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Mundial de Fútbol -Años 30: 'Veni,vidi,vici'

El Mundial de Fútbol nació entre dos
guerras. Se abrió paso para unir naciones en vez de separarlas en un punto
clave de la historia. Quizá por eso, los primeros años del fútbol en un
Mundial, crearon mitos y leyendas de aquellos que los jugaron y de aquellos que
los ganaron. Si en el comienzo, el jugado y ganado por Uruguay en casa, alejado
de la vieja Europa, fue la consagración de una idea europea en América, las dos
siguientes ocasiones recaerían en Italia, un país vital para entender esa
época. Solo cuatro años se necesitaron para deducir que el fútbol es más que un
deporte. Un fenómeno social.

‘Il Duce’ no concebía un
escenario distinto que el de su Italia levantando la Copa del Mundo ante toda
su afición y sobre las cabezas de aquellos países que, derrotados, entendieran
el poderío con el que contaban los hombres que componían la ‘Squadra Azzurra’
en las ediciones de 1934 y 1938. Dos selecciones con hombres clave como Giuseppe
Meazza, Giampiero Combi, Raimundo Orsi, Silvio Piola o Giovanni Ferrari;  entrenados por Vittorio Pozzo.

En la primera oportunidad, en
casa, no solo imaginaba el brillo de la Copa Mundial en manos del capitán y el
triunfo del ideal fascista también en el deporte, sino que soñaba, por encima
de todo, que el rival frente al que lo consiguiera fuese Alemania. La
competición fue adulterada hasta el punto de eliminar las fases previas de
grupos, tal y como las conocemos y tal y como se plantearon en Uruguay 1930.
Poner a Italia en un extremo y a Alemania en el otro solo era un paso más en el
entramado en el que Mussolini pudo interceder a la hora de conseguir la final
soñada. Nunca pensaron que los planes, en el fútbol, son algo anecdótico desde
el pitido inicial del árbitro. El equipo italiano no tuvo problemas en
deshacerse de Estados Unidos, primer rival al que se enfrentaban. Con siete
goles a uno, Italia vencía en un partido en el que los ‘yankees’ no
consiguieron incomodar a los Meazza, Schiavio u Orsi, muy superiores
técnicamente y claramente objetivo de la condescendencia de unos árbitros sobre
los que recayó también la advertencia de Benito Mussolini: “Vencer o Morir”. El
miedo y el juego duro hicieron presa de aquellos equipos que jugaban frente a
los italianos. Solo España, con un empate a uno, con goles de Ferrari y
Regueiro puso algún problema al destino de los anfitriones. En el lado opuesto,
la sorpresa la dio Alemania, que, tras ganar a Bélgica y a Suecia, no pudo con
la Checoslovaquia de Karel Petru, que con un hattrick de Nejedly derrotó al esperado
rival de Italia en la final. Sin salirse mucho del guión, la Italia de Pozzo
derrotó por último a Checoslovaquia, por dos goles a uno (el último de ellos en
la prórroga), salvando los muebles  y
cumpliendo con el plan.

Cuatro años más tarde, con la
victoria ante Checoslovaquia en la final disputada en el viejo Stadio Torino,
Pozzo y su Italia se enfrentaban de nuevo al reto de cumplir con las exigencias
que Mussolini le ponía al conjunto ‘azzurro’. En esta ocasión, fue Francia el
organizador, conservando el modelo de 1934 sin fase de grupos, por lo que a la
Selección Italiana le esperarían en duelos eliminatorios, Noruega, Francia y
Brasil antes de poder disputar el trofeo mundial. Los tres duelos los supo
resolver Italia con garantías, hasta llegar a la ansiada final ante Hungría,
una selección que empezaba, con su talento, a dar muestras de lo que iba a ser
en los años 50. Este duelo, resuelto de manera contundente por los jugadores
italianos, se resolvió con cuatro goles de Colaussi y Piola, frente a los dos
de los húngaros Sarosi y Titkos. ¿El “vencer o morir” de Mussolini había
conseguido encumbrar a base de miedo a su selección nacional? ¿O había
conseguido unir a un pueblo en torno a un objetivo lejos de la realidad social?
Lo claro, innegable y demostrable, que venció la unión frente al terror, la
solidaridad y el deporte, frente a las amenazas. Como dijo Szabo, portero
húngaro: “Nunca fui tan feliz por recibir cuatro goles. Hoy he salvado la vida
a once seres humanos”. La guerra llegó y acabó. El Mundial siguió creciendo.

Valladolid, 1988. Social media. Periodismo por vocación y afición. Con el fútbol como vía para contar grandes historias. Apasionado del fútbol internacional y "vintage".

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