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Bob Cousy, un mago al rescate

Hasta la llegada del showtime y la NBA entendida como un espectáculo de luces y colores, el baloncesto en Estados Unidos era un juego embrionario que jamás soñó con alcanzar la majestuosidad que hoy le avala. Sin embargo, un hombre supo ver más allá de su época, teniendo una visión privilegiada de lo que debía ser el baloncesto a corto plazo, un legado que dejar a las generaciones venideras. Un pionero olvidado cuya grandeza tan sólo es equiparable a sus logros en el parqué. Bob Cousy, el primer genio.

Robert Joseph Cousy nació el 9 de agosto de 1928 en Nueva York. Criado en el barrio de Yorkville, Cousy lidió en primera persona con la Gran Depresión que arrasó el epicentro del mundo libre. Hijo de Joseph y Julliette, inmigrantes franceses, Bob vivió sus primeros años llevando la vida de una rata de gueto. Esto era, usar una parte de su tiempo libre para jugar y divertirse, y la otra para hacer trapicheos con objetos robados para ganar algunos dólares.

El pluriempleo en el que vivía inmerso el cabeza de familia, Joseph, les permitió mudarse a St. Alban’s, un barrio del distrito de Queens. Los ingresos no sólo llegaban por parte de su padre, pues Julliette trabajaba como secretaría y maestra de idiomas, lo que les daba un pequeño margen para poder aliviar sus necesidades económicas. Bob, mientras tanto, necesitaba un pasatiempo con el que entretenerse después del colegio. Y, como en todas las historias de amor sobre el parqué, ahí estaba el baloncesto para recibirle con los brazos abiertos.

Los primeros años no fueron ilusionantes, precisamente. Jugando para el equipo de su instituto, el Andrew Jackson High School, fue cortado hasta en dos ocasiones. Esto no le impidió seguir persiguiendo su sueño. Como en toda historia de héroes, siempre hay un momento en el que todo parece dirigirse hacia un precipicio sin solución. Con trece años, Cousy se cayó de un árbol, rompiéndose el brazo derecho. Esto le obligó a jugar con la mano izquierda mientras recuperaba la movilidad en su otra extremidad. La capacidad de sacrificio le otorgó un manejo de ambas manos asombroso, lo que hizo cambiar de idea al entrenador del Andrew Jackson, Lou Grummond, que le pidió volver al equipo del que había salido hasta en dos ocasiones por la puerta de atrás.

La vida le había devuelto, al fin, las riendas de su destino, y esta vez Bob no iba a soltarlas nunca más. Su rendimiento fue espectacular, llevó al Andrew Jackson a ganar el campeonato en la temporada 1945-46, siendo él la estrella.

Sorprendidos por su alto nivel, la Universidad de Holy Cross, una pequeña institución en Worcester, a una hora más o menos en coche de Boston, le ofreció una beca para jugar y estudiar allí. En plena década de los cuarenta, el baloncesto era lento y tedioso, circunstancia que no intimidó a Bob para poner en marcha su estilo de juego innovador y futurista.

En la primera de las cuatro temporadas que Bob pasó en Holy Cross, el equipo ganó el título universitario, pero él apenas tuvo repercusión en el equipo debido al estilo de juego tan atrevido que traía bajo el brazo, el cual hacía que no tuviese la confianza de su entrenador. Con la esperanza de ganarse su sitio en la segunda temporada, Bob vio como Alvin Julian tampoco le daba bola. Con este panorama, Cousy pidió ser traspasado en su tercer año, pero el  nuevo entrenador que llegó le convenció para quedarse en Holy Cross.

Durante un encuentro contra la Universidad de Loyola jugado, cosas del destino, en el Boston Garden, ya que Holy Cross tenía sólo un pequeño gimnasio, Bob lo bordó. Tras anotar 11 puntos y poner al público en pie, el cual gritó su nombre y pidió su titularidad, se hizo un hueco en el equipo para siempre. Galardonado con el All-American hasta en tres ocasiones, Bob puso su nombre en lo más alto de la historia de Holy Cross.

Cousy tenía la firme decisión de ser jugador profesional, a pesar de que varios proyectos empresariales que tenía ante él le podían dar la tranquilidad económica que tanto ansiaba. Se declaró elegible para el draft de 1950, donde fue elegido en tercera posición por los Tri-Cities Blackhawks, aunque después pasó a ser reclamado por los Chicago Stags, equipo que desapareció en 1950 dejando a Cousy sin equipo. Al final, fue reclamado por los Boston Celtics. El equipo de Massachusetts jugaba en la BAA, competición que se fusionó con la NBL para dar paso a la archiconocida NBA.

Al finalizar la temporada 1949-50 con un récord pésimo (22-46) de la mano, precisamente, de Alvin Julian, técnico de Cousy en sus dos primeras temporadas en Holy Cross, los Celtics tuvieron la primera elección del draft, que no fue usada para elegir a Cousy sino a Charlie Sare, que nunca debutó con los verdes.

En su primer año, los Celtics tuvieron un récord positivo. Cousy promedió 15.6 puntos y 4.9 asistencias por partido. La llegada de Red Auerbach a los Celtics el mismo año que Cousy parecía no beneficiar al base desde un primer momento, pero al final, el técnico terminó rendido a su estilo de juego y talento sobre el parqué.

Si bien en su segunda temporada aumento su visión de juego a 6.7 asistencias por partido, no fue hasta la tercera temporada cuando dio el salto definitivo, ganando el primero de sus ocho títulos consecutivos como máximo asistente de la liga, llegando a su cima personal en la 1959-60, cuando repartió un total de 9.5 asistencias de media.

El crecimiento del equipo era más que evidente, pero no parecía preparado para dar el salto de calidad que le permitiera ganar el anillo. Ése vino con la llegada en el draft de 1956 de Bill Russell al equipo verde tras una maniobra fabulosa de Red en los despachos. Bill era un pívot reboteador y defensivo, un espécimen extraño en una época donde los grandes dominadores de la pintura estaban más preocupados por anotar. Fue el punto de inflexión en un equipo que, esa misma temporada, la 1956-57, ganó el primer anillo de su historia. Campaña en la que Cousy fue elegido MVP con una media de 20.6 puntos y 7.5 asistencias por encuentro.

Un elenco legendario de jugadores dio paso a la mayor dinastía en la historia del deporte norteamericano. Un roster compuesto, a lo largo de los cincuenta y los sesenta, por jugadores como el propio Cousy, Bill Russell, John Havlicek, Tommy Heinsohn, K.C. Jones, Frank Ramsey o Jim Loscutoff, entre muchos otros.

Sin embargo, todos los coetáneos de Cousy coinciden en señalar al neoyorquino como el cerebro del equipo más dominante que ha conocido el baloncesto mundial. Era el intelecto que hizo jugar a aquel equipo un baloncesto que no estaba al alcance de nadie más en toda la NBA, creando una brecha irreparable con el resto de mortales.

Si bien hay jugadores de aquellos años dorados con más anillos que Bob, pues solamente ganó seis (1957, 1959-1963), quizá tan solo el propio Bill Russell llegó a dejar la misma huella en el imaginario colectivo de la afición celtic.

Tras trece temporadas en Boston, Cousy decidió poner fin a su carrera como jugador profesional al final de la 1962-63. Es decir, a los 35 años. El 17 de marzo de 1963, el Garden despidió, el día de San Patricio, al jugador que, sin ninguna duda, empezó todo. Cuando los Celtics eran tan sólo una franquicia marginal diseñada para perder, Cousy supo imponer un estilo de juego y guiar al proyecto verde hacia el éxito. Es cierto que las estrellas que posteriormente llegaron elevaron el nivel para poder ganar, pero él fue la primera piedra.

Su retiro fue efímero, pues ese mismo año empezó a entrenar al Boston College Eagles, equipo universitario en el que se fogueó hasta 1969, año en el que los Cincinnati Royals reclamaron sus servicios como técnico en la NBA. En su primera temporada como entrenador, compaginó su labor de técnico con siete partidos como jugador, sus últimos en la élite del baloncesto, un homenaje más a nivel personal que colectivo. Hasta la campaña 1973-74 continuó su labor como entrenador, cuando fue despedido de los ya entonces Kansas City tras empezar la temporada con un balance de 6-14.

Siempre ligado al mundo del baloncesto hasta el día de su muerte, Bob decidió retirarse de la vida pública para cuidar de lo más grande que le ha dado la vida, su mujer Marie Ritterbusch. Tras empezar a sufrir de demencia en 2001, Bob se hizo cargo de absolutamente todo, cuidándola cada día de su vida, hasta que Marie falleció el 20 de septiembre de 2013, tras 63 años de matrimonio.

En algún lugar, con la tranquilidad de haber cumplido honestamente su misión en la vida, Bob descansa, esperando el inevitable destino, ese que no perdona a nadie, seas rey, campesino, héroe o villano. Un visionario sin miedo que cambió para siempre el juego que le dio la felicidad.

Periodismo. Hablo de baloncesto casi todo el tiempo. He visto jugar a Stockton, Navarro y LeBron, poco más le puedo pedir a la vida. Balonmano, fútbol, boxeo y ajedrez completan mi existencia.

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