de situación el activo de 6 victorias. La última de ellas, y tras 19 años, al FC Barcelona. Es cierto que el Barça atraviesa por un momento complicado y que la noche acabó con un despido anunciado en su banquillo, pero el mérito del Rayo es innegociable.
Todo pasa por la apuesta que dirige Andoni Iraola, el entrenador más joven de Primera. Una idea de juego de principio a fin. Da igual el minuto que sea, el Rayo está dispuesto a todo. Porque todo lo entiende desde la implicación y el espíritu que ha sabido transmitir el técnico vasco para formar un equipo atrevido y dotado de personalidad. Un equilibrador que se adapta para competir, analizando al rival y midiendo los riesgos. El arquitecto de este Rayo, que ya hizo un grandísimo papel con el Mirandés, se encuentra en su máximo reto profesional. Con los focos de luz tenue y sin hacer demasiado ruido, el trabajo de Andoni está en escena. Todo apunta a que muchos vayan a suspirar por hacerse con sus servicios.
Además, cuenta en sus filas con un argumento tan romántico como imbatible. Un tigre que sigue imponiendo su rugido. Un animal competitivo que, a sus 35 años, quiso emprender un viaje de vuelta para seguir peleando en una de las Ligas más prestigiosas. Radamel Falcao ya ha castigado con sus zarpazos, sabiendo lo que es marcar en casa y a domicilio. Persiste en él ese jugador diferencial que tiene un romance eterno con el gol y que se ha aclimatado a la perfección con un denuedo indiscutible.
Vallecas es testigo de haber logrado todas las victorias como local. No hay nada como sentirse en casa. Tiene un rayo grabado en el pecho que late en las gradas, que empuja cuando el depósito de gasolina se pone en reserva. Que te hace dar el máximo por despejar o recuperar un balón cuando estás al límite. Aunque su objetivo de recién ascendido es lograr la permanencia, ha dormido oliendo el perfume de Europa. Nadie olvida lo que ha costado jugar estos partidos. El aroma del barro y las gotas de sudor. Los de Iraola han puesto la directa, a la velocidad de un rayo. Un fenómeno natural, veloz, ardiente y con propia luz.
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