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Fútbol Internacional

Calum Davenport y el precio de seguir vivo

La madrugada del 21 al 22 de agosto de 2009 fue una noche normal para miles de millones de personas en el mundo, aunque no para otras muchas. Para algunas, de hecho, seguro que fue inolvidable. Una noche de viernes a sábado en la que hicieron cosas que recordarán siempre, quizá disfrutando del verano en algunas de las mejores playas de Europa. Pero, por desgracia, y por otros motivos, también fue una noche imborrable para Calum Davenport.

El 21 de agosto de 2009, Davenport se metió en la cama sin plantearse lo que ocurriría pocas horas después. En aquel momento, el defensa, nacido el 1 de enero de 1983, y entonces de 26 años, estaba en plena lucha por convencer al técnico italiano Gianfranco Zola y hacerse con un puesto en la primera plantilla del West Ham United, ya totalmente recuperado de una fractura de cuello que había sufrido meses atrás.

El futbolista, internacional en categorías inferiores con Inglaterra, que se dio a conocer en el Coventry City y que había transitado por Tottenham, Southampton, Norwich, Watford, Sunderland y West Ham , sin encontrar un acomodo fijo, había ido a visitar a sus padres, que vivían en la pequeña ciudad de Kempston.

Pero aquella noche no fue una noche cualquiera. Días atrás, Davenport había discutido con su hermana, Cara, dos años mayor que él. La relación entre ambos no era buena, pero en aquella ocasión la cosa había pasado de la raya. Cara había comentado a su familia que estaba esperando un segundo hijo de Worrell Whitehurst, un hombre de veinticinco años y criado en los arrabales que no gustaba nada en la familia. La reacción de Calum al anuncio de su hermana había sido desmesurada. La había insultado, humillado, vejado e incluso golpeado, y Whitehurst estaba decidido a tomarse la justicia por su cuenta.

Alrededor de las dos y media de la madrugada, Calum Davenport recibió una llamada de teléfono. “¿Dónde estás?”, le dijo al otro lado de la línea una voz familiar. “En casa de mis padres”, respondió sin arredrarse Calum. Tras ello, Whitehurst rió, colgó, y algo en la mente de Davenport se resquebrajó. “Sabía que algo no iba bien y me levanté sobresaltado”, comentó el zaguero tiempo después. Fue a la habitación de su madre, y ahí la vio, cubierta en un reguero de sangre. Al lado, el novio de su hermana sosteniendo un cuchillo de cocina. Como si le estuviera esperando, Whitehurst se abalanzó sobre él con un claro objetivo: destrozarle las piernas para terminar con su carrera. Le asestó hasta ocho puñaladas sin descanso, una tras otra, hasta que Davenport se desmayó sumido en sus propios líquidos.

Tras la tropelía, Whitehurst se precipitó hacia la salida del domicilio. En la puerta le esperaba con un coche un colega suyo de diecinueve años, y abandonaron el lugar a toda prisa. Las autoridades tardaron apenas minutos en llegar a la escena, e inmediatamente evacuaron a Davenport y a su madre al hospital. Davenport había perdido el 50% de la sangre de su cuerpo, y entró en parada cardiorespiratoria hasta en dos ocasiones antes de entrar al quirófano de urgencia. Estuvo clínicamente muerto durante varios minutos. “Los médicos veían casi imposible mi supervivencia, y decían que si me salvaba perdería seguro mi pierna izquierda”.

Pero ni una cosa ni la otra. Como si de un milagro se tratase, el futbolista resistió varias operaciones y los médicos salvaron su vida y la de sus dos piernas. También se salvó su madre, Kim, de 49 años, con una puñalada en el abdomen. Y aunque al defensa le vaticinaron que nunca volvería a calzarse las botas, pronto comenzó la rehabilitación tras varios días en cuidados intensivos, y meses después pudo comenzar a hacer bicicleta y natación. Parecía que todo había quedado en un susto y que Calum podría seguir haciendo y viviendo de lo que le gusta. Parecía.

En marzo de 2010, el West Ham decidió rescindirle el contrato al no verle en condiciones para la práctica deportiva. “Pronto me di cuenta de que mis piernas no eran las de antes, ni mucho menos. Ni siquiera me respondían al hacer cambios de ritmo”. Siguió trabajando en solitario, y aquel verano trató de reinsertarse en el fútbol profesional. Probó con el Nottingham Forest y el Leeds United, aunque sin éxito. Seguía de juicios, problemas externos (el Tribunal incluso le tildó de homófobo), y el novio de su hermana acababa de ser condenado a seis años de prisión por su doble tentativa de asesinato. Su vida lejos del fútbol pesaba mucho más que sus habilidades con el balón, y todo parecía indicar que sus días de gloria habían llegado a su fin. Desolado, aceptó la oferta de un equipo de su barrio en el que había varios amigos suyos, el Wootton Blue Cross, de la undécima división inglesa, para rodarse y volver a la competición alejado de los focos.

Allí estuvo dos temporadas, en las que se convirtió en capitán y jugador-entrenador del equipo. Pero jamás volvió a ser el mismo, ni a vivir un partido de fútbol profesional. Al menos, desde dentro. En verano de 2014 firmó por el Elstow Abbey, de la duodécima categoría británica, club del que fue apartado el pasado 18 de marzo después de que su entrenador, Wesley Matthews, decidiese sustituirle en mitad del partido en el que el equipo se jugaba el liderato ante el Cranfield United. El Elstow Abbey cayó 4-2, y tras el encuentro Davenport discutió con un compañero al que después golpeó en la cabeza, y se arrojó a por su entrenador.

La Policía le detuvo y le envió a los calabozos, y su club le despidió el 22 de marzo. A sus 32 años, es posible que su carrera en el fútbol se haya terminado ya para siempre. Pocas personas entienden que actuase así la semana pasada. Quizá su arrebato se deba a la impotencia, a la rabia. “Por suerte, puedo decir que sigo teniendo a mi mujer, a mis hijas, y que estoy sano. Incluso que tengo las dos piernas y puedo pasear a mi perro”. Pero, aunque parezca mentira, seguir vivo no siempre es un consuelo. Y menos, para alguien que bien podría estar ahora viviendo del balompié de no haber sido por aquella funesta noche del 21 de agosto de 2009, cuando Calum Davenport dejó de ser Calum Davenport.

Madrid, 1992. Periodismo y Comunicación Audiovisual. Escribo en el Diario MARCA. También Deporte de Alcorcón y el periódico 'Al Toque'. Premier League y Southampton FC en Sphera Sports. La verdadera historia está en lo que no se ve.

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