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Golpe sobre la mesa

El desierto. ¿Qué es el desierto? Según la Real Academia Española (RAE), el desierto es un territorio arenoso o pedregoso, que por la falta casi total de lluvias carece de vegetación o la tiene muy escasa. Un lugar despoblado o en el que no hay gente. A fin de cuentas, un lugar tranquilo, silencioso y solitario. Un lugar sin vida. Sin embargo, durante dos semanas, todo cambia. Gente, mucha gente. Ruido, mucho ruido. Vida, mucha vida. Durante dos semanas, el desierto de Arabia Saudita se convierte en un escenario en el que cientos de pilotos quieren dominar sus dunas y convertirse en los reyes del Dakar.

Se trata de una de las carreras más prestigiosas del mundo. Quizás, la más exigente. Solo los más valientes se adentran en ella. Muchos la empiezan, algunos la terminan y muy pocos la ganan. Entre todos esos pilotos que se atreven a desafiar al desierto está Carlos Sainz, un joven español de 61 años de edad que va camino de su cuarto título en esta competición. Ganó en 2010 con Volkswagen, en 2018 con Peugeot, en 2020 con Mini y en este 2024 quiere volver a hacerlo con su Audi.

En el día de ayer, Carlos Sainz «El Matador», ya dio un golpe sobre la mesa y parece que hoy ha rematado la faena. Ayer comenzó la etapa 6, la crono de 48 horas, la más esperada de todas. Una etapa dividida en dos días y que supone un desafío para todos aquellos que participan en ella. Una etapa que terminaba a las 16:00 horas (a las 14:00 horas en horario peninsular) en la que los pilotos y copilotos tenían que recorrer la máxima distancia posible y en la que solo disponían de 6 litros de agua, una tienda de campaña, un saco de dormir y algo de comida.

El caso es que Sainz decidió sacrificar la quinta etapa para no encabezar el inicio de la sexta, en la que partió decimotercero. Una estrategia que le sirvió para ponerse líder provisional de la “48 Chrono Stage” y recuperar el liderato de la general tras el abandono de Al-Rajhi. Pero la cosa no termina aquí, pues El Matador hoy ha rematado la faena, todo sea dicho, gracias a su destreza y a los errores ajenos, pues Nasser Al-Attiyah, su perseguidor y eterno rival se paró en el kilómetro 530 tras un problema mecánico en la suspensión delantera. Un problema que le ha hecho perder más de dos horas y media.

Mañana es día de descanso, más que merecido, pero aquí nadie se puede relajar, sobre todo Carlos Sainz y su copiloto Lucas Cruz, pues Mattias Ekström, compañero de escudería del español, es su máximo rival y perseguidor directo. Está a tan solo 20 minutos y 21 segundos de la cabeza y, justo por detrás, en tercera posición, se asoma otro hueso duro de roer, el nueve veces campeón mundial de rallys Sébastien Loeb.

Lo dicho, nadie se puede relajar. Aún quedan 2.384 kilómetros de especial. Todo un mundo. Toda una odisea. Ya lo sabemos, y las dunas lo vienen advirtiendo y demostrando año tras año. Nada está decidido hasta que se cruza la línea de meta en la última etapa. El desierto es traicionero. Nadie está a salvo. El que quiera ganar, que lo demuestre. Que desafíe y compita. Que eche toda la carne en el asador. 2.384 kilómetros y sabremos quién será el nuevo rey del desierto. El nuevo rey de las dunas.

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