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Moses Malone, leyenda de bajo perfil

Por algún extraño motivo, a Moses Malone no se le recuerda
como debiera. Su fallecimiento, en septiembre de 2015, lo devolvió durante un
tiempo a la primera plana y al imaginario colectivo. Pero poco más. Y es que
Moses no suele ser tema recurrente o formar parte de los debates históricos en
la medida que merece. Quizá debido a ello, a mí siempre me ha dado la sensación
de que nunca se le ha valorado lo suficiente.

No sé si se debe a su estética, a su manera de moverse por
la pista, o a que en los ochenta los flashes iluminaban a jugadores de otro
corte… No lo sé, la verdad. Lo que sí sé es que se la memoria no es justa con
un tipo que ganó los mismos MVP que Larry Bird y Magic Johnson. Para que nos
hagamos una idea: solo Kareem Abdul-Jabbar (6) Michael Jordan (5), Bill Russell
(5), LeBron James (4) y Wilt Chamberlain (4) poseen más  trofeos Maurice Podoloff. Sí, por detrás de
Moses están todos esos nombres ilustres que se nos vienen, tan fácil, a la
mente.

De primeras pienso en Darryl Dawkins, debido a que fue su
sitio el que Mo ocupó cuando llegó a Philadelphia en 1982 desde Houston. Chocolate Thunder pasó a formar parte de
la plantilla de los Nets, dejando el puesto de cinco a Malone. Pero otros
hechos hacen que los relacione. Ambos saltaron al profesionalismo sin haber pasado
por la universidad y los dos alcanzaron el cénit de sus carreras vistiendo la
camiseta de los Sixers. Bien, físicamente Dawkins era superior, su estilo mucho
más atractivo, su capacidad mayor. Y fuera de la propia cancha, su simpatía y
locuacidad hicieron de él un tipo adorado por los medios. Pero si hablamos de
baloncesto está a años luz. ¿Entienden a dónde quiero llegar? El foco no es
ecuánime.

Moses se nos fue con
apenas sesenta años. Una paradoja. Porque era relativamente joven y sin
embargo, alcanzada la treintena, nos resultaba extrañamente mayor. Dejó los
Sixers en 1986 y, pese a que siguió firmando números de All-Star durante las siguientes cuatro campañas (de hecho, lo
sería), parecía haber desaparecido de la primera línea. No le fue bien en
Washington, como tampoco le iría mejor en Atlanta. Aquellos Hawks de Mike
Fratello, que sumaron a Reggie Theus y a él ese curso para completar un
cuarteto de figuras junto a Dominique Wilkins y Doc Rivers, habían tocado techo
antes de su llegada.

Malone fue quizás, junto a Dennis Rodman, el mejor
reboteador de la era moderna, la de la televisión en color. Y a partir de ahí,
fue todo lo demás. Una vez, al ser preguntado por su habilidad, respondió: “Simplemente, voy a por la bola”. Tan
sencillo como eso. Tan complicado como en realidad resulta. Moses era un adicto
al trabajo, así que es injusto asumir que sus brutales números en rechaces
resultaron únicamente producto de la intuición o instinto. Claro que eso es un
plus, pero lo suyo va más allá. Su empeño le hizo crecer.

En 1974, Moses se
convirtió en el primer jugador que pasaría directamente del High School al profesionalismo, movido
por las necesidades económicas. Con apenas dieciocho meses, su padre un día
salió de casa para no volver. Su madre, quien había sido la responsable de ello
(echó a su marido debido a su condición de alcohólico) se vio obligada a
trabajar duramente para sacar adelante al crío. Nada nuevo para alguien que
abandona sus estudios sin completar el periplo escolar. Así pues, el millón de
dólares a cobrar en cinco años en Utah Stars era una golosina tan apetecible
como indispensable. De modo que aun sin un cuerpo en principio acorde a la
exigencia (pesaba 98 kilos cuando aterriza en la ABA), se une a los mayores y
de inmediato se convierte en referencia de la liga.

Su entrenador entonces, Tom Nissalke, diría que “el joven Moses no poseía más movimientos
ofensivos que su devastadora habilidad para ir a por el balón en el cristal”
.
Y Larry Brown, quien lo viese por en un partido de playoffs en su año rookie capturar
38 rechaces, lo calificaría como el mejor reboteador ofensivo que hubiese visto
nunca. Pero no lo dijo posteriormente (se retiró liderando la lista y aún hoy
sigue al frente de la misma), sino que lo hizo en ese momento, cuando Malone
apenas contaba con dieciocho primaveras.

Moses demostró que no
todos los jóvenes necesitan forzosamente curtirse en la NCAA. Su fadeaway era autodidáctico y, debido a
su talento para entender el juego, fue adquiriendo cada vez más movimientos y
recursos. A finales de la década de los setenta y principios de los ochenta ya
había arrebatado a Kareem Abdul-Jabbar el cetro de mejor pívot del planeta.
Con un equipo bastante justo (su balance en Regular
Season
había sido de 40-42) se plantó en la final de la NBA en 1981.
Entonces llegó a decir, tras señalar la prensa a los Rockets como un grupo sin
capacidad de hacer frente a los entonces poderosos Celtics, que podría
vencerles con cuatro chicos de Petersburg (Virginia) que no practicasen
habitualmente este deporte. Eso sí, la lógica se impuso y los texanos fueron
superados en seis choques.

No tuvo que esperar demasiado para tomarse la revancha. En
1983 aterrizaba en la Ciudad de Amor Fraternal para lanzar su predicción más
recordada. Al ser interrogado sobre cómo transcurrirían las eliminatorias,
respondió aquello de “Fo-Fo-Fo”,
aludiendo a que sus rivales caerían barridos en las tres series. No fue
exactamente así, pero junto a Julius Erving, Adrew Toney, Maurice Cheeks y Bobby
Jones arrasarían con sus adversarios. Solo Milwaukee fue capaz de vencerles en
un partido. Fo-Fi-Fo (4-0, 4-1 y 4-0), que también vale. Los 76ers, que habían
caído ante Los Angeles Lakers en 1980 y 1982, pudieron por fin vengarse, y una superestrella
como Erving conquistar el ansiado anillo.

Moses destacaba demás por su calidad humana. Del Harris fue
su coach en Houston y Milwaukee.
Durante el funeral pronunció las siguientes palabras acerca de Malone: “Mo nunca fue tan reconocido como el resto
de las diez o veinte grandes superestrellas de la historia de este deporte. Él
nunca hizo autobombo ni se puso por delante de nada o de nadie. Todo el mundo
puede ver sus números, pero pocos conocen al hombre tan divertido, listo y
buena persona que era”
. Charles Barkley, también presente, añadiría: “Cuando llegué a los Sixers, en 1984, tuve
un puñado de hermanos mayores en el equipo. Pero uno de ellos, y sigo sin
entender todavía por qué, me trató como un hijo. Fue Moses. Una vez, frustrado,
le expliqué que no sabía qué hacer para jugar más. Él me contestó que estaba
gordo y era un vago. Me llevó al gimnasio y me hizo perder cinco kilos en poco
tiempo. Al sentir que estaba jugando más y mejor, me insistió en que entonces
perdiera diez más y ya vería. Cada vez que lo veía le llamaba papá y le decía
que apreciaba enormemente todo lo que hizo por mí”
. Para Julius Erving, “Moses lo hizo a su manera, como Sinatra. No
era el tipo más elocuente o delicado, pero siempre hizo lo que predicaba. Amaba
la vida al máximo y supo aprovechar su tiempo aquí”
.

Moses Malone se retiró habiendo sido trece veces
All-Star, MVP de las finales y tres
veces MVP de la NBA. Promediando a lo largo de su carrera más de veinte puntos
y doce rebotes, estadísticas que elevaba en post temporada.
Este
miembro del Hall of Fame, una noche se durmió para no volver a despertar. De
Moses Eugene Malone se pueden contar mil batallas. Su carrera da para eso y
más. Aunque no lo tengamos casi nunca presente. 

Tenerife. Estudié sociología aunque siempre he estado vinculado al mundo de la comunicación, sobre todo haciendo radio. Deporte en general y baloncesto más a fondo.

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