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Nada es imposible

Durante
estos JJOO de Invierno hemos disfrutado de deportistas maravillosos que han
alcanzado la forma en forma de medalla. Aunque ellos son los que acaparan todas
las portadas, también ha habido un hueco para un deportista que lo consiguió a
pesar de quedar último.

Su
nombre es Germán Madrazo y él mismo se define como «Mexicano, nadador,
corredor, triatleta, esquiador nórdico, contador, fotógrafo. Viajero
incansable, casado, amiguero, amante del cafÉ y muy chambeador», en su
perfil de Twitter. Madrazo aprendió a esquiar hace un año, mientras trabajaba y
era padre de trillizos.

Su
objetivo era demostrar al mundo que si alguien se propone algo puede hacerlo, y
vaya si lo ha conseguido. El mexicano decidió aprender e ir a los JJOO inspirado
por el esquiador peruano Carcelén, que llegó a la meta con dos costillas rotas.
Se puso en contacto con éste y le recomendó un entrenador. El entrenador le
dijo que no tenía tiempo, pero que iba a realizar un viaje de 6.000 km, y si le
acompañaba le enseñaría a esquiar por el camino. Madrazo aceptó y el resto es
historia. Llegó último a la meta, pero consiguió la admiración del mundo
entero.

Esta
historia nos recuerda a otra ocurrida 18 años antes. Fue en Sidney 2000 y el
protagonista de entonces se llamaba Eris Moussambani, un deportista de Guinea
Ecuatorial que aprendió a nadar unos meses antes. Lo hizo en la piscina de un
hotel de 22 metros por la falta de infraestructura. Nunca había visto una
piscina de 50 metros hasta que se enfrentó a ella. Lo hizo solo, los otros dos
deportistas invitados quedaron descalificados y la proeza de Moussambani brilló
todavía más. Fue duro y parecía que no lo iba a conseguir por momentos, pero
levantó al público de sus asientos como si se tratará de Michael Phelps. Moussambani
tardó mas del doble que sus competidores, pero eso daba igual, había pasado a
la historia como un héroe.

Por
último tenemos un caso donde nuestro protagonista no solo se superó
personalmente, sino que consiguió ser el mejor. Hablamos de Julius Yego, un
lanzador de jabalina keniata que aprendió por Youtube. Yego proviene de un país
sin tradición en esta disciplina, él empezó desde niño lanzando palos y hasta
2004 no supo lo que era un jabalina de verdad. En 2008 su marca estaba a 20
metros de los mejores del mundo, así que decidió que tenía que aprender de
ellos y Youtube se convirtió en su escuela. Yego fue mejorando hasta que pudo
ir a Finlandia (país con gran tradición en jabalina) a pulirse definitivamente.
Unos años después se convertía en campeón del mundo y subcampeón olímpico. Toda
una hazaña que nos deja claro que, si te lo propones de verdad, nada es
imposible.

1990/ Estudiante de periodismo/ Santiago-Sevilla/ “El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios… pero hay una cosa que no puede cambiar… no puede cambiar de pasión.” (El secreto de sus ojos)

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