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Rakitic, arte andaluz y frialdad balcánica

Marco CASINOS | El croata es uno de esos jugadores que cuando abre la puerta del vestuario entra clase y elegancia durante media hora. Tan virtuoso en su juego, tan elegante y, a la vez, sencillo. Con el balón en sus pies describe siluetas de relieve. Su facilidad personal para dirigir, se asemeja a una orquestra en la que no desafina ni una nota. El flamenco, un arte singular nacido en la marginalidad, combinado con la frialdad balcánica. Entre la ataraxia del lugar en el que creció y el temperamento del club en el que enamoró. Cabeza fría, corazón caliente. Eso es Ivan. Poseedor de lo mejor del arte andaluz, pero sin la ampulosidad y hasta divismo que caracteriza a algunos que actúan en su misma parcela de campo. La calma en el carácter, un buen estado físico y su dominio del balón le catalogan como uno de los mejores centrocampistas del globo. Con un pie de seda que debe pasar consulta cada fin de semana, y no sólo en “los partidos televisados” como el del Atlético de Madrid. El ex del Sevilla sabe que debe dar un paso adelante, es el elegido para sustituir al ínclito Xavi Hernández en el timón del barco azulgrana.

Pero Rakitic aún tiene mucho que aprender. En parte, me recuerda a Brad Pitt en la película de Seven, ese joven e impetuoso a las órdenes de Morgan Freeman, el inveterado detective de policía que debe resolver una serie de asesinatos relacionados con los siete pecados capitales. Y si no han visto la película les recomiendo que lo hagan, vale la pena. En Barcelona cuenta con su Morgan Freeman particular: Xavi Hernández. El de Terrasa ya no está para ser titular en cada partido, pero conoce todos los gajes del oficio. Maneja suertes en vías de extinción: pausa, engaño, control y una perfecta visión del juego. El croata también las tiene, pero no puede seguir ofreciéndolas a cuenta gotas. Es uno de los hombres de Luis Enrique que puede evitar que las tormentas de pitos vuelvan a copar el cielo del Camp Nou. Aunque contrariamente a otros años, ahora los problemas no sólo viven en el campo. El jugador ideal para gobernar el tempo de los partidos, y así evitar estar al albur de los fogonazos de los tres tenores. El Barça necesita volver a recuperar el dominio de los partidos, con jugadores bien dotados técnicamente pero también sacrificados en defensa y a la hora de ejercer la presión. De lo contrario, el equipo corre el riesgo de convertirse en un restaurante con más chefs que meseros. Todavía es pronto para saber si Rakitic será el nuevo Morgan Freeman del Barça en la sala de máquinas o si se quedará en un simple inspector de policía al que encargan los casos que nadie quiere. La materia prima la tiene y su genio interpretativo deberá hacer el resto.

En Sevilla era el protagonista, en Barcelona uno más. El croata ha llegado a un club en el que el esfuerzo no se regatea; en Can Barça, el jugador de fútbol que más se excita, que menos se domina a sí mismo, que mayor libertad da a su brío y a su afán de victoria, todavía es más sereno que los espectadores, y éstos no darán tregua bajo ningún concepto. Es el jugador que debe trabajar para que otros se luzcan, ya no tiene a Carriço y a M´Bia por detrás, Ivan Rakitic es ahora el que debe realizar esas funciones más oscuras. Debe asumir cuanto antes que ya no es el jugador al que buscan sus compañeros, tampoco el que más camisetas vende ni el jugador que busca el periodista al final del partido. Tampoco lo era Xavi, pero su rol fue vital en el Barça más laureado que se recuerda.

También es cierto que en la posición de interior nunca ha rendido de manera sobresaliente. Michel y Marcelino ya intentaron colocarlo como mediocentro organizador, pero su rendimiento cayó en picado. Con Emery, el croata jugó en la media punta, siempre muy cercano a Bacca, y es en esa demarcación donde mejor explota su plétora de virtudes. Aunque en un principio no es el sustituto natural de Xavi, Rakitic deberá amoldarse a esa nueva posición. Deberá ir mutando su juego vertical, profundo y finalizador hacia otro más pausado, de control y armador del juego del equipo.

Si le pido tanto a Rakitic es porque tiene la chispa de los genios. Sea utilizando con arte su pie favorito, en equilibro constante sobre el izquierdo; sea driblando con una ligereza que destruye la pesadez; sea dando a un compañero un pase imposible de interceptar y llegando tras él a la dirección ideal, Rakitic ayuda, en cada coyuntura, a diferenciar el genio del talento.

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