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La eterna juventud de Venus Williams

Mientras su hermana Serena disfruta de los primeros días de vida de su hija, Venus Williams está viviendo a los 37 años una segunda juventud en 2017 y, en especial, en el Abierto de Estados Unidos, donde mañana buscará acceder a la final ante su compatriota Sloane Stephens.

Hay que remontarse hasta 2010 para encontrar a Venus en una semifinal del US Open de tenis, certamen que ganó en 2000 y 2001. Desde entonces, apenas en 2015 había llegado a unos cuartos de final.

Por eso, cuando concretó su victoria ante la checa Petra Kvitova por 6-3, 3-6 y 7-6 (7-2) en dos horas y 34 minutos, la emoción pareció desbordarla, al tiempo que el público le regalaba una ovación interminable en la pista central de Flushing Meadows.

«Definitivamente me sentí en un partido especial«, reconoció Williams después, ya con las revoluciones más bajas. «Significó mucho para mí, jugando en casa y en un grande. Significa volver y ser capaz de competir en un Grand Slam, probarme a mí misma que podría derrotar a cualquier, no importa quién esté enfrente«, explicó la campeona de siete grandes, que no celebra uno desde Wimbledon 2008.

El escenario, claro, tenía mucho que ver. Seis temporadas pasaron desde aquel inolvidable 31 de agosto de 2011 cuando Venus, entonces de 31 años, se sentó en la sala de conferencias del US Open y anunció que le habían diagnosticado el Síndrome de Sjögren, una enfermedad autoinmune. Parecía el principio del fin de la carrera de la tenista, que en ese momento llevaba un año y medio sin levantar un trofeo.

Seis meses después reapareció en el circuito, pero nunca logró recuperar el nivel que la había convertido en una estrella mundial. Recién en 2017 volvió a una final de Grand Slam, con derrotas en la definición de Australia ante su hermana Serena y en Wimbledon ante la española Garbiñe Muguruza.

«Yo describiría ese tiempo como un viaje de seis años», destacó la novena favorita en Nueva York con una sonrisa. Aunque dejó en claro que no fue un viaje sencillo. «Una atleta como yo no acepta las limitaciones. Así que me tomó bastante tiempo aceptar algunas limitaciones», explicó la mayor de las hermanas.

Si mañana supera a Stephens, una tenista que llega de una inactividad de once meses por una operación en el pie y que hace pocas semanas se reintegró al circuito con semifinales en Toronto y Cincinnati, Williams habrá llegado a tres finales de Grand Slam en el mismo año, registro que no consigue desde 2002, cuando perdió las definiciones de Roland Garros, Wimbledon y US Open.

Jugar con limitaciones, dice Williams, la hizo crecer en otros aspectos. «No significa que el vaso esté medio vacío. Lo veo como medio lleno. Sin importar lo que tuviera, yo tenía que enfocarme en hacer lo mejor que pudiera, ser lo más fuerte que pudiera y pensar en cada impacto que golpeara», explicó la ex número uno del mundo, que inició el certamen con una pequeña posibilidad de regresar a esa posición, aunque dependía de las derrotas prematuras de otras rivales.

Lo cierto es que se irá de Nueva York al menos en la quinta posición y, en caso de ganar el título, será de nuevo número tres y podría hasta quedar segunda si la checa Karolina Pliskova no llega a la definición.

A pesar del gran presente, Venus no quiere comparaciones con aquellos años de gloria, cuando a principios de siglo dominaba el circuito. «¿Comparar? ¿En serio? A principios de los años 2000 tenía una salud perfecta. Fue grandioso y me encantó. Tuve la suerte de tener ese momento en mi vida. Y ahora sigo viviendo mi sueño, y es increíble».

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