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La mejor versión de Carrasco

No sabemos las penas habrá tenido que pasar Yannick Carrasco en China para ser el futbolista que es hoy. Aunque públicamente sí se conocen algunas lindezas (suspendido de empleo y sueldo por su club, más tarde peleado con el dueño y con pasaporte retenido por la justicia china durante meses por riesgo de fuga tras agredir a un compañero en un entrenamiento), el extremo, delantero, carrilero o lateral, que ya uno se pierde, es un jugador radicalmente opuesto al que vistió la rojiblanca hace ya un lustro y se marchó por la puerta de atrás con el mercado español cerrado y peleado con un buen puñado de pesos pesados del vestuario. Pero si a alguien le ha cambiado la vida, para bien, en este 2020 tan excepcionalmente horrible para casi todos, ha sido a Yannick Carrasco, que acostumbrado a dar su mejor versión en las mejores noches, el sábado se vistió de futbolista total (y eso que venía de una lesión) para doblegar al Barcelona en el Metropolitano.

Cuando Carrasco regresó a la disciplina colchonera, en enero, todo hacía indicar que no se trataba más que de una operación in extremis de un equipo necesitado de jugadores, fueran de la condición que fueran y al que solo le había quedado la oportunidad de incorporar al belga en sus filas. Llamó la atención que el Atleti le diera el sí a un jugador que había salido dos años antes espantado y de tan mala manera, dejando incluso alguna cuenta pendiente que parecía insalvable con algunas de las voces cantantes del vestuario. Pero es que cuando el Atlético anunció este verano que Carrasco se quedaba como jugador a título definitivo y firmaba, con un sueldo más que jugoso, por cuatro temporadas, la duda se instaló en aquel que ha seguido la carrera de un futbolista peculiar que ya tuvo problemas con la institución o vestuario en Mónaco, los repitió de colchonero y los agravó en Asia.

Cuando Carrasco llevaba poco más de un mes en su retorno, allá por marzo y justo cuando todo el mundo entero colapsó, apenas había podido demostrar nada del fútbol que tenía en sus botas, quizás cogiendo ritmo por venir de varias semanas sin competir, o incluso por haber estado dos años en un torneo cuyo nivel deja mucho que desear si uno quiere ser top mundial. Nada hacía indicar, en esos pocos ratitos donde apenas había destacado, que pudiera volver a repetir partidos como la final de Milán, exhibiciones como las que acostumbraba a hacer en el Camp Nou o martillear a todo un Bayern Múnich. Pero llegó un parón de casi tres meses que al belga le vino como un salvavidas, se puso a tono, y volvió para ese final exprés de temporada como un jugador nuevo, implicado en unas tareas defensivas que siempre le han costado, pero para las que nunca había puesto un empeño similar. El Atleti era su último tren, y Carrasco, que seguramente se arrepentirá toda su vida de haberse bajado de él en 2018, se ha vuelto a subir comprando billete en primera clase.

Si de algo podía estar descontento Simeone en este inicio de temporada era en la laguna enorme que tenía en los laterales, con Lodi dando una de cal y otra de arena y con Trippier desarbolado totalmente en tareas defensivas. Así, el argentino ha macerado en los últimos envites una defensa de tres centrales que son escuderos y coberturas perfectas para jugar con dos carrileros largos. Gracias a ello, Trippier vuelve a parecer futbolista de primer nivel en el costado derecho y en el siniestro Saúl recuperó sensaciones que ya había adquirido en el pasado y Lodi podrá sentirse más liberado cuando le toque el turno. El último en probarlo fue Carrasco, el sábado, en una posición que ya conocía de Bélgica pero no con el desempeño que le exigió Simeone. Martilleado al principio por el desparpajo de Dembelé, el belga, todo coraje y pundonor, fue el primer defensor en la banda izquierda, pero también el estilete de ataque cuando había que salir en velocidad.

Cuando Ter Stegen hizo la posición del ángel para cortar un contragolpe peligroso, Yannick encontró bajo sus piernas el único resquicio para pasar el balón y dejar con cara de pardillo a toda la defensa blaugrana, blandita, que perdió los tres puntos en el descuento de la primera mitad. Lejos de ponerse nervioso, el belga contemporizó y templó el ritmo para marcar el gol que le convirtió en el verdadero hombre del partido. Si ese gol, ayudado del control de espuela con caño incluido, lo hubiera firmado otro futbolista de un equipo más mediático, seguiría saliendo por televisión allá por 2024.

Y allí donde en otros tiempos habría tirado de ego (y eso que este fin de semana bien podría haberlo hecho) e individualismo para erigirse salvador, en esta ocasión Carrasco quiso dejar su gol casi como una anécdota, nunca desconectó del plan de juego y un minuto después de la reanudación ya estaba nuevamente en el barro para defender las internadas de Sergi Roberto y Dembelé en una banda por la que suele pulular también Messi. Porque Yannick Carrasco fue el futbolista clave en un partido donde Koke volvió a gobernar los tiempos con mano de hierro, Correa imaginó y dibujó como los mejores 10 argentinos, Llorente interpretó absolutamente bien cada balón y Hermoso dio un clínic de templanza y saber estar.

Poco importó que Carrasco saliera de una lesión muscular y que lo lógico hubiera sido no jugar más de una hora de partido, porque ya no solo era el primero a la hora de defender, sino el que comandaba cada ataque desde un perfil zurdo por el que entró siempre como un cuchillo. Su presencia en el verde era tan esencial que apenas fue retirado ya en el descuento. El belga quitó hierro a su partido y restó importancia a su gol cuando hace dos años aún hoy seguiría dándose golpes en el pecho. “Es una posición que conozco ya de jugar con Bélgica. Todo el equipo ha estado muy bien. Hemos sido un bloque”. No lo dice para agradar, sino porque en esta segunda ocasión, Yannick sí está integrado. Es un futbolista de todo o nada, que parece ha entendido al fin de qué se trata esto. Hoy el Atleti disfruta de la versión Carrasco 2.0.

Imagen de cabecera: Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images

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