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La travesía de Héctor Herrera

Héctor Herrera es nuevo jugador de Dynamo Houston. Termina así su vínculo con el Atlético de Madrid tras tres años en los que ha dejado un camino de luces y sombras. Quizás más de las segundas que de las primeras. No ha cuajado donde se le esperaba, pero ha sorprendido donde no. El mexicano no se marcha de manera inmediata, sino que lo hará libre cuando se acabe la temporada en España, y ha tomado la decisión en un momento en el que parecía pasar por una buena racha en el Atlético. Si bien hace solo 10 días el jugador aseguraba a EFE que no había hablado con el Atlético por una renovación, pero que estaría encantado de seguir en la capital española, ahora ya es oficial su llegada a la MLS, a un equipo propiedad de un compatriota y que tiene como asociado mayor al ex boxeador Óscar de la Hoya.

Héctor Herrera fue, sobre el papel, un pelotazo del Atlético en el verano de 2019. El jugador llegaba con una doble función. El Atlético, que acababa de absorber un club en México y había abierto una franquicia con el Atlético San Luis, necesitaba mover activos en el país y llamar la atención de un pueblo pasional, enamorado del fútbol, al que ya se había acercado vagamente en la época moderna con las estadías de Javier Aguirre y el paso fugaz de Raúl Jiménez, además de sus partidos y sus giras veraniegas por la zona. “Estoy obsesionado con fichar a un jugador de México”, afirmaba Gil Marín en marzo de 2019, meses antes de la contratación oficial con Herrera, cuando los contactos ya estaban prácticamente cerrados.

Herrera era un filón mediático, pero un magnífico jugador. Capitán de México y del Oporto, había sido durante una década el sostén de la mejor generación mexicana de la historia (Oro Olímpico en Londres, Copa Oro y Concacaf en 2015) y durante más de un lustro el pulmón del Oporto. El Manchester United se había interesado en él en diversas épocas e, incluso, en una, el fichaje solo se frustró por el tedioso papeleo con el permiso de trabajo. Mourinho, que ha intentado convencerle para jugar en Roma, también puso su nombre encima de la mesa cuando fue técnico del propio United y del Real Madrid. Lopetegui, que le tuvo a sus órdenes varios años en Portugal, trató de llevarle al equipo blanco en 2018 y el Barcelona, en un intento de ahorrarse la ficha de Arturo Vidal, intentó que en 2019 Héctor Herrera llegara libre a ocupar su rol. Otros, como el Inter o el West Ham también se asomaron, pero Herrera ya tenía su decisión tomada.

El fichaje se antojaba primoroso. Un jugador libre, con experiencia internacional, con recorrido en Champions y que había destacado toda su carrera por ser un motor en la medular. Solo podía llegar a sumar y para bien. Herrera volaba en el Oporto, pero el futbolista que apareció en el Atlético fue todo lo contrario. Más ancho, más corpulento, le costó la exigente pretemporada en Los Ángeles de San Rafael y no entró en los planes de Simeone en las primeras semanas. “Se parece mucho a Saúl”, decía Simeone, argumentando, simplemente, que el canterano le cerraba el sitio. Pero Herrera nunca estuvo a ese nivel físico que había mostrado en años anteriores y que le había hecho marcar diferencias. No le daba para jugar en un doble pivote en el que Thomas, Koke y Saúl le pasaban por encima y acabó teniendo sus primeros minutos en la banda. Ahí se le vio perdido, pero se descubrió que tenía un buen pie que hasta entonces no había puesto demasiado en escena. Así, alternó la posición de interior con la de doble pivote. En la banda se aprovechaba su buen desplazamiento de balón, pero se le notaba incómodo. En la medular, repartía con criterio, pero había partidos, los de máximo nivel y exigencia, en los que se le notaba una marcha menos de lo que el ritmo pedía.

El problema con Héctor Herrera, básicamente, es que ha sufrido demasiadas lesiones y problemas de forma física. Un gran debe si se tiene en cuenta que precisamente llegó con la vitola de pulmón. Cuando enganchaba una buena racha de partidos, se lesionaba, y cuando quería volver a coger ritmo, otra vez recaía. Esa fue la tónica de sus primeras dos temporadas, sobre todo. Porque el primer año, tras costarle mucho coger el ritmo del equipo, empezó a contar, y cuando se asentó entre los jugadores de confianza de Simeone, jugó 19 partidos seguidos, 13 de ellos desde el arranque, pero se lesionó. Concretamente en la final de la Supercopa, ante el Real Madrid. Era enero, llevaba siendo esencial desde octubre, y no se le volvería a ver hasta después de la pandemia, casi con la temporada acabada y condicionada por esa pérdida de forma que sufrió él, como algunos otros (Felipe).

Su segunda campaña, donde se debería haber asentado, tuvo el guion idéntico. Le costó entrar al principio, asfixiado tras la pretemporada al sprint que hubo que hacer por ese parón por el Covid (y porque el Atleti jugó en agosto la Champions del curso anterior). Cuando entró en el equipo y empezó a ser titular, se desgarró. Volvió un par de semanas después, pero nuevamente se volvió a lesionar. El día que regresó, jugó seis minutos, pero dio positivo por Coronavirus al día siguiente y, cuando se había recuperado, su madre falleció y el club le dio permiso para marcharse unas semanas a su país. En definitiva, entre noviembre y abril, en el que el Atleti jugó 27 partidos, más de la mitad de la temporada, Herrera solo estuvo disponible en siete. Eso sí, cuando regresó, era el Atleti el que necesitaba aire, aquejado de una serie de malos resultados, y él entró en el once titular, hasta que la derrota ante el Athletic, a falta de cinco jornadas para el final, le dejó en un papel secundario en esas ‘cinco finales’ en las que el Atleti ganó LaLiga.

Esta campaña, la tónica ha vuelto a ser más de lo mismo. Arrancó el curso directamente lesionado, perdiéndose varios partidos y teniendo que coger la forma mucho más tarde que el resto porque cuando el Atleti ya había vuelto a los entrenamientos tras un mes de vacaciones, él tenía que jugar aún la final de la Copa Oro con México. Se perdió varias semanas de preparación, entre sus escasas vacaciones, la lesión y la recuperación de forma física, pero a diferencia de las otras temporadas anteriores, no entró en los planes de un Simeone que le agradecía los esfuerzos en los entrenamientos y hace poco aseguraba merecía jugar algo más.

Y ese merecimiento se le ha cumplido con cuatro titularidades y tres exhibiciones en los últimos partidos, destacando el difícil duelo ante el Manchester United, donde junto a Kondogbia se comió a Fred y Pogba. Herrera ha sido una brújula y una bombona de oxígeno en un equipo que necesitaba algo más en una temporada de Koke que no estaba siendo idílica y en la que De Paul, en su primer curso, ha tenido también luces y sombras y nula regularidad. Ante el Betis, el domingo, se volvió a ver esa irregularidad de la que ha hecho gala en todo este tiempo de rojiblanco. Un error suyo en salida de balón, por falta de dinamismo, de ritmo y por ese fogonazo de ideas que ha mostrado cuando ha sido presionado en salida de balón cerca del área propia, supuso el gol del empate de Tello, que afortunadamente para él no fue crucial para el resultado final. Sin duda, un jugador de sus características es necesario en la plantilla. Aporta cosas necesarias en momentos puntuales, pero nadie se debería echar las manos a la cabeza por la salida de un jugador que ha suspendido para lo que se le trajo y ha sido un camino de rosas y espigas en los menesteres en los que sí ha aportado.

Imagen de cabecera: @atleti

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