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Reflexiones del sábado noche

La primera vez que hice el esfuerzo
de trasnochar para ver el All-Star Weekend en directo fue 2004. Tenía 9 años
recién cumplidos. Desde entonces el plato fuerte para mí es la madrugada del
sábado al domingo: la noche de los concursos. El Rookie Challenge y el All-Star
Game están bien, pero no dejan de ser partidos de baloncesto como otros
cualquiera, pero con la intensidad justa (cada vez menos).

Los Ángeles fue la sede de mi
primer All-Star. En aquel ya lejano 2004 vi cómo Voshon Lenard sorprendía al
dos veces campeón Pedja Stojaković y se llevaba el Concurso de Triples (el
mayor logro de su vida) y vi cómo otro bicampeón, Jason Richardson, era vencido
por Fred Jones en el Concurso de Mates (de nuevo, el mayor logro de su vida). El
nivel de ambos concursos, más los de habilidades y de tiro, hizo que me fuera a
la cama con una sonrisa de oreja a oreja. Había que convertir eso en tradición.
Una tradición que se mantiene catorce años después.

Qué suerte tuve de que el nivel de
la noche del sábado de L.A. 2004 fuese alto, porque si mi primera vez en un
All-Star llega a ser con los de los últimos años, esa tradición nunca hubiera
existido. Mejor en diferido al día siguiente. Todo por culpa de pequeños
detalles que poco a poco, de forma casi imperceptible, han hecho que el
espectáculo  de la Saturday Night haya decaído
muchísimo de un tiempo a esta parte.

Yo sitúo el inicio de este declive en
el Concurso de Mates de hace justo diez años, en Nueva Orleans. Dwight Howard
se consagró como Superman con su exhibición en el Dunk Contest. Todos
recordamos su “mate” con la capa del personaje de DC Comics. Sí, va con
comillas porque siendo estricto lo que hizo el entonces pívot de los Orlando
Magic fue lanzar con fuerza el balón a la canasta. Pero con el show de la capa
consiguió crear la atmósfera perfecta para que el no-mate pasara desapercibido.
El postureo (palabra que ni existía de aquella) había llegado al Concurso de
Mates.

Motos, trajes, coros, luces de
neón… la parafernalia pre-mate parece que se valora más que los mates en sí.
Donovan Mitchell se llevó un pleno por un mate saltando por encima de… ¡Kevin
Hart y su hijo agachados bajo canasta! Un tipo de 1’63 agachado apenas sobrepasará
el metro de altura. Me recordó al alley-oop de Blake Griffin en 2011 sobre el
capó de un coche. Ambos fueron mates normales adornados con elementos
innecesarios. DeMar DeRozan afirmó que no volvería a participar en un Concurso de
Mates si seguían siendo un concurso de accesorios. No le faltaba razón.

En el All-Star de 2008 la NBA
introdujo una novedad importante en los mates. El año anterior se criticó la
dureza de los jueces a la hora de puntuar. Eso se arreglaba votando tras ver la
repetición del mate. ¿Qué hizo la liga? Con los SMS en pleno apogeo, determinó
que el jurado sólo votaría para dirimir los finalistas y que el pueblo
decidiese el campeón a través de sus mensajes de texto. Una buena forma de
llevarse un pellizco. En 2012 los SMS fueron sustituidos por los tuits. En
ambos casos los gustos de cada uno (y hasta los troleos –Jeremy Evans–) pesaban
más que los mates en sí.

Por suerte los jueces recuperaron
todo su peso en 2015. Ese año volvió el formato de toda la vida. Se acabaron
formatos random como el freestyle de 2014. Gracias, Adam Silver. Pero por
favor, no vuelvas a plantar en el jurado a DJ Khaled, Mark Wahlberg, Chris Rock, ni a nadie no relacionado con el baloncesto. Para eso me
pones a mí o a cualquiera de mis compañeros de Sphera Sports. También merecemos
nuestro minuto de gloria.

Dejo de lado los mates para hablar
del concurso que se unió a la fiesta del All-Star en 2004, coincidiendo con mi
primera vez: el Shooting Stars. Cuando no había internet en casa era la mejor
forma de conocer a las jugadoras de la WNBA (Becky Hammon, Swin Cash, Diana
Taurasi, etc.) y a las leyendas del perfil de Dan Majerle, Bill Laimbeer o Steve
Kerr (más leyendas de sus equipos que de la NBA en sí). Para abrir la jornada
de los concursos estaba de maravilla. No sé por qué, pero desde que cambiaron
los equipos NBA por los Teams (Bosh,
Harden, Hardaway, etc.) el Concurso de Tiro perdió su gracia. Tanto, que la NBA
se lo cargó en 2016. Yo sigo prefiriendo el Shooting Stars Challenge a tanta
actuación musical y enfoques/shows de los famosos de turno (Sean Combs, Kevin Hart
y compañía).

Otro concurso venido a menos es el
de habilidades. Ha pasado de contar con el mejor elenco de jugadores (Baron
Davis, Gary Payton, LeBron James, Jason Kidd, Steve Nash, Gilbert Arenas, Kobe
Bryant) midiendo de verdad sus skills
contra el crono a un circuito simple en el que lo más difícil es el pase de
pecho. Lo de meter a jugadores interiores sigo sin verlo tres años después de
la inclusión del nuevo formato por KO.

A mí me gusta el deporte y me gusta
el espectáculo. Ambos forman una mezcla espectacular si se hace bien. Los
estadounidenses son maestros en ello, véase la Super Bowl, pero la NBA parece
querer ser más papista que el papa. El tiempo que ocupaba el Concurso de Tiro
lo ha ocupado un sinfín de shows musicales. No es que los haya actuaciones
entre concurso y concurso, es que las hay entre ronda y ronda de los mismos.
Llega un punto en el que parece que los concursos son la pausa entre los shows.
Es algo muy cargante.

Llevaba mucho tiempo queriendo
reflexionar sobre la deriva de los sábados de los All-Star de la NBA. Queda
claro que no me gusta: sólo se han salvado los triples (gran idea lo del carro
de moneyballs, no todo iba a ser
malo). No es un calentón por un mal fin de semana, sino la acumulación de unos
cuantos All-Stars con la sensación de irme a la cama sin haber visto nada digno
de recordar con los años. Si has llegado hasta el final, gracias por aguantarme.
Tenía que soltarlo.

Periodismo UCM. NBA en @SpheraSports y Sporting en La Voz de Asturias (@sporting1905).

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