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FC Barcelona

Lo que el loro escondió

Me encuentro reuniendo y acoplando las
ideas que van a conformar este artículo con la viral frase de ‘feel old yet?’ en la cabeza: una interrogación
que, en las redes, pretende mostrarnos lo rápido que pasa el tiempo y cómo nos
estamos haciendo mayores, y que acompaña a imágenes varias: viejos anuncios
televisivos de hace unos años, una película ganadora de diversos premios, un
hito futbolístico o fotografías de un personaje mítico de nuestra infancia. Dicha
expresión vino a mí el pasado 7 de abril de 2018, el día después del décimo
aniversario de un episodio que, aunque sucedió en un espacio alejado del
terreno de juego, no deja de ser susceptible de análisis por la relación que
guardaba con él.

“Muchas
críticas vienen de hipócritas que dicen que son del Barça y no lo son, y me
están embaucando a algunos de ustedes. Y eso es lo que no me gusta: que nos
embauquen, que nos engañen. Eso no me gusta nada. No caigan en la trampa, que
si no hacen ver que son del Barça no los vería nadie ni los escucharía nadie. O
sea que… ¡Al loro! ¡Que no estamos tan mal, hombre!”.

Diez años. Qué rápido se dice esto.
Pero… ¿Dónde estábamos? ¿Hacia dónde íbamos? ¿Qué empujó al presidente Joan
Laporta a pronunciar el discurso más vehemente que se le recuerda?

La exaltada irrupción de Laporta se
contextualiza en el congreso anual de peñas azulgranas, celebrado en medio de
la fase decisiva de la temporada. En aquellos momentos, el FC Barcelona optaba a
la Liga (aunque quedaba poco para que el Madrid se proclamara campeón de forma
matemática) y encaraba unas semifinales de Champions que acabaría perdiendo
ante el Manchester United. Sin embargo, la sensación de que el ‘Ronnie team’ estaba agotando su ciclo
ya era evidente, y el siempre peculiar entorno culé ya estaba inmerso en una
intensa campaña para buscar un entrenador que fuera capaz de comandar con
éxitos el FC Barcelona de las próximas temporadas.

La toxicidad del entorno en aquel
momento, representada por los propios medios de comunicación barcelonistas y
culminada con una moción de censura que (por suerte) no tumbó a Joan Laporta,
tenía como principal queja la incapacidad que el presidente tenía para revertir
una situación a la que, de forma incomprensible, se había llegado pese a
disponer de la plantilla que había hecho el mejor juego de todo el
continente  un par de años atrás. Que el
grupo de jugadores se hicieran con el control del vestuario de una forma tan
descarada acabó llevando a una situación de autogestión que, como ya sabemos
ahora, no es nada positiva en un grupo de profesionales del fútbol. La
autocomplacencia inundó un vestuario en el que, por desgracia, algunos se
cansaron de ganar muy pronto. La solución para el entorno estaba muy clara: un
sargento, alta disciplina, alguien que con su experiencia impusiera el máximo
respeto a aquel grupo de rebeldes en los que aún se creía.

El hombre que con implacable mano de
hierro debía devolver el Barça al camino del triunfo era José Mario dos Santos
Mourinho Félix. Era el elegido, la gran apuesta de los medios de comunicación,
parte de la afición e incluso algunos directivos del Barça. The Special One era un seguro de vida
ante una situación tan crítica. ¿Para todos? No. No lo era para Joan Laporta, y
por lo tanto tampoco debía serlo para Johan Cruyff, la persona que siempre
estaba al lado del presidente para decirle que en el Barça siempre se debe
tomar un camino diferente al estándar, que el modelo siempre es fundamental en
la construcción de un equipo, que Mourinho representaba exactamente lo
contrario y que la apuesta perfecta para volver a ganar respondía al nombre de
Josep Guardiola.

Y aquí es cuando quiero reivindicar una
parte del discurso de aquel 6 de abril de 2008. Un fragmento que también
pronunció Laporta en el congreso anual de peñas y que quedó injustamente tapado
y escondido bajo el mediático y hasta cómico “¡Al loro!”. Un trozo de la ya
famosa arenga que quizás no hayáis oído o leído nunca y que nos demuestra que
la elección de Guardiola fue de todo menos casualidad.

“Porque
el Barça sale a ganar el partido desde el control del juego, y esto hace que el
Barça tenga el juego atractivo que tiene. Si hay gente que quiere entrenadores
con otros estilos de juego es muy respetable, sí, pero que sepan que aquí no
van a venir”.

Os lo agradezco, Jan y Johan. Qué
valientes fuisteis. Qué fácil es ahora sacar a relucir algunas frases sobre el
‘estilo’ del Barça y qué difícil es creer en ello hasta el final cuando las
condiciones no son favorables. ¿Cuánta gente hubiera hecho lo mismo? Realmente
muy poca, ya que era la llegada de Mourinho la que hubiera apaciguado las
aguas, hubiera ofrecido tranquilidad para afrontar un decisivo período de
fichajes y hubiera calmado al entorno mucho más de lo que lo calmó la llegada
de Guardiola.

Porque este último no. Este no calmó
nada ni a nadie, ni falta que le hacía. Eso no le iba, y nos lo demostró en la
primera rueda de prensa. Más bien le ponía todo lo contrario: revolucionarlo
todo desde el minuto uno. Y vaya si lo hizo. Revolucionó nuestro club… Y el
fútbol entero.

«Jugar al fútbol es muy simple, pero jugar un fútbol simple es la cosa más difícil que existe». #GràciesJohan

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