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Tú, Daniel Alves

Sinceramente, disfruto viéndote jugar por todo lo que englobas, señor. Sí, porque te alejas de esa postura general, que reina en el ecosistema del fútbol, de lo políticamente correcto. Y te sientes cómodo siendo tú, algo tan difícil como necesario. Disfruto viéndote jugar, Daniel Alves, porque fuera del campo serás lo que quieras que seas, pero dentro de él eres lo que te da la gana.

Nos equivocamos a la hora de categorizar a las personas. Dándole mayor importancia a ciertas cualidades y menospreciando rasgos fundamentales. Ser tú mismo, confianza en ti, hacer lo que creas oportuno en cada momento son detalles, que caracterizan a una persona peculiar. Nuestro sujeto en este artículo no es común, ni mucho menos. El pilar que sustenta estas frases ordenadas, lo mejor posible, es un deportista fuera de lo normal, de lo estándar. Único.

Para llegar a lo más alto primero tienes que sufrir en lo más bajo. Para conseguir hacer historia no basta con imitar a los mejores, sino superarlos. Pero lo más importante, para vencer hay que creer en ti, y dime si existe persona cuya confianza en sí mismo, sea mayor que la que derrocha siempre Daniel Alves.

Para llegar a la cima y ser el futbolista con más títulos de la historia y uno de los mejores pagados y valorados ha tenido que pelear en sus inicios como el que más, porque no creían en él, como ocurrió en Sevilla. Cuando sus salidas de tonos y estado de formas no óptimos hacían tambalear su presencia en Can Barca, volvió a pelear, a no darse por vencido ante esa situación. Y de todas esas experiencias salió reforzado y victorioso, porque aún recuerdan al flamenco de los rizos por la capital andaluza, y muy larga es la sombra que dejó sobre el césped del Camp Nou, que recorre toda la banda derecha.

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Aquellos que no se ocultan en la multitud sino que deslumbran sobre ella son las clases de personas a las que hay que prestarle atención, porque son ellas las que pueden hacer cambiar la historia. No busquemos la simpleza, no tratemos de seguir el dogma de lo establecido, apreciemos la arrogancia en  ciertos momentos, la chulería en otros muchos, el baile o la risa, la sinceridad y las verdades dichas a la cara. ¡Joder! Apreciemos a Daniel Alves, porque no habrá muchos como él.

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