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Problemas en la azotea: los Portland Jail Blazers

Los Lakers de Shaq y Kobe
dominaron la NBA a su antojo a principios de este milenio. Todos lo
sabemos. Pero la historia pudo haber sido distinta. 4 de junio de
2000, séptimo partido de las Finales de la Conferencia Oeste. A
falta de pocos segundos para el final del tercer cuarto, los
angelinos iban 16 puntos abajo en el marcador. En un último cuarto
increíble, consiguieron darle la vuelta al partido y se metieron en
las Finales. El resto, como se suele decir, es historia.

El
rival de los Lakers en aquel game 7 eran los Portland Trail Blazers.
Un equipo que contaba en sus filas con Rasheed Wallace, Scottie
Pippen o Arvydas Sabonis entre otros. El tercer cuarto que se
marcaron los de Oregón fue memorable. Sabonis, a sus 35 años estaba
secando a la versión MVP de O’Neal, y
Sheed
hacía lo que quería sobre el parqué. El triple de Pippen que puso
el 55-71 en el marcador del Staples Center era la guinda a un pastel
que únicamente necesitaba enfriarse durante los siguientes doce
minutos. Por eso, casi dos décadas después todavía cuesta explicar
el cortocircuito que sufrieron en aquel fatídico último cuarto. El
del famoso alley-oop de Shaquille O’Neal a pase de Kobe Bryant.

Tras
ese segundo traspiés consecutivo a las puertas de las Finales, los
Trail Blazers entraron poco a poco en una espiral que les hizo más
famosos por sus constantes problemas con la justicia que por su
rendimiento sobre los parqués de la NBA.
Peleas,
armas, drogas, violencia doméstica… habían nacido los Portland
Jail Blazers.
Maurice Cheeks tuvo que manejar un vestuario que era una auténtica
bomba de relojería.

Bajo
el mando de Cheeks, Portland fue de más a menos. Jugaron un par de
veces los Playoffs (sin pasar de la primera ronda) y a partir de ahí
llegaron cada vez más y más derrotas y problemas extradeportivos.
En 2006, ya con Nate McMillan en el banquillo, el equipo tocó fondo:
21-61 de balance, el peor registro de toda la NBA. La nota positiva
fue que a partir de ahí empezó la limpieza del vestuario.

La
prensa estadounidense sitúa el inicio de la autodestrucción de
aquellos Blazers en la llegada de Shawn Kemp en 2000
.
Con apenas 30 años, el ala-pívot poco tenía que ver con el que
surcaba los cielos de Seattle en la década de los noventa. Vistiendo
el negro blazer, fueron más notorios sus problemas de sobrepeso y su
adicción al alcohol y a la cocaína que su rendimiento deportivo.

El
foco de las críticas fue a parar a Bob Whitsitt, el general manager
del equipo durante esos años. Tuvo un ojo increíble para llevar a
Oregón a lo mejor de cada casa. Él fue quien conformó el núcleo
de los Jail Blazers: Bonzi Wells, Rasheed Wallace, Damon Stoudemire,
Zach Randolph,
Shawn
Kemp, Qyntel Woods y Ruben Patterson. Andrés Montes bautizó a aquel
equipo como “sospechosos habituales”, haciendo referencia a la
oscarizada película de 1995.

El
Big Three original (en lo referido a frecuentar comisarías)

lo conformaban
Wells, Wallace y Stoudemire. Los tres eran problemáticos, aunque lo
suyo no era nada en comparación con lo que montaban otros
compañeros.

Sheed
era el mejor jugador de aquellos Blazers que casi tumban a los
Lakers. Tenía calidad y mal genio a partes iguales. Tras un partido
ante los Sonics, él y Stoudemire volvieron a casa en el Hummer de
Mighty Mouse
(conducía una tercera persona). Entrada la madrugada, la policía
paró el vehículo por circular a más velocidad de la permitida, y
cuando se acercaron notaron un olorcillo sospechoso. Ante la
acusación de los agentes de que en el coche había marihuana, los
jugadores respondieron: “
No
se preocupen, ya nos la hemos fumado toda
”.

La
marihuana es la droga protagonista de muchos de los incidentes de los
Blazers de principios de siglo. Stoudemire tuvo unos cuantos
percances con ella. En 2002 le descubrieron medio kilo en casa y en
2003 le pillaron con una onza y media en el aeropuerto de Tucson. Su
carrera estuvo colgando de un hilo ante tanta reincidencia.

Bonzi
Wells, al que
Montes
llamaba “Alcatraz” no tuvo problemas conocidos con las drogas. Él
prefería pegarse con otros jugadores y enfrentarse a sus
entrenadores. En 2002, cuando el término Portland Jail Blazers
comenzaba a ganar fama y el Rose Garden abucheaba a su equipo, Wells
soltó esto en una entrevista: “
Nuestros
fans no nos importan. Pueden abuchearnos todo lo que quieran, pero
seguirán pidiéndonos autógrafos cuando nos vean por la calle
”.

Pero
nadie representa mejor lo que fueron los Jail Blazers que Zach
Randolph
.
Con la marcha de
Wallace a Atlanta en 2004 descubrimos el verdadero potencial de Z-Bo,
que llevaba un par de temporadas en el equipo. Esa facilidad para
hacer dobles-dobles que le convirtió en la estrella del equipo. Pero
por desgracia también fue la cara visible del lado oscuro de los
Blazers.

En
2003 tuvo unos cuantos líos con la justicia: fue detenido por beber
siendo menor de edad, estuvo implicado en un tiroteo en un local de
Indiana y le arrestaron por posesión de marihuana y participar en
carreras ilegales. Así remató un año en el que le partió la
cuenca del ojo a su compañero Ruben Patterson de un puñetazo por
detrás. En agosto de 2006 fue acusado de violación (fue absuelto
por falta de pruebas) y en diciembre de montar peleas de perros junto
a su compañero y amigo Qyntel Woods. No se pudo demostrar del todo
que el 50 estuviera implicado en eso: el tío que les acusó declaró
posteriormente que no se acordaba. Qué cosas, le habían dado una
paliza días antes de declarar.

Afortunadamente,
Randolph encontró la redención en Memphis, y cuando se retire será
más recordado por los años del
grit
and grind
que por
los numerosos líos de sus primeros años en la liga.

Que
Ruben Patterson tuviera problemas con sus compañeros no era de
extrañar, ya que el ex de la Universidad de Cincinnati no era
precisamente un angelito. De hecho, el puñetazo que le propinó
Randolph fue el resultado de una discusión entre Patterson y Qyntel
Woods (otra buena pieza), íntimo amigo de Z-Bo. En el historial del
alero/ala-pívot figuran delitos de intento de violación a la niñera
de sus hijos y de agresión a su esposa. También fue suspendido por
el equipo por insultar a su entrenador Nate McMillan.

El
famoso Qyntel Woods llegó a Portland elegido por la franquicia en la
primera ronda del Draft de 2002. Sólo estuvo dos temporadas en los
Blazers (3’1 puntos de media), pero eso no le impidió ser una de
las
almas de la
fiesta
. Entabló
amistad con Randolph, por lo que nada bueno podía salir de ahí.
Tras su año de novato, Woods fue detenido por exceso de velocidad.
Para empeorar la situación, conducía sin carnet y, según la
policía, llevaba encima 28 gramos de marihuana. El tema de las
peleas de perros en su casa fue la gota que colmó el vaso. Las
autoridades le confiscaron sus dos pitbulls y le condenaron a 80
horas de servicios comunitarios. Los Blazers le despidieron en enero
de 2005.

El
último chico malo de los Jail Blazers fue Darius Miles. Todo un
número tres del Draft que llegó al Rose Garden en 2004. Le valió
menos de un año para tener problemas con Mo Cheeks. Ningún
entrenador querría haber estado en su lugar durante esos años. El
mítico ex base de los Sixers avisó al general manager John Nash
(Whitsitt fue despedido en 2003) de la discusión que había tenido
con Miles en la que este le había proferido insultos racistas. “
Eso
es, ve corriendo con papi
”,
le gritó cuando Cheeks abandonó el vestuario.

Tras
tocar fondo en 2006 comenzó la nueva era, la de los LaMarcus
Aldridge, Brandon Roy y compañía. El traspaso de Zach Randolph a
los New York Knicks en 2007 fue carpetazo definitivo a una de las
etapas más oscuras de la historia de la franquicia. Los Portland
Jail Blazers, un equipo que amasó talento y problemas disciplinarios
por igual. Junto con los New York Knicks de Isiah Thomas, los grandes
animadores de la parte baja de la NBA.

Periodismo UCM. NBA en @SpheraSports y Sporting en La Voz de Asturias (@sporting1905).

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