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Mundial de fútbol – Suiza 1954 - 'EUROPA, HERIDA ABIERTA'

El retorno del
Campeonato Mundial de 1954 a Europa copaba todas las miradas de los aficionados
al fútbol que esperaban ansiosos la llegada del nuevo Mundial. Solo Suiza
parecía poder postularse como lugar de emplazamiento en el continente europeo,
tras los desastres de la Segunda Guerra Mundial, por la que el viejo continente
seguía lamiéndose las heridas. Quizá el entorno europeo y la experiencia en el
pasado mundial de 1950, hizo que Hungría, comenzara a sonar como nueva campeona
del mundo, con un equipo muy novedoso en cuanto a recursos y con una abusiva
capacidad goleadora, con la que avasallaba a cuantos rivales se pusieran en
frente bajo la dirección de Gusztav Sebes. Ayudó a tener esta visión de los
magiares, una de las primeras muestras de poder en la fase de grupos, contra un
equipo que buscaba, en ese mundial, dejar atrás el terrible pasado y mirar al
futuro con ojos limpios y llenos de esperanza a través del deporte: Corea del
Sur.

Herida aún tras los
terribles estragos de la invasión japonesa, llegaba al Mundial de Suiza con la
esperanza de llevar orgullo y honor a los habitantes de un país que, tras las
penurias sufridas a manos de Japón y una cruenta guerra civil, encontraba pocos
motivos para la ilusión. La clasificación fue desde el inicio, una de las
partes más tensas dentro de la aventura hacia el Mundial del equipo nacional de
Corea del Sur. Debían enfrentarse a doble partido contra Japón, rivales social
y deportivamente y causante principal de las grandes llagas que la Segunda
Guerra Mundial dejó en el país asiático. Este hecho a punto estuvo de
impedirles disputar el Mundial, por el empecinamiento gubernamental coreano de
impedir que la selección nipona pudiera jugar en su país. Tras solucionar ese
entuerto disputando ambos partidos en Tokio y superar la fase clasificatoria
con holgura, los pupilos de Kim Jung-Sik comenzaron su aventura frente al peor
de los rivales posibles, la gran favorita: la Hungría de Kocsis, Puskas e
Hidegkuti.

La que se
destaparía más tarde como finalista en Berna ganó por nueve goles a cero. Para
Corea del Sur, aunque esperado, su comienzo no pudo ser más frustrante, más si
cabe conociendo las expectativas que la ronda de clasificación contra Japón les
había creado. El segundo partido, esta vez contra Turquía, únicamente sirvió
para confirmar que el viaje de Corea del Sur al Mundial de 1954 sería mucho más
corto de lo deseado y sumando siete goles más en contra. En ese mismo grupo 2
del Mundial, junto a las ya citadas Hungría y Turquía, acompañaba a la
selección coreana Alemania Occidental. Equipos de dos países alejados por más
de ocho mil kilómetros, unidos por la guerra y las consecuencias de la misma, y
que en la fase de grupos, fueron derrotadas por los ‘magiares mágicos’, como si
el destino les tuviera reservado ese espacio. El final, en cambio, para
Alemania Occidental y para Corea del Sur, no pudo ser más dispar, pues los
germanos, en sus primeros pasos tras su vuelta a los campeonatos mundiales,
consiguieron lograr lo que parecía imposible. En el bien llamado “milagro de
Berna”, Alemania consiguió superar el juego y los goles de los rivales húngaros
en una final que pasaría a la historia.

Hungría no pudo
superar con juego, goles e ideas revolucionarias, a una selección alemana que logró
unir voces, sueños e ilusión al servicio de sus piernas. Consiguieron firmar
una final que nadie olvidaría en la historia de este deporte, con un resultado increíble,
ante un rival portentoso e inolvidable y una Alemania nueva, que no solo consiguió
algo que parecía imposible, sino que lo conquistaron a través de un balón:
encender la ilusión y la esperanza de un pueblo devastado por el horror.

Valladolid, 1988. Social media. Periodismo por vocación y afición. Con el fútbol como vía para contar grandes historias. Apasionado del fútbol internacional y "vintage".

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