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La paradoja relación entre los ídolos y los villanos
El fútbol es un deporte cada vez más
profesionalizado, en el que se quiere obtener un mayor control de todos y cada
uno de los aspectos. Todo está más
estudiado, las tácticas, sistemas de juego, la alimentación de los
jugadores y su ritmo cardíaco, las sesiones de entrenamiento, la aclimatación
al césped de un terreno de juego, etc. Pero lo que ha hecho maravilloso a este
deporte, desde sus inicios hasta hoy, no es su componente empírico sino el factor irracional, el de las
emociones.
Los aficionados, gracias a su
sentimiento, han hecho que el fútbol haya llegado a ser el deporte rey. La
grandeza del balompié es que no hay relativización.
Siempre hay un ganador y un perdedor. Para que el sabor de la victoria sea
mayor, primero hay que padecer el de la derrota más amarga. La irracionalidad de la hinchada ha
contagiado al fútbol de este factor emocional.
Una de las consecuencias es el
sentimiento de pertenencia a un club y la
admiración por distintos jugadores. Puede que hace unas décadas los
futbolistas se movieran más por las emociones y que ahora, cada vez más, el
dinero está desvirtuando el fútbol y los profesionales de este deporte
prioricen el beneficio económico.
Pero en la actualidad igualmente el
fútbol y las aficiones siguen siendo capaces de convertir a un jugador en un ídolo o en un dios, pero para que haya
adoración por alguien, necesita haber el efecto contrario, el de los villanos. Sin traidores no habría
héroes y sin los héroes no habría traidores. Es una relación de amor y odio, pero que se necesitan mutuamente.
Para que magnifiquemos al nivel de leyendas a futbolistas como Maldini,
Giggs, Totti, Puyol, Zanetti, etc. que han demostrado el amor a unos colores
por encima de todo, debe haber villanos
como Figo, Balotelli, Batistuta, Sol Campbell, etc.
La marcha de Íñigo Martínez de la Real
Sociedad para fichar por el eterno rival, el Athletic Club, es un ejemplo más.
Un futbolista puede pasar de ser idolatrado
por una hinchada a ser repudiado, y que se produzca el efecto contrario en
la afición contraria.
El factor emocional sigue muy presente
en el fútbol. La irracionalidad es el componente básico de este deporte. Así
que una hinchada nunca te va a perdonar la traición a unos colores y te va a
idolatrar hasta la categoría de héroe por defenderlos siempre. No hay término
medio. De héroe a villano, o de villano
a héroe.
El fútbol es un deporte cada vez más
profesionalizado, en el que se quiere obtener un mayor control de todos y cada
uno de los aspectos. Todo está más
estudiado, las tácticas, sistemas de juego, la alimentación de los
jugadores y su ritmo cardíaco, las sesiones de entrenamiento, la aclimatación
al césped de un terreno de juego, etc. Pero lo que ha hecho maravilloso a este
deporte, desde sus inicios hasta hoy, no es su componente empírico sino el factor irracional, el de las
emociones.
Los aficionados, gracias a su
sentimiento, han hecho que el fútbol haya llegado a ser el deporte rey. La
grandeza del balompié es que no hay relativización.
Siempre hay un ganador y un perdedor. Para que el sabor de la victoria sea
mayor, primero hay que padecer el de la derrota más amarga. La irracionalidad de la hinchada ha
contagiado al fútbol de este factor emocional.
Una de las consecuencias es el
sentimiento de pertenencia a un club y la
admiración por distintos jugadores. Puede que hace unas décadas los
futbolistas se movieran más por las emociones y que ahora, cada vez más, el
dinero está desvirtuando el fútbol y los profesionales de este deporte
prioricen el beneficio económico.
Pero en la actualidad igualmente el
fútbol y las aficiones siguen siendo capaces de convertir a un jugador en un ídolo o en un dios, pero para que haya
adoración por alguien, necesita haber el efecto contrario, el de los villanos. Sin traidores no habría
héroes y sin los héroes no habría traidores. Es una relación de amor y odio, pero que se necesitan mutuamente.
Para que magnifiquemos al nivel de leyendas a futbolistas como Maldini,
Giggs, Totti, Puyol, Zanetti, etc. que han demostrado el amor a unos colores
por encima de todo, debe haber villanos
como Figo, Balotelli, Batistuta, Sol Campbell, etc.
La marcha de Íñigo Martínez de la Real
Sociedad para fichar por el eterno rival, el Athletic Club, es un ejemplo más.
Un futbolista puede pasar de ser idolatrado
por una hinchada a ser repudiado, y que se produzca el efecto contrario en
la afición contraria.
El factor emocional sigue muy presente
en el fútbol. La irracionalidad es el componente básico de este deporte. Así
que una hinchada nunca te va a perdonar la traición a unos colores y te va a
idolatrar hasta la categoría de héroe por defenderlos siempre. No hay término
medio. De héroe a villano, o de villano
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