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Premier League

¿Qué te han hecho, Claudio?

Probablemente me reitere. Al fin y al cabo, y de manera obvia, el impacto del despido de Claudio Ranieri ha sido de gran magnitud. Pero tras escribir apoyando su candidatura a The Best FIFA Men’s Coach, me siento en la necesidad de hacerlo también tras este punto final que han decidido trazar en una historia infinita.
Hay que dejar pasar algunos días, digerir la bofetada, observar las reacciones, lamentar acciones esperadas que no han sucedido y sacar conclusiones. Seguro que tras el partido de ayer muchos tienen la suya. Y como siempre, podemos coincidir, o no.

El Leicester City iniciaba la semana en zona de descenso y sin Ranieri. Con un banquillo huérfano, de momento, sin la figura protectora y paternal del gentleman que lo dirigía. Sin embargo, puesta la noche, se sembró una victoria en el estadio de los zorros frente a los de Klopp, saliendo airosos del territorio de peligro con dos puntos de ventaja, con sensaciones que retroceden al pasado y con el espíritu de que la salvación es posible.

La tendencia negativa del Liverpool es evidente. En lo que va de año en la competición doméstica, sólo han firmado una victoria ante los Spurs. La línea de defensa volvió a asomar debilidades, y los Reds se vieron superados por el compromiso y el esfuerzo en la presión de los Foxes, que no permitió que expusieran su habitual juego, y un Jamie Vardy enchufado, que mareó a Lucas Leiva hasta la saciedad.

También hay certeza en que el Leicester City se crece en las grandes citas. Razón de ello es que ocho puntos de los 24 logrados son frente a Liverpool, Manchester City, Tottenham y Arsenal. El tópico de ganar el primer partido tras la destitución de un entrenador es un habitual que acontece en muchas ocasiones. Sin embargo, y a pesar de estos tres factores significativos, se respiró un cambio de actitud llamativa. Ni rastro de esa apatía que se pronunciaba en las camisetas que defendían los colores del Leicester City. Algo que siembra más dudas sobre el adiós de Ranieri.

Twitter empezó a arder el pasado jueves, sobre las nueve de la noche. Hora española en la que el club emitió el comunicado del despido de Claudio. Y ardió con reproches y en desacuerdo, por defender a un hombre que regaló un sueño al aficionado del fútbol, traspasando fronteras y calando hondo en los corazones de cualquier rincón del planeta. A pesar de que las ratificaciones de confianza en un entrenador por parte de un club suelen ser en muchos casos un indicio de que algo no marcha bien, que fabrica la duda y desemboca en el cese de funciones, nos cogió de igual modo inesperadamente.

Parece ser que, de manera contradictoria, los éxitos son el nido que provoca grandes perjuicios. Se cultiva un logro con una repercusión que no comprende de dimensiones, y con él se crea un antecedente que genera la exigencia de seguir en una línea, sin contemplar si las posibilidades acompañan. El Leicester ganó la Premier League porque los astros se alinearon para originar una coyuntura idónea, y sobretodo, porque hubo un líder que exprimió hasta la última gota del potencial de sus jugadores. Repetir la hazaña se asemejaba como un hecho utópico, y el objetivo de este año debía trasladarse de nuevo a resguardar la permanencia y mimar la competición europea, donde la ilusión de los jugadores y el sorteo hicieron un guiño a los resultados.

Por ello, es inexplicable que tras aterrizar en Inglaterra fuera el momento de despedir a Claudio. Con una eliminatoria que, a pesar del favoritismo que acapara el Sevilla FC, puede decirse que está abierta en su marcador. También lo es a 13 jornadas del final de liga. Y todavía denota más incomprensión sin el as bajo la manga de un nuevo entrenador atado de pies y manos.

Nada parece justo y todo aparenta sombrío. Hay algo que no nos quieren explicar. Los despachos guardan silencio, y las declaraciones del vicepresidente de la entidad manifiestan que el sentir está relegado a un segundo plano. En el fútbol, un deporte que genera tantas emociones. Por eso se odia al fútbol moderno, porque es ingrato y no guarda memoria en él. Es un negocio usurpador de sentimientos que establece poco romanticismo con los entrenadores.
De este modo, expresaba Aiyawatt Srivaddhanaprabha su sentir: “Esta ha sido la decisión más difícil que hemos tenido que tomar en los siete años que llevamos en el King Power Stadium. Pero tenemos que mirar por los intereses del club a largo plazo, sin pensar en los sentimientos personales, por muy fuertes que sean”.

Decisión que no cuenta con el beneplácito del aficionado del fútbol, y a la que éste resta veracidad tras ver un cambio con tanta indiscreción en el último partido que ha disputado el Leicester. Es curioso pensar que Nigel Pearson haya podido disponer de más oportunidades, y que a Claudio Ranieri le hayan despachado a las primeras de cambio, mientras él se ganó el crédito suficiente para terminar la partida.

Señores, se han equivocado. Han creado una herida en la esencia de lo que habían logrado, y no se tapa con tiritas. Probablemente se salvarán, pero han perdido el cariño del mundo. La gente ya no ve con los mismos ojos a un equipo que le enamoró. Hubiera preferido apoyar una salvación de auténtica hazaña, o incluso amparar el regreso a Premier League tras un descenso. Por amor, por respeto y admiración. Por lo que significa el fútbol.
Nos sentimos con la decepción de un amor de verano, que nos dejó encima de una nube, en las grandes alturas, para hacernos descender bruscamente.

Los días que transcurren ante un adiós precipitado dejan todo tipo de reacciones. Muchas de ellas recaen en la sorpresa y el apoyo a Claudio RanieriIan Stringer y Jason Bourne, de la BBC Radio Leicester, se acercaron a la vivienda del entrenador transalpino para despedirse. Él les invitó a tomar café, mostrando otro gesto de su elegancia, y se reiteró en las palabras de agradecimiento a la afición, como también pudimos leer en su emocionante carta abierta de despedida, donde se sinceró manifestando el deseo que sentía por seguir dirigiendo a los Foxes.

Compañeros de profesión como Mancini, Spalletti, Conte, Klopp o Mourinho han entonado sus palabras, posicionándose en la defensa de Ranieri. El portugués, además, tuvo el gesto de estampar las iniciales del que fuera técnico del Leicester en su polo del Manchester United para rendirle tributo. También la figura de Gary Lineker, que puso en duda la llegada de Ranieri, se mostró dolido por la decisión de los dirigentes del club.
Y como no podía ser de otra forma, entre los jugadores que salieron a la palestra para reconfortar a Claudio, se encontraba su niño prodigio, Kanté, el francés que tuvo un peso indiscutible en el triunfo de la Premier League.

Me hubiera gustado que las palabras de los jugadores se implicaran con anterioridad. Tal vez no queramos creer que ellos sean la razón que ha forzado el despido, y puede que todo sea rumorología que incita a una falsa polémica. Pero la actitud ante el Liverpool ha hecho saltar las alarmas, y abrir un juicio que dictamina si ciertos jugadores han hecho la cama a Ranieri. No sabremos si alguno pidió la cabeza del soldado romano que le enseñó a batallar. ¿Una traición? De ser así, sí. Alevosía de aquellos que han visto como se disparaban sus cifras de valor de mercado. Los mismos que, con él, han colocado en su palmarés un triunfo histórico, de los que no se olvidan en la vida.
¿Pérdida de feeling?, ¿exigencia para el compromiso?, ¿un exceso de ambición?. O quizás, un combinado de todas ellas. ¿Qué es lo que ha pasado para que te hayan hecho esto a ti, Claudio?

Lo mejor que ha obtenido Ranieri no es levantar la Premier League. En una carrera con déficit de segundas oportunidades, tras dirigir previamente a 13 clubes y a la selección de Grecia, consiguió una gesta maravillosa que nos hizo creer en los cuentos de hadas, en una fiesta en la que todos estábamos invitados. La Premier League le concedió mucho más que el significado de un trofeo de vitrina. A sus 65 años se ha ganado un amor propagado en la atmósfera del fútbol. El de una afición que lleva días escribiendo letras envueltas de cariño. El de miles de espectadores que tomaron su turno para dar voz en el King Power Stadium, reivindicando su sentir. Se vistieron con caretas del rostro de su querido entrenador, alzaron pancartas de agradecimiento, y encendieron las linternas de sus smartphones en el minuto ’65 para expresar una gratitud eterna. Un precioso homenaje que reconoce la honestidad de Claudio Ranieri y su legado.

Leer más: Claudio, el fútbol no tiene memoria

Una indemnización económica y un agradecimiento poco veraz y sentido, han acompañado a un hombre de traje y corbata para salir por la puerta de atrás. Sin preaviso, sin rueda de prensa de despedida. Sin toda la parafernalia de un digno adiós que merecía una alfombra roja y un sonoro y eterno aplauso de reconocimiento. Es ahora cuando contemplamos esa camiseta de los Foxes que cuelga en nuestro armario, y los sentimientos se encuentran contrariados. Da igual el dorsal que tengas, te das cuenta que una parte del amor que sientes por ella, se ha ido con él.

Grazie mille, Claudio. Siamo fieri di te!
#ForeverFearless

Editora en SpheraSports. Especialista en Scouting y análisis de juego por MBPSchool. Sport Social Media. Eventos Deportivos

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