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Pirlo no es un ejemplo

En Flero, un pequeño pueblo del norte de Italia, hace 37 veranos nació uno de los mejores jugadores de los últimos lustros. Un hombre que impuso su propio estilo y que, a pesar de que su físico nunca fue excelso, sigue demostrando que podría estar jugando hasta la edad que quisiera.

El maestro, que empezó su carrera en la media punta, consiguió hacer entender a la gente lo que significa ser un regista: es algo así como ser un base de la NBA, haciendo saber a tus compañeros que todos los balones deben pasar por tus pies. Él recibe una pelota, la cocina y la manda al pie del jugador mejor posicionado. Las televisiones de hoy en día te permiten parar los partidos en directo. Con Pirlo se puede parar la emisión y pensar: “Yo cambiaría el juego a la otra banda”. En el momento que le das al play, él hace lo que tú piensas.

 

Asimismo, hay algo de su personaje que es erróneo. Su forma de jugar es totalmente opuesta a la actual. En el alto nivel prima el físico mucho más que la calidad y Pirlo es un ser aberrante que, en caso normal, no hubiera llegado a la primera división. Pero es diferente. El Milan, aun así, fue el único que pensó que no tendría suficientes pulmones para estar en un grande.  Todo el mundo suspiró por tenerle en ese momento incluso Conte, que ahora le deja fuera de la azzurra, y se convirtió en el arquitecto para que su Juventus se convirtiera de nuevo en una potencia. Fichó a Vidal y a Pogba, escuderos fantásticos, para que solo tuviera que coger el pincel y empezara a dibujar fútbol.

Sus gestos en el terreno de juego desprenden un grandísimo narcisismo. Se le hacen vinos e, incluso, perritos calientes. Nunca parece nervioso y del Mundial de 2006 decía esto: “Nunca siento presión. Pasé el 9 de julio de 2006 durmiendo y jugando a la Play, por la tarde salí al campo y gané el Mundial”. Algunos jóvenes han querido imitarle y ahí está el error. La sensación cuando juega es que apenas suda porque solo tiene una función: mover el equipo. Pero los chicos deben pensar que no pueden ser así porque eso solo lo puede hacer Andrea Pirlo. Un hombre irrepetible y, por ello, el peor ejemplo que uno se puede encontrar.

Martorell (Barcelona), 1996. Periodista freelance. Amante del fútbol y loco por la Premier League. En mis ratos libres intento practicarlo.

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