Síguenos de cerca

FC Barcelona

The Bridge: donde nos hicimos mayores

Dear Stamford Bridge,

It’s nice to see you
again.
Han sido unos años sin
visitarte y, la verdad, hay una parte de mí a la que le viene de gusto volver a
centrar la mirada en tu rectángulo de juego durante noventa minutos. He de
confesarte que, pese a que tus propietarios no me despiertan ningún tipo de
simpatía, ya te has convertido en feudo especial para mí.
Se puede decir que hemos crecido juntos, ya que has estado presente en diversos
pasajes que podrían definir a la perfección la trayectoria y el crecimiento de
mi equipo en lo que llevamos de siglo.

Sobre el verde tu césped fuimos niños, siendo testigos de la fase más
germinal del Barça que tan felices nos haría después. Vimos como un genio de desordenada
dentadura nos deleitaba con sus mejores trucos al ritmo de una sonrisa que
siempre conseguía mantenernos atentos al espectáculo, culminado aquel día por
un ‘punterazo’ que nos levantó del asiento y quedó grabado en nuestra retina.
Perdimos y quedamos eliminados, sí, pero de niños nos enseñaron que son los
pequeños detalles los que realmente te marcan para siempre.

Pasó el tiempo, querido Bridge, y
en otro partido para el recuerdo pudimos comprobar cómo íbamos creciendo,
presenciando un clarísimo ejemplo de efervescencia adolescente por parte de un chico
de 19 años llamado Lionel Messi, que se encargó de remover nuestras emociones
de una forma intensa y casi inédita hasta este momento. Rebelde, con ganas de
mostrarse al mundo, sin miedo a nada y capaz de aguantar los golpes que le
llegaron (menos mal, Asier, que aquella criminal entrada no acabó con la
carrera del mayor talento de la historia), Messi ofreció su primera gran exhibición
europea para contribuir de forma directa a una victoria que nos sirvió para
convencernos de que, como pasa en la adolescencia, éramos capaces de comernos
el mundo entero.

Tres años más tarde vinimos a verte ya más consolidados, con el
convencimiento de haber dejado atrás aquellas idas y venidas tan típicas de la juventud
y que acabaron con algunos pesos pesados fuera del nuevo proyecto. Con mucha
más madurez a su alrededor, el imberbe talento que sacudió a toda una grada en
2006 ya era el absoluto líder de un equipo que maravillaba a todo el planeta. En
un encuentro que algunos aún quieren catalogar como el gran robo cuando (como
en muchas otras ocasiones) no hubo nada más que errores hacia los dos lados,
acudimos a ti, dear stadium, para que
fueras nuestro trampolín hacia lo más alto. Tus ‘cuatro paredes’ fueron un
magnífico marco para la escena más épica que todos recordamos, del gol que más
hemos celebrado a lo largo de nuestra vida.

Confiados de que ya serías tierra de bonanza para siempre, volvimos en 2012
para encontrarnos con uno de esos aprendizajes que a veces nos tiene preparados
la vida: un duro golpe que llega cuando menos lo esperas. Cuando todo va bien,
cuando la lógica dice que aquello no debería estar sucediendo, cuando crees que
nada puede agitar el nivel de equilibrio y quietud al que has llegado. Igual
que nos puede suceder a las personas a lo largo de nuestra existencia, aquel
día nos topamos contra una barrera que nos impidió desarrollarnos con
comodidad. Un choque frontal con la realidad en forma de derrota que, aunque
estábamos convencidos de que era remontable, acabó ejerciendo de puntilla de
todo un proyecto y de un ciclo que marcamos con mayúsculas dentro de la
historia del fútbol.

El periodo de depresión fue largo. Nunca es fácil salir de la espiral
negativa en la que te sumergen los dramas que te tocan vivir a lo largo de este
sendero de crecimiento y desarrollo que llamamos vida. Los éxitos del rival
tampoco han ayudado en un proceso que, por mucho triplete que pudiésemos
celebrar, estaría incompleto hasta que acabáramos volviendo a ti. Este proceso
tenía que pasar de nuevo por tu (a veces impracticable) césped, por tus 110×75
metros de superficie, por los 42.055 privilegiados que desde la grada no se perderán
detalle alguno. Nos empezaba a urgir visitarte de nuevo y saldar cuentas. Como
si necesitáramos demostrar que, como pasa en la vida, nos hemos levantado de la
sacudida emocional que supuso nuestra última experiencia conjunta, como
queriendo confirmar que años después estamos preparados para volver a sacar
cosas positivas de ti. Como queriendo afianzarnos en un sitio donde hemos
vivido episodios de infancia, juventud y adultez que nos han definido, nos han
marcado y nos han hecho llegar hasta donde estamos hoy.

Porque al final todo acaba bien. Y si no acaba bien, significa que no es
final.

Sincerely,

Xavi Vallés

«Jugar al fútbol es muy simple, pero jugar un fútbol simple es la cosa más difícil que existe». #GràciesJohan

Comparte la notícia

Comentar la noticia

You must be logged in to post a comment Login

Leave a Reply

No te lo pierdas

Más sobre FC Barcelona