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LA TORMENTA Y EL ¿ERROR? DE HACER EL DEPORTE EXCESIVAMENTE TÁCTICO

Recientemente Jaén Paraíso Interior se coronó campeón
de la Copa de España. En la tournée clásica
de los jugadores tras la conquista, destacó una entrevista de Chino, MVP y máximo goleador del
torneo, en el programa de humor La
Resistencia. A raíz de aquella distendida entrevista, en apariencia carente de interés futbolístico, surge
una duda: ¿estamos encorsetando al deportista, y haciendo previsible, por ende,
al deporte? ¿Acaso no estamos herrando el tiro al querer que nuestros hijos sean
más profesionales desde alevines, impidiendo que la calidad natural aflore?

La entrevista a Chino corrió a cargo de David Broncano, humorista y
presentador del programa. Aunque los derroteros son humorísticos –o quizá
debido a ello− la entrevista nos dejó un
gran titular a los amantes del fútbol sala. El presentador, ignorando los
fundamentos del portero jugador, preguntó al jugador albaceteño por tal suerte.
Mientras charlaban de forma relajada, la realización pasaba unas imágenes del momento
en que anotaba Jaén el 3-2 ante Ríos Renovables en el encuentro de semifinales,
anotado por el propio Chino a falta de
un segundo para el final.

Preguntado sobre la táctica
empleada, Chino reconoció que es algo que Dani Rodríguez (entrenador) llama en
los entrenamientos “tormenta”. ¿En qué
consiste la tormenta? En que si los jugadores ven que tal o cual jugada no
sale como resulta según lo planeado, y el equipo se bloquea, uno de los
jugadores grita tormenta, y cada cual hace lo que le da la gana.
Literal. “Sí, sí”, reconoció el 20 de
Jaén viendo las imágenes, “ese gol es una
tormenta total
”, dijo entre risas.

Los especialistas devanándose los
sesos (servidor también se los devanó, pero estoy lejos de considerarme
especialista), columnas de opinión alabando el juego de cinco de Jaén,
entrevistas de profesionales a jugadores, y tuvo que ser un cómico quien
sacase, en mi humilde opinión, la
reflexión más interesante de cuantas he leído o escuchado. Finalmente,
la  épica se “redujo” a un momento de
inspiración de los jugadores.

Evidentemente eso no desmerece el excelente trabajo
de todo el cuerpo técnico jienense que, unido a la calidad de unos jugadores
profesionales, les permitió salvar una situación muy comprometida. Sin disciplina, entrenamiento y rigor
táctico, jamás hubiesen conseguido el título. Pero resulta curioso y,
echando la vista a las categorías base, sintomático.

La pérdida de calidad
en las nuevas generaciones

Todos los países tienen una
camada mejor que otra. Hemos visto equipos, en todos los deportes, que sin
tener una gran tradición, han conquistado un Mundial juvenil, o un Europeo sub algo. Países de los que, años después,
solemos decir que están ante su oportunidad histórica, y si finalmente
comienzan a retirarse sin un título, nos lamentamos diciendo eso de “han desperdiciado a la mejor generación de
su historia”. Pero esas generaciones aparentemente espontáneas van
desapareciendo para dar equipos calcados, donde prima la táctica, la intensidad
defensiva, y la calidad es algo adicional y, sobre todo, secundario.

Sin embargo, en fútbol sala hemos
visto en un intervalo de apenas dos meses dos competiciones clave para entender
a qué me refiero: por un lado, del 30 de enero al 10 de febrero vivimos la Eurocopa de selecciones menos goleadora
de la historia. Nadie que no ame
este deporte pudo engancharse viendo partidos que, más allá de la emoción de la
clasificación, no aportaron nada. Y apenas un mes después, del 15 al 18 de
marzo, la Copa de España se disputa en el WiZink Center. Ambiente inmejorable, una
asistencia nunca vista en Copa de España
y, ¿qué más? Nuevamente un espectáculo pobre en cuanto a calidad y de nuevo
récord negativo de goles.

Echando la vista atrás vemos que
desde muy pequeños, los niños aprenden los principios de  las rotaciones, a buscar paralelas y trabajar
el segundo palo. Se les enseña que hay que sacrificarse por el equipo, cómo defender
en bloque o a montar un contragolpe. Sin embargo, apenas hay regateadores. El fútbol sala siempre fue el refugio de
los jugones, de los niños de la calle que trasladaban su habilidad de las
pistas de cemento al parqué. Siempre fue así. Los buenos te chuleaban, y los
malos les dábamos patadas. “La ley de la calle”, teníamos a bien llamarlo.
Éramos jóvenes, y la envidia era fuerte entre los menos hábiles.

¿Qué ha sido de esos chicos? Se les ha encorsetado en sistemas. Les
hemos mareado desde que tienen ocho años diciéndoles que nada de uno contra uno, que en lugar de la finta o la pisada hagan
un apoyo, jueguen rápido y no arriesguen. Por el camino hemos olvidado que el
objetivo principal del deporte, a esas edades, es entretener y permitir a los
más pequeños que se diviertan haciendo ejercicio, y les hemos convertido en
autómatas que saben más de jugar en rombo o con falso pívot que de encarar a un
rival.

¿Y si, como hace Jaén de vez en
cuando, nos olvidásemos de sistemas y volvemos a la “tormenta”, al juego de la
calle, y permitimos que el deporte sea una diversión? Ya crecerán, tendrán
tiempo de aprender táctica, de recibir broncas (merecidas, probablemente) de
los entrenadores por no seguir sus indicaciones, pero hasta entonces, dejen que se diviertan.

Amante del fútbol-sala, hincha del Fulham y 'kloppista' a tiempo completo. Un día comencé a escribir por placer y ahora no puedo dejarlo.

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