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Fútbol asiático

El curioso caso de Shunsuke Nakamura

Enero de 2002. El Real Madrid de Florentino Pérez irrumpe cada mercado con un fichaje tan sorprendente como inesperado, tan sonado como caro. Los autollamados Galácticos asombran al mundo por plantilla y chequera. Zidane y Figo fueron los primeros en unirse a una plantilla en la que ya estaban Raúl, Guti, Morientes, Casillas o Roberto Carlos. Entonces, desde los medios oficiales de la J-League (la Liga de Japón), un anuncio se filtró: ‘El Real Madrid ha fichado al japonés Shunsuke Nakamura del Yokohama Marinos por un año‘. 

La noticia cogió a todos por sorpresa. El Yokohama Marinos tuvo que salir a hacer un desmentido público, pero sólo un día después, el presidente lo confirmó. Era oficial. Shunsuke Nakamura se iba al Real Madrid en julio, tras el Mundial, y al Madrid le costaba 3’5 millones de euros tener al jugador un año en sus filas. Si lo querían de manera permanente, deberián pagar mucho más dinero, fijado en una cláusula de compra definitiva.

Los veranos en Pekín y Tokio, los stage en Los Ángeles… El Boom del fútbol había estallado y el club blanco encontraba en el fichaje del nipón un filón a nivel de marketingLa Copa del Mundo se celebraba ese verano en Corea y Japón y la noticia elevaba al Real Madrid al escalón número uno de los clubes más influyentes del mundo, que entonces estaba en poder del Manchester United. En el acuerdo, además, incluía la disputa de un amistoso entre la Selección de Japón y el propio Real Madrid en mayo, que serviría a unos de preparación para el Mundial y a otros como parte de su festín centenario.

Nakamura, entonces, era el niño bonito del país. Aquel jugador talentoso de 23 años que aún no había dado el salto a Europa. Inamoto acababa de llegar al Arsenal, Nakata estaba rompiendo moldes en Italia y Nakamura, mediapunta zurdo de una técnica superdotada, necesitaba abandonar el país. Pero no sabía que su fichaje pudiera ser de tales dimensiones.

¿Por qué nunca jugó Nakamura en el Real Madrid? Nunca lo sabremos. El caso es que, pese a la cantidad de títulos individuales, tanto japoneses como asiáticos, a Nakamura le costó tener presencia en la selección en los Mundiales. Al de 1998 no acudió, con apenas 20 años y falto de experiencia. Tras su gran año 2000 y su buen hacer en la Copa Asia y en los amistosos previos la Copa del Mundo que Japón organizaba, Nakamura se quedó fuera de la lista de 23, para sorpresa de todos. Una misteriosa lesión le apartó de la lista.

Una rotura muscular le dejó varias semanas en el dique seco, pero mientras el jugador decía que no era grave y que iba a poder estar en el Mundial, desde la Federación el discurso fue otro. La realidad es que Nakamura no acudió al Bernabéu para el partido amistoso por decisión técnica y no entró en la lista del Mundial por deseo del seleccionador, Phillipe Troussier, con quien se especuló que tenía serios problemas personales. En realidad, fue el propio Troussier quien nunca casó con nadie en la Federación y la decisión de dejar fuera a la estrella estuvo cerca de costarle el cargo antes incluso del Mundial. Pero la Federación, sin querer crear polémicas a poco de su cita, mantuvo todo en orden, cortando por el eslabón más débil. Y eso que Nakamura había sido la imagen promocional de Japón, con su imagen a tamaño gigante ocupando los lugares más turísticos del país y con Adidas, firma del futbolista y marca oficial del torneo, haciendo una fortuna gracias al jugador.

Getty Images

Quizás como un cúmulo de cosas y por el pinchazo de esa burbuja, Nakamura no llegó nunca a recalar en el Real Madrid. Lo más sensato es pensar que un club de sus dimensiones no pudiera tener en sus filas a un jugador que, fuera cual fuera el motivo, no había ido al Mundial con una selección de un nivel tan inferior como la nipona. En cambio, fichó por la Reggina italiana, donde jugó tres años a gran nivel, siendo uno de sus jugadores más destacados y valiéndole su hacer un fichaje por el Celtic de Glasgow, donde fue un ídolo y es considerado uno de los mejores jugadores de todos los tiempos del club.

En 2006, con Zico bajo el mando de la Selección, Nakamura volvió al Mundial que servía de despedida de Nakata, que se marchó del mundo fútbol de manera prematura y antes de cumplir los 30. Ver jugar a ambos era una delicia. Dos tipos adelantados a sus compañeros que tocaban las mejores sinfonías en escenarios embarrados y con una orquesta que dejaba mucho que desear. 

Nakamura, uno de los mejores tiradores de faltas de la historia, se hizo leyenda en Escocia, donde ganó tres ligas y tres copas en cuatro años, que sumó a un extensísimo palmarés que ya traía del fútbol asiático. Por eso, y pese a su edad y que su fútbol no era muy físico, en 2010 llegó al Espanyol con 32 años. Ese mismo año, Nakamura sólo jugó 16 minutos en el Mundial de Sudáfrica, lo que le dio la estocada definitiva.

“¿Cuándo será tu próximo partido con la selección?”, le preguntaron en rueda de prensa. “Nunca”, contestó. “Para mí ha sido mucho dolor no poder ir al Mundial 2002. El hecho de aceptar no jugar ha sido muy duro. Es obvio que la Copa Mundial y yo no nos llevamos muy bien, así que quizás sea el destino”, afirmó.

98 partidos como internacional y 24 goles con los Samurái Blues después, Nakamura dijo basta, pese a que afición, compañeros y directivos trataron de convencerle. Hoy, con 41 años, Nakamura sigue jugando al fútbol. La calidad que le vino innata en su zurda le permite, cuando el físico ya no llega, seguir brillando en el fútbol nipón. Lo hace en el Yokohama FC, compartiendo una delantera de leyenda con el eterno Kazu Miura (53 años). Entre los dos suman 94. Podrían ser los padres de cada uno de sus rivales y compañeros (en el caso de Kazu, incluso, el abuelo de alguno). Y que no se cansen nunca de jugar.

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