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De la invasión nazi a Italia 90: la rivalidad entre holandeses y alemanes

En el trasfondo de una rivalidad histórica entre holandeses y alemanes conviven varios relatos: la ocupación nazi en la II Guerra Mundial y el mayor robo de bicicletas de la historia. En 1974, Países Bajos lucha por su orgullo y en 1988 se cierra un círculo. Italia 90 presencia el particular Derby della Madonnina en un clásico europeo. La visión de Tim Baas, sociólogo, es otra clave para entender la temática de este reportaje. 

Una rivalidad entre neerlandeses y alemanes, en principio bélica, que tuvo su punto álgido en el Mundial de Italia 90, aunque en 1988 se cerró un círculo con una pancarta. ¿Te lo puedes creer? Hasta llegar a 1990 hay una historia detrás. Algunos protagonistas son los holandeses del Milan y los alemanes del Inter. Al duelo Maradona (Napoli) vs Platini (Juventus) en Italia se unieron germanos y neerlandeses. El fútbol italiano sólo crecía. Fue el AC Milan en reconstrucción con Arrigo Sacchi y Berlusconi al mando, y el Inter de Milan. En la temporada 1986/87, los rossoneri firmaron a Gullit y van Basten desde la liga holandesa; sólo un año después, Rijkaard se unió al clan de los holandeses. Paralelamente, el Inter de Milán optó por firmar a los alemanes Matthäus y Brehme (temporada 1987/88) y Klinsmann (1988/89). Los ingredientes eran ideales para agrandar la rivalidad entre Países Bajos y Alemania.

Por primera vez en mucho tiempo, en los años previos al Mundial de Italia 90, destacaron los neerlandeses por encima de los alemanes. Desde 1987 a 1989, tres balones de oro de los tulipanes, con seis en el pódium de nueve posibles, siendo el séptimo milanista de nueve Baresi. Para agrandar la leyenda, tres jugadores del mismo equipo y nacionalidad -la única vez de la historia- reinaron como los mejores del mundo (Balón de Oro de 1988): van Basten (Oro), Gullit (Plata) y Rijkaard (Bronce). Los alemanes, hasta 1990 cuando Matthäus consiguió el Balón de Oro, seguían la estela naranja. 

De izquierda a derecha: Rijkaard (Bronce), van Basten (Oro), Gullit (Plata)

Más allá de la guerra: la rivalidad entre Países Bajos y Alemania

La animadversión se remonta a la Segunda Guerra Mundial. Países Bajos, igual que en la Primera Guerra Mundial, se postula como país neutral. Sin embargo, los planes de Hitler llevaron a la Alemania nazi a invadir el país vecino hace 80 años (10-05-1940) con el objetivo de ocupar el territorio de Países Bajos y después Bélgica, con el objetivo de llegar a Francia. La Luftwaffe inició la guerra desde el Mar del Norte y en tan solo cinco días se culminó la ocupación. Esta incursión fue el precedente del exterminio de tres cuartas partes de los judíos de Países Bajos. La Resistencia luchó desde la ocupación en 1940 hasta la liberación en 1945, espíritu que iba a estar presente desde entonces en la sociedad neerlandesa

El otro antecedente fue puramente futbolístico: la final del Mundial del 74La Naranja Mecánica venía de hacer un magnífico ‘fútbol total’Cruyff, capitán holandés, desestabilizado por el juego sucio de la prensa alemana BILD y su titular “Cruyff, champán, chicas desnudas y un baño fresco”, se enfrentó a su amigo y capitán alemán Franz BeckenbauerGanó el fútbol menos vistoso, pero efectivo, de los alemanes. Sin embargo, en esa final no había el espíritu revanchista de una guerra relativamente reciente. La sensación de los holandeses en esa final era una lucha por el orgullo y la dignidad

La generación de La Naranja Mecánica estaba compuesta por chicos normales que no pensaban en historia ni política, tan solo en jugar al fútbol. Hay que recordar que venían de Ajax o Feyenoord, dos clubes campeones de Europa consecutivamente (69/70 Feyenoord; 70/71, 71/72 y 72/73 Ajax). Excepto un futbolista, Willem van Hanegem, centrocampista de La Naranja Mecánica, que abandonó entre lágrimas el Olímpico de Múnich tras esa final: “Les odio. Estoy lleno de angustia. Mataron a mi hermana, a dos de mis hermanos y a mi padre. Me daba igual el resultado mientras les humilláramos”A su padre lo mataron cuando intentaba salvar a un bebé del ejército Nazi.

Allsport UK / Allsport

El 21 de junio de 1988, Países Bajos y República Federal de Alemania se enfrentaron en la Eurocopa celebrada en Alemania Federal. El Volksparkstadion de Hamburgo fue testigo de un nuevo capítulo de rivalidad entre holandeses y alemanes. La semifinal, que ganó el conjunto holandés, realizando un juego espectacular, según las crónicas de archivo, evocó a la guerra; en palabras del entrenador holandés del 74 y del 88, Rinus Michels: “El fútbol es guerra”. Los holandeses invadieron las calles y celebraron lo que para ellos era ‘la verdadera final‘. Tras esa “verdadera final” que dijo Michels, los holandeses colocaron pancartas con un mensaje que entonces pasó a la historiaOma we hebben je fiets gevonden, que en castellano significa “Abuela, hemos encontrado tu bicicleta”Es una reivindicación intergeneracional al “mayor robo de la historia de bicicletas” que hicieron los nazis durante la ocupación para evitar la movilidad de personas. La bicicleta es un elemento simbólico de la sociedad neerlandesa con el que se vieron identificados. En palabras de un neerlandés: “La pancarta enseñó el sufrimiento de los holandeses con la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial”. La revancha tuvo que esperar 14 años desde la final perdida en 1974, pero llegó.

Esa noche, Ronald Koeman afrontó la victoria de una manera poco amistosa: después de intercambiar camisetas con el alemán Olaf Thon, simuló ‘limpiarse’ con la camiseta germana. Es otro de los gestos recordados de aquella noche que pasó a la historia como el día en que Países Bajos, por fin, parecía haber ganado la guerra. Según Tim Baassociólogo por la Universidad de Groninga que ha compartido su visión sobre aquella época, los alemanes “estaban sorprendidos por la actitud negativa hacia Alemania” debido al recuerdo de la Segunda Guerra Mundial. Considera que esa rivalidad “terminó en 1988” y “cambió para bien desde 1990”, aunque sigue considerando este clásico europeo como un gran reto.

Simon Kuper dedica el segundo capítulo de su libro Fútbol contra el enemigo a la rivalidad entre Holanda y Alemania. Su lectura es esencial para ampliar el contexto socio-político, las declaraciones, incluso los poemas y cánticos que se dedicaron con los alemanes. 

El destino es caprichoso y el Mundial de Italia 90 volvió a cruzar a la selección de la República Federal de Alemania y a la de Países Bajos en San Siro. En 1990, el clan de los alemanes y el de los holandeses estaba formado. Al germano occidental presente Rudi Völler (Roma, 1987), se unieron Matthäus, Brehme (Inter, 1988) y Klinsmann (Inter, 1989). Van Basten, Gullit (Milan, 1987) y Rijkaard (Milan, 1988) formaban el bando holandés

El 24 de junio de 1990, en la primera ronda eliminatoria del Mundial, vivimos no sólo un Derby della Madonninasino un nuevo capítulo en la batalla de holandeses y alemanes, un clásico europeo. Todo está relacionado: el derbi de Milán debe su nombre a la estatua de la Asunción de la Virgen del Duomo de Milán y el origen de la rivalidad surge de las disidencias entre miembros del ‘Milan Football & Cricket Club’; de esos 44 disidentes (1905) nació el Internazionale Milano en 1908. Este enfrentamiento que convive en la capital de Lombardía y que arrastraban unos y otros lo vimos tanto en el césped como en el ambiente del cruce de octavos de final. San Siro, casa de Inter y Milan, vio cómo la histeria general se apoderaba de dos estrellas del calcio italiano cuando, tras una falta, Rijkaard escupió al romanista Völler. Inmediatamente después, en una jugada entre el portero Oranje van Breukelen, una tangana y expulsión de ambos. Los jugadores se volvieron a enzarzar de forma agresiva en el túnel de vestuarios, culminando una serie de acciones antideportivas que son historia de los Mundiales hasta hoy y que seguro que muchos recuerdanAlemania Federal, que más adelante sería campeona del mundo con un estelar Matthäus, terminó ganando ese partido 2-1 (Klinsmann, Brehme; Koeman).

Como recoge Simon Kuper en su obra Fútbol contra el enemigo, un estudio publicado en 1991 mostraba cómo los adolescentes holandeses odiaban a Alemania al nivel de los veteranos de guerra. Es la histeria general, esa sensación por la que se dejó llevar un jugador ajeno a polémicas como Frank Rijkaard. La soberbia alemana mostraba indiferencia a los holandeses: Ellos nos odian. Sin embargo, el paso de los años ha convertido la pancarta de las bicicletas en un elemento de humor típico holandés¿Final feliz?

Valencianista, siguiendo el fútbol inglés y escribiendo donde me dejan. También colaboro en Vavel. Proyecto de periodista. [Twitter @JMArcosRuiz7]

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