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Las lágrimas de Cristiano, impotencia y felicidad

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Aunque no partiese como gran favorita, Portugal se ha hecho con la EURO 2016. Lo bonito del fútbol es que nunca sucede lo esperado, casi nadie vaticinaba que los lusos resultasen campeones de Europa, pero es más, si lo lograban nadie podría imaginar que no necesitarían a su estrella, Cristiano Ronaldo, en la gran final.

Otro de los encantos que tiene el fútbol es que siempre te brinda una revancha, una segunda oportunidad para conseguir aquello que perdiste cruelmente. España se pudo vengar de lo de Corea, Messi ha tenido una nueva final con Argentina o el Atlético de Madrid la revancha de Lisboa. Aprovecharlo o no, depende de muchos factores.

Ese es el caso de Cristiano. En el año 2004, con apenas 19 años, Portugal organizó la edición de la Eurocopa y llegó a la final. Ante su público, su gran oportunidad de conseguir un gran título intercontinental y contra una selección muy inferior: Grecia. Sin embargo como ya hemos mencionado el fútbol es totalmente sorprendente y lo esperado nunca sucede. El conjunto griego entrenado por Otto Rehhagel tenía un sistema defensivo muy sólido y era temible a balón parado. Rondaba el minuto 57 de partido cuando su ariete, Angelos Charisteas, remató de cabeza un saque de esquina para consumar el milagro. Las lágrimas de un imberbe número ‘17’ describieron de la forma más gráfica posible el sentimiento de todo un país.

No obstante este deporte te permite disfrutar de nuevas oportunidades para conseguir tu sueño y el de Cristiano era comandar al imperio luso hacia la victoria. En el año 2012 vivía uno de sus mejores momentos deportivos a nivel individual. Uno de sus mejores años en cuanto a cifras goleadoras y potencial para ser campeón. Pero se topó con un equipo irrepetible en semifinales llamado España. De no haber sido por el mejor país europeo de la última década quién sabe si habría logrado resarcirse.

El 2016 no ha sido el mejor de los años para ‘El Bicho’ en lo que a rendimiento personal se refiere. La edad y las lesiones no le han permitido llegar en su mejor momento y muy pocos contaban con Portugal viendo que sufrió para superar una fase de grupos con Islandia, Austria y Hungría. Pero el fútbol es así de caprichoso. Llegaron a la final y la ganaron aunque el ‘7’ portugués se tuviera que retirar lesionado al filo de los 20 minutos de juego. De nuevo lágrimas de impotencia y frustración de aquel que asume y siente la responsabilidad de ser el líder, acepta el reto y su cuerpo no le deja conseguirlo.

Caprichos del destino, el disparo de Gignac a la madera que pudo otorgarle la gloria a Francia en el último minuto no entró y el de Éder, tremendamente criticado incluso en su propio país, en la prórroga sí que lo hizo. Las lágrimas de Cristiano pasaron de reflejar frustración, rabia y amargura a expresar la felicidad y liberación del que sabe que ha hecho historia y sus sueños realidad. De esta forma se cierra un círculo y la aparente última oportunidad de CR7 para ganar un título con Portugal ha sido exitosa. No ha sido el protagonista -fue Éder- y probablemente ni el mejor futbolista de su equipo en el torneo -Nani, Rui Patricio o Pepe estuvieron más finos- pero nadie disfrutará más que él esta copa. De lágrima a lágrima, doce años después, Cristiano Ronaldo -y por ende toda Portugal- sonríe y llora de nuevo, pero esta vez de felicidad.

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