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Todavía hay un héroe en Blake Griffin

El Blake Griffin que llega a los Nets se ha convertido en un jugador sobrio. En cada movimiento que realiza hay un breve gesto de contención, una llama apagada que despacha con abstinencia. Por desgracia, han quedado atrás las épocas en las que asombraba al mundo con acciones físicamente excepcionales. Capaz de llevar a la fama, con la ayuda de Chris Paul, a una franquicia históricamente eclipsada.

Hace no tanto Griffin era uno de esos reclamos de la afición, habitual de las jugadas por encima del aro. En la memoria de todo hincha de los Clippers estarán siempre esos dos mates por encima de Pau Gasol que levantaron a todo el Staples Center en el duelo angelino. Acostumbraba a que en su forma de jugar hubiese una economía de movimientos que el aficionado de la NBA, habitualmente devoto del más puro espectáculo, gratifica.

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El nuevo Blake es un jugador sencillo, como si el tiempo de ser estrella de la liga se le hubiese terminado y ahora, resignado a valerse con lo que tiene, solamente quedase un mero complemento industrial. Dejar a un lado el rol de líder para ser un jugador de equipo tiene su punto heroico. El ejercicio más embarazoso para cualquier deportista es darse cuenta de que ya nunca volverá a estar a su mejor nivel. Son pocos los que consiguen adaptarse al cambio de cometido, la mayoría de “estrellas apagadas” siguen enfangados en una lucha íntima que acaba arrastrando a las profundidades a su propio equipo. Los nuevos Brooklyn Nets no van a necesitar al Griffin de los Clippers -en parte porque saben que ya es imposible de recuperar-. Steve Nash, que va enriqueciendo su hoja de ruta a cada partido, domina todos los escenarios habidos y por haber en la construcción de megaproyectos. Anda ahora fabricando un equipo campeón, que siempre es tarea pesarosa en la NBA, donde es sencillo crear ilusiones pero no conseguir un título.

El mérito más reciente de Nash ha sido conseguir que funcione un Big Three con tres de los jugadores que más monopolizan el juego de la liga. Nadie duda de las posibilidades de los Nets. Griffin funcionará como complemento a la lírica de Irving, la persuasión de Harden y la selección natural, prácticamente única, que demuestra Durant en su juego; un nivel solo equiparable al de algunos dioses de la historia de la liga.

La reunión en Brooklyn entre Griffin y su nuevo entrenador fue la particular bienvenida del director Nash. Al otro lado de la mesa, de brazos cruzados y mirada atenta escuchaba un Blake que, ya lejos de poder emprender una heroicidad por su cuenta, espera acoplarse adecuadamente a un proyecto que le lleve a su primer anillo. No hay restaurantes de lujo, ni un staff de entrenadores y jugadores preparados para convencerle. Solo una pequeña mesa de madera y dos vasos de agua. La reunión es la expresión poética y noble de la sobriedad que desprende el nuevo Blake Griffin.

Imagen de cabecera: Imago

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