Las cuatro de la tarde, un domingo. Justo después de la
comida más copiosa de la semana, la familiar, la del “ponme un poco más que
hoy tengo hambre”, la del “hoy puedo repetir porque esta mañana he
salido a correr unos kilómetros”. Hay quien, llegada esa franja horaria, se
echa una cabezadita de un cuarto de hora. Hay quien dice que no duerme la
siesta pero se queda traspuesto. Y los hay hasta que se ponen el pijama y
deshacen la cama para más regocijo del cuerpo. Solo falta el orinal. Suele ser
la hora en la que, sobre todo en verano, el traqueteo de las hélices del
helicóptero de la prueba ciclista que se antoja hace que uno se amodorre. Y no,
no es la etapa en línea la que a uno le hace dormitar, porque el ciclismo no es
aburrido, sino el ruido que hace ese aparato gigante en el aire. Igual que
coger el tren a primera hora de la mañana y poder sentarse junto a la ventana o
hacerlo en el autobús después de una jornada intensa de trabajo.
También hay partidos del Atlético que funcionan como
la mejor medicina contra el insomnio. Cuando uno ve que se juega en la
sobremesa, se lleva las manos a la cabeza porque no solo a los jugadores se
les va a notar que van a salir al campo en la hora de la torrija, ya que al
espectador también le va a costar mantenerse atento sin esbozar una cabezada. Unos
sobreviven a base de café, el segundo o el tercero del día, mientras que
otros aprovechan para tomarse la copa de rigor. No hay mal que por bien no
venga, porque es la hora de ver al Atlético sestear.
Y es que los de Simeone vuelven a las andadas cuando
las cosas parecen más fáciles. Sencillo no hay nada en la alta competición,
nadie vaya a engañarse, pero sí existe cierta diferencia sustancial entre un
equipo que ha estado un año entero sin perder en Europa y en su Liga y otro que
camina con pies de plomo y que es el colista de La Liga. Ganar al Liverpool,
ganar al Barcelona y ponérselo difícil al Real Madrid, pero pinchar en
Cornellá. Ese es el sino de un Atlético aún en transición (más bien
en reconstrucción completa) que deberá sudar para lograr el objetivo de
clasificarse a Champions League la próxima jornada. Los rivales no ceden.
Sevilla, Valencia, Real Sociedad y Getafe siguen ahí, sacando más puntos de los
que se dejan por el camino. Todos comparten una cosa, y es que permanecen
vivos aún en otra competición. En 10 días, alguno habrá caído y solo tendrá
el frente doméstico como foco de todos sus problemas.
El Atlético mantiene los problemas de inicio de temporada.
Peleado con el gol, Morata pasa por el peor momento desde que viste de
rojiblanco. Su último tanto data de casi dos meses y atiende a la semifinal
de la Supercopa de Europa contra el Barcelona. En Liga, no moja desde
diciembre del año pasado, cuando supo sacar petróleo en el Villamarín.
Diego Costa no está, y muy pocos son los que esperan al hispanobrasileño, muy
lejos de su mejor momento de forma y a años luz del estilo de jugador que marcó
diferencias. Carece de esa punta de velocidad que cautivó a los
rojiblancos en 2014 y le falta el mordiente que mostró en sus años en Londres.
Dos lesiones de larga duración y aquella famosa sanción de ocho partidos a
final del curso pasado le han impedido coger un ritmo que no se sabe si volverá
a alcanzar. Veremos qué tal en este sprint final de campaña.
Y no será por falta de ocasiones porque, aunque no se trate
de un fútbol rico para todos los paladares, aunque la voz pública siga diciendo
que el Atlético hace un juego defensivo, resulta que las estadísticas siguen
robándoles la razón. Los rojiblancos son el equipo que más ocasiones claras
de gol genera, por encima del Barcelona y del Real Madrid. Lo ha sido
durante toda la temporada y a falta de dos meses para acabar el campeonato ahí
seguirá con casi total seguridad. La historia sería distinta si el equipo
tuviera más tino, porque si lidera esa lista, también lo hace como la de la
entidad que más ocasiones claras marra.
El punto defensivo mosquea de igual manera. El Atlético,
inexpugnable, férreo y sin fisuras por defecto, ha encontrado debilidad en los
costados, más allá de los terrenos a los que no aciertan a llegar Felipe y
Savic. Lodi da una de cal y una de arena. No sé cuál es la buena,
que se dio ante el Liverpool, pero el domingo en Barcelona fue la otra. Una
banda con el brasileño, falto de adaptación aún al nivel europeo y
Carrasco, carente de compromiso defensivo por defecto, fue un pequeño botín
para el Espanyol, que supo sacar de ahí petróleo, más allá de generar peligro
en cada acción a balón parado.
Es un misterio como el Atlético, antes conocido como Atlético
Aviación por su poderío aéreo, ha visto cómo las jugadas de córner y
falta a favor apenas generan peligro —más allá de que los goles de Saúl en
Cornellá y ante el Liverpool llegaran de segundas jugadas tras un balón parado—
mientras que las contrarias suponen un suplicio para un Oblak que
bajo palos es infranqueable —que se lo digan a Víctor Sánchez o al propio
Abelardo, que no daba crédito— pero al que le entra alguna duda cuando el balón
llueve desde el córner o desde el lateral y tiene casi 20 cuerpos pululando y
molestando por su zona de confort.
Solo resta trabajar, aprovechar una semana donde no hay
jornada de Champions y preparar el próximo partido, casi a todo o nada contra
el Sevilla, que ya se vislumbra al horizonte. Un duelo directo por los
objetivos ante un rival que llega crecido por su victoria en el último minuto.
Y claro, como mandan los cánones, el Atlético-Sevilla será el sábado, en el
Metropolitano… Y a la hora del café.