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Fútbol Internacional

Antología del arte

Dicen que al ‘David’ de Miguel Ángel le falta un relieve muscular de la espalda para completar una anatomía perfecta. Todos los detalles hacen que sea una obra que expresa un realismo inigualable. Solo falta que te dé los buenos días o te guiñe un ojo para tener vida propia. A Messi, entre goles, regates y pases de fantasía, solo le queda levantar una Copa del Mundo para culminar una obra que, sin ese éxito, ya es antología del arte balompédico. La guinda del pastel, la última pincelada, el último párrafo. Un sueño que late en el corazón de más de 45 millones de argentinos y en el suyo propio. 

Leo Messi se ha vestido más de mil veces una elástica. Mil se dice rápido porque solo necesita tres letras para pronunciarse. Así, como un sorbo de café o un pestañeo. Rápido pueden haber pasado estos años. Dicen que cuando somos felices el tiempo avanza más veloz. Sin embargo, la magnitud de sus temporadas es incalculable. Ni siquiera sus registros logran ser justos para medirlo. Una obra intangible que solo puede intentar explicarse desde aquellos sentimientos que ha provocado alrededor del mundo. De versos, de poética ataviada. De estrofas que se escriben con los pies en vez de con las manos y se recitan desde cualquier rincón del planeta.

Decía Eduardo Galeano, “por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad”. Messi es un intérprete de semejante descripción.  Alguien que ha desarrollado su fútbol a través de sentir una independencia que le permite exponer su creatividad. Solo sabe jugar con ella, con aquella mente que observa y que va a toda pastilla para saber qué es lo que va a ocurrir y lo que va a ingeniar en una milésima de segundo. Existen dos tipos de fútbol: el que tú conoces y el que Messi se inventa.

Aunque su propaganda como una de las grandes favoritas llegara a Qatar a empujones y metiendo los codos, Argentina ha ido de menos a más. Estuvo corriendo en el campo con el pánico y la euforia pegada a la piel a partes iguales. Con los pies en la baldosa de un precipicio y las manos alzadas rozando el éxtasis. De los ataques de nervios a los de risa. Una superviviente que ha viajado de un extremo al otro. Con el festejo de cada pase marcado en la expresión de una línea facial que se ha arrugado ante el sufrimiento. Pero aquí está, plantada ante una nueva final. La sexta de su historia. Después de destrozar una selección que, justamente, destacaba por su resiliencia.

La apuesta de Scaloni, que pudiera parecer arriesgada ante la carencia de la experiencia, resultó ser un acierto para Argentina y para Messi. Al fin y al cabo, él y Pablo Aimar fueron quienes le convencieron para volver a vestir la albiceleste. El técnico argentino supo dotar de energía a su grupo y, a la misma vez, crear un escenario donde Leo pudiera brillar y sonreír de nuevo. Se ha visto su intervencionismo, cómo ha sabido darle espacio a dos actores secundarios como Julián Álvarez y Enzo Fernández – que no tuvieron presencia en las primeras alineaciones – , para que se comieran con patatas, kétchup y mayonesa el papel de los protagonistas.  Un triángulo de las Bermudas por el que ha ido desapareciendo cada contrincante. Los pibes la quieren alzar y Messi los lidera.

El diez ha sido totalmente imprescindible y relevante en cada contienda. Quien aclara la jugada como un desatascador. La inspiración que necesita un equipo. Messi es un abrelatas indefectible que siempre aparece cuando se rompe la anilla abrefácil. Ha sido el jugador que ha marcado el primer gol de todos los encuentros disputados en Qatar, a excepción del partido ante Polonia. Allí también tuvo la oportunidad de hacerlo desde los once metros, pero el guante derecho de Wojciech Szczęsny se lo impidió. Un jugador que está con la flechita hacia arriba, que nos está haciendo viajar al pasado sin movernos del presente y sin despeinarnos. Un imperio inigualable. Una galería de imágenes que rozan lo absurdo y lo abusivo. Un personaje que revienta un récord tras otro sin apenas toser, mientras nosotros procrastinamos constantemente. Se nos quejan los huesos, cogemos el ascensor después de ir al gimnasio. Él esconde sus 35 años entre gestos traviesos.

El próximo mes de agosto se cumplirán 18 años del debut de Messi con Argentina. Los mismos años que tenía entonces aquel joven Lionel. 18 es también el dorsal que llevaba en la espalda el día que solo duró en el terreno de juego 43 segundos, tras ser expulsado. De aquella cartulina roja a 90 minutos de la gloria. De imberbe a capitán. De ‘pechofrío’ a líder. Messi es ese beso a la abuela antes de salir con los amigos a ver el partido. Es el asado de papá que reúne a todos los que quieren hablar de él y sacar el orgullo en la sobremesa. Es una mirada de complicidad entre dos elásticas que se saludan mientras acarician el viento.  Un abrazo tras un gol que fue concebido por una jugada que solo pasa en los dibujos animados. Una lágrima de pasión.  Es el claxon del viejo coche, la aglomeración que rodea el Obelisco. La narrativa impecable de una historia que busca un bello final. Messi es el ‘David’ del fútbol, pura antología del arte.

Imagen de cabecera: @Argentina

Editora en SpheraSports. Especialista en Scouting y análisis de juego por MBPSchool. Sport Social Media. Eventos Deportivos

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