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Betis

La mano del Ingeniero

Habría que hacer un repaso demasiado tedioso y complicado para poder afirmarlo sin ningún temor y sin ningún riesgo a equivocarse, pero es difícil recordar a bote pronto un entrenador que en las últimas temporadas de La Liga haya cambiado tantos partidos y conquistado tantos puntos con su manejo de los cambios y que lo haya hecho, además, de una manera tan tenaz y consecutiva como Manuel Pellegrini desde que ha comenzado este 2021.

A través de su excelso y decisivo intervencionismo desde el banquillo, el Betis del ‘Ingeniero’ ha generado en las últimas siete jornadas siete goles y tres asistencias con futbolistas entrados al campo con el partido en marcha, los cuales le han servido para sumar 13 de los últimos 18 puntos que ha conquistado. Un porcentaje increíble en cuanto a la contribución directa y exclusiva de los suplentes sobre el marcador y la clasificación.

Pellegrini no ha parado de matizar tácticamente a su equipo desde el inicio de la temporada. Tanto desde la dirección de campo para lograr volcar el terreno de juego hacia la portería del rival en el tramo final de los encuentros con una frecuencia altísima, como desde el plan inicial. Y a pesar de su constante encauzamiento, si hay dos palabras que pueden resumir y definir hasta ahora la gestión del técnico chileno en Sevilla esas son serenidad y estabilidad.

‘El Ingeniero’ ha ido suturando una a una las heridas estructurales que tenía el Betis como equipo y, de paso, ha ido recuperando para la causa a muchas de sus piezas más importantes, con Borja Iglesias como máximo exponente. En las primeras fechas, la apuesta pasaba por un juego más elaborado bien dentro de la mitad de campo del rival y por una presión tras pérdida efusiva que permitiera a Nabil Fekir y especialmente a Sergio Canales pasar mucho tiempo y tener mucho volumen de juego en tres cuartos de campo.

Sin embargo, los problemas defensivos en la transición, el aislamiento del delantero (fuese quien fuese) y la incapacidad de la primera línea para hacerse fuerte en su área y para no pegarse tiros en el pie le obligó a dar un pasito atrás. Un paso atrás para poder dar algunas zancadas delante, protegerse las espaldas y cerrar el carril central, reduciendo el espacio entre sus centrales y el mediocentro y disminuyendo también la distancia de relación entre los centrales y los laterales en salida de balón, donde el Betis dejó de arriesgar por completo, jugando incluso en largo deliberadamente y saltándose la participación de sus centrocampistas en campo propio para no tentar a la suerte con recepciones mal perfiladas o potenciales pérdidas mortales de necesidad.

El Betis empezó así a recuperar fiabilidad. También con el paso al frente de Aïssa Mandi, el acompañamiento de Víctor Ruiz o la ausencia de Marc Bartra (que cada uno se quede con lo que quiera) y la entrada de Juan Miranda en el lateral izquierdo en detrimento de Álex Moreno (recordemos era la principal vía para transportar individualmente el balón desde campo propio hasta el costado del área rival para Rubi). O con la inclusión de Aitor Ruibal y su energía de doble sentido y alto kilometraje o la eclosión de Guido Rodríguez como balanza y contrapeso desde la medular hasta erigirse en pieza fundamental en todas las fases del juego con sus dotes para la intercepción y la defensa hacia delante, que tanto aire y colmillo le dan al Betis cuando el rival quiere salir en construcción, así como con su despliegue, su sacrificio y su capacidad para ofrecer ayudas laterales permanentes o cerrar el medio como soporte de los centrales.

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Entonces, justo cuando parecía que los errores no forzados contra los que había resultado casi imposible competir hasta ese momento con cualquier tipo de plan de partido que Pellegrini pusiese en funcionamiento estaban desapareciendo y su erradicación permitía de una vez por todas a los verdiblancos despegar y acercarse poco a poco a su verdadero potencial de la mano de un Canales estelar con ese movimiento pendular tan típico con el que se descolgaba hacia zonas de finalización desde el doble pivote, el Betis chocó contra el iceberg que suponía la lesión de su número diez, Joel Robles se cayó del barco y la temporada parecía una vez más abocada al hundimiento en el gélido océano de los sinsabores y la mediocridad.

Pero volvió a aparecer la figura del entrenador, en una nueva refutación categórica de las teorías de todos aquellos, no pocos, que siguen creyendo que un equipo de fútbol se dirige prácticamente solo (los pobrecitos) y en la enésima evidencia de que no hay rumbo si no hay capitán. Pellegrini aprovechó la ausencia de su mejor futbolista para hacer de la necesidad virtud y, a sabiendas de que el cántabro es tan sumamente bueno que cuando se reincorporase podría adaptarse a cualquier tipo de escenario ya fuese con su mismo rol de segundo mediocentro o directamente desde la actual posición de volante con licencias poético-creativas, encontró una nueva vía, una vía aparentemente definitiva.

El Betis sin Canales tuvo que potenciar sí o sí a su otro mejor hombre: Nabil Fekir. Y al contrario que el internacional español, el campeón del mundo francés posee un fútbol mucho más individual, menos combinativo, más vertical y se siente mucho más cómodo si se le permite contar con metros por delante para fintar, conducir, dividir, regatear en carrera, filtrar o filtrarse, moverse de dentro hacia afuera y de fuera hacia adentro o armar la pierna desde la frontal. Un fútbol que busque ser profundo desde los primeros pases, pero de una forma bien entendida, colectiva, con el equipo interconectado y no deslavazado como sucedía la campaña pasada y que con el doble pivote formado por Andrés Guardado y Guido Rodríguez tenga mucho despliegue vertical y horizontal sin balón para ir en busca del quite, para tapar agujeros cuando llega la pérdida o para reducir la distancia entre líneas y bajar el bloque a fin de poder desplegarse en transición con el marcador a favor.

Como decimos, Pellegrini le dio alas a nivel táctico y Fekir respondió. Y a su hábitat predilecto se sumó la guinda del pastel: el reencuentro entre Borja Iglesias y el gol. No en vano, el ariete gallego es otro futbolista al que este tipo de contextos, que le otorgan espacios para atacar la espalda de la zaga rival con desmarques largos o con rupturas más cortas y que le permiten conectar con el remate llegando lanzado al área en lugar de estar clavado en ella como un árbol en el bosque, le benefician sobremanera. El conjunto verdiblanco empezó a salir desde atrás de forma vertical a través de cadenas de pases exteriores. Normalmente por la derecha, intentando conectar directamente con Ruibal, ya sea desde Mandi o desde el movimiento de Guido cayendo y lateralizando su posición para iniciar de cara, para que el extremo catalán a su vez toque de primeras dentro buscando la entrada en carrera de Emerson por el carril intermedio o la llegada a esas zonas de Fekir.

Esta acción prototípica, que también se da por la banda izquierda aunque en menor medida y con Juan Miranda fijando abierto para dar amplitud y Canales insertándose por el espacio intermedio, provoca una acumulación de atenciones en esa zona, libera el otro costado y da opciones variadas y muy prometedoras a cada ataque. Emerson puede profundizar hasta línea de fondo o buscar el desmarque vertical hacia fuera de Borja o su apoyo jugando de espaldas por abajo para activar de cara a la segunda línea o puede optar por cambiar la orientación del juego hacia al otro lado con un simple giro y una apertura sencilla.

Por su parte, Canales o Fekir encuentra de esta forma espacios para comandar ataques, dividir, atraer y filtrar hacia los desmarques del propio Borja de una forma más perpendicular a la portería o directamente abriendo el balón hacia los costados para que sean los laterales los que busquen el envío raso al área, el centro por arriba o incluso la devolución hacia el pico del área, pero esta vez con espacios alrededor de la recepción para que los dos más sabios del lugar tengan tiempo para elegir qué hacer una vez que la defensa rival ya se ha hundido hacia su línea de meta a tenor de los arrastres profundos del delantero centro, el otro mediapunta o la diagonal hacia el área del extremo del lado opuesto.

Una serie de movimientos que permite a los dos cracks béticos tener bastante maniobrabilidad con la pelota controlada y compensar su menor cuota de balón respecto a la versión precedente del plan de juego y al nueve, en su caso particular, le da la opción reiterada de llegar lanzado en busca del remate dentro del área, en lugar de tener que intentar imponerse sin éxito una y otra vez desde parado entre los centrales del equipo rival, como sucedía antes de una forma flagrante, especialmente durante la temporada anterior, en la que Borja tenía que actuar incluso como hombre boya tratando de descolgar balones llovidos. Dos situaciones de juego que, pese a su corpulencia, no están en absoluto entre el compendio de la mejores virtudes de Borja Iglesias como nueve.

Pellegrini ya ha esbozado un plan A, un plan B y un plan C y ha demostrado con contundencia y sabiduría que no teme para nada intercambiarlos o seguir puliéndolos en función de las necesidades tácticas de su equipo, del rival, del momento de la temporada y de la disponibilidad de su plantilla. Además, ha consolidado un Betis muy equilibrado, que siempre se mantiene conectado a los partidos, que intenta masticarlos con sosiego evitando el gol en su propio arco y siendo consciente de que, tarde o temprano, llegará la oportunidad de hacerlo en el contrario. Un Betis que también sabe acelerar desde el control situacional su habitual dominio territorial cuando lo necesita, hasta reducir con él a muchos de sus rivales a sus últimos treinta metros, y que ha ido granjeándose, en el transcurso de esta transformación en un equipo sorprendentemente sólido para los antecedentes más recientes con los que contaba, una cantidad de recursos ingente con su gestión del banquillo con los que está marcando las diferencias de una manera determinante.

Desde uno de los mejores revulsivos del campeonato como es Cristian Tello o un agitador con hambre de triunfo como Diego Lainez, pasando por un delantero centro con ganas de reivindicarse y demostrar que es mejor que su compañero y contrincante por el puesto de titular o un ratón de área capaz de cazar balones en la zona de gol como un camaleón atrapa al vuelo las moscas y que también puede partir desde la banda como es Juanmi, hasta llegar a un canterano que se parece como ningún otro jugador de la plantilla a Canales y que se llama Rodri Sánchez o a un cuarentón con la ilusión en la sonrisa propia de un adolescente que es la definición de talento, que sigue deteniendo y acelerando el tiempo a su antojo cuando se para en el pico derecho del área y que ahora, quizá más que nunca, está atacando el punto de penalti desde el segundo palo para aportar una cuota goleadora muy valiosa, como si del mejor José Callejón se tratara, y de quien no hace falta ni pronuncia su nombre para adivinar su grandeza.

Hay veces en la vida en que la propia vida consiste en arreglar la cadena de la bici una y mil veces y lo más rápido que puedas para poder seguir avanzando, en volver a agachar la cabeza y seguir pedaleando sin pedir ayuda, sin necesitar auxilio, sin requerir ni pretender que alguien te dé un empujón en el trasero, valiéndote única y exclusivamente de tus propios recursos, aunque en el trayecto no te sobre ni una gota de sudor, ni un gramo de esfuerzo, ni un diente sin apretar contra otro diente. Y así, volver a alcanzar tu velocidad de crucero y el ritmo competitivo a la altura de tus expectativas que esperabas tener, aunque en muchas ocasiones hayas tenido que cambiar la estética por otra mueca histriónica y por un nuevo cabeceo titubeante con los que poder sumar otro kilómetro cuesta arriba sentado sobre la bicicleta hacia la línea de meta.

Si el Betis, como parece que Manuel Pellegrini finalmente ha logrado después de mucho esfuerzo intelectual y de los múltiples retoques tácticos que ha llevado a cabo desde el inicio de la temporada, es capaz de dejar definitivamente de lado los errores no forzados en el primer tercio del campo y encuentra un goteo continuo en forma de goles que transformen su volumen ofensivo y la calidad altísima que tiene su segunda línea, el hecho es que su dinámica ascendente en cuanto a rendimiento colectivo aún puede seguir creciendo hasta instalarse plenamente y con todo merecimiento en puestos europeos, cuando esa parecía una batalla perdida antes de tiempo otra temporada más. Ha tenido que llegar un ingeniero de cambios y nuevos caminos para solucionarlo.

Imagen: Imago

Sevilla. Periodista | #FVCG | Calcio en @SpheraSports | @ug_football | De portero melenudo, defensa leñero, trequartista de clase y delantero canchero

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