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FC Barcelona

K.O.usmane Dembélé

Llegó tras su temporada de consagración a nivel europeo. Tras consolidarse
como bleu y destacar en la exigente
Bundesliga, confirmando que aquel chaval de 19 años que una temporada antes
solía maravillar cada fin de semana a la afición del Stade Rennais FC era
válido para el fútbol de más alto nivel.

La expectación que había alrededor de la llegada de Ousmane Dembélé a
Barcelona era enorme. Él, consciente del papel que se le había encargado, quiso
corresponder la ilusión del aficionado luciendo su mejor repertorio desde el
primer día. Un ímpetu que le jugó una mala pasada en su tercer partido como
azulgrana, cayendo lesionado de forma innecesaria y casi incomprensible. A
partir de aquí, un periodo de recuperación para una nueva recaída que
desconocemos si será la última. Una repetición de sucesos en forma de lesiones
musculares que me ha invitado a reflexionar acerca de su figura.

 

Mis preocupaciones

El asunto que más me intranquiliza de Ousmane Dembélé no guarda relación
con sus aptitudes futbolísticas. Al contrario, creo que es un fichaje que puede
marcar una época vestido de azulgrana dado el potencial y el margen de mejora
que se vislumbra en él. Opino que la cuestión a la que se enfrenta el jugador
galo es mental.

El claro papel de sustituto de un componente del anterior y consolidadísimo
tridente, a los 20 años y con un coste que alcanzará los 140 millones de euros,
ejerció sobre él una presión con la que quiso cargar demasiado pronto. El
erróneo planteamiento de que su precio debía justificarse en cuatro meses y no
en cuatro años precipitó todos sus actos y, probablemente, le instaló una tensión
en el cuerpo que acabó emergiendo en forma de lesión muscular.

Además, encaja en el prototipo de jugador al que más le penaliza la precipitación
o mala toma de decisiones. Hablamos de un velocista, que hace de su
explosividad su mejor arma. Al querer cautivar a su nuevo público de forma
inmediata, puede caer en el error de no saber seleccionar el momento de sacarla
a relucir. La presión de tener que mostrar y justificar tus mejores aptitudes
en cada lance del juego no beneficia a nadie, y mucho menos a quien aún no se
ha consolidado dentro de un sistema de juego tan característico.

Si al comportamiento visto anteriormente por el jugador le añades la
dinámica más que positiva que el equipo ha conseguido sin él, estamos ante un escenario
que no me invita a pensar que el trabajo mental que Ousmane debe hacer de ahora
en adelante vaya a cambiar. ¿Qué se debe hacer, entonces, ante un caso así? Es
el momento de ayudar al implicado, y en eso quisiera centrarme a partir de
ahora.

 

Mis motivos para la tranquilidad.

Un club como el FC Barcelona se caracteriza, entre muchas otras cosas, por
disponer de un staff técnico que
puede y debe estar encima de estos aspectos. Al fin y al cabo, se trata de destinar
recursos a un chaval muy joven (muchas veces nos olvidamos de ello) y valorar
si es necesario ofrecerle asesoramiento en el ámbitos de la psicología
deportiva.

En estos casos, el diálogo club – jugador adquiere una importancia capital.
Se trata de hacerle ver que, aunque se haya pagado un elevado precio por él, el
club respeta y tiene paciencia ante todo proceso de aprendizaje y adaptación
que pueda necesitar a lo largo de su primera temporada. Considero esencial
meterle en la cabeza que es un valor de presente pero también de futuro, y que
para que este futuro sea tan esplendoroso como promete, tiene que dedicar su
presente a pulir aquellos aspectos de su juego que tienen margen de mejora. Ni
es necesario que marque 25 goles en su primer año ni hace falta que aparezca en
el mejor XI de la Liga a final de temporada. Todo enfoque a corto plazo debe
pasar por el concepto de progreso, visto desde el punto de vista más integral
posible.

En el caso de Ousmane, haríamos bien que entre todos actuásemos con
paciencia y comprensión (pese a los 140 millones, sí). A mí, particularmente,
no tiene que demostrarme nada. Al menos, no en sus primeros meses, en los que
me conformo con ver una mejora en su adaptación al sistema y a los automatismos
del juego azulgrana. Meses en los que me vale ver cómo va alcanzando el nivel
combinativo de sus compañeros mientras pone al servicio del equipo, cuando sea
necesario, esas características que ningún otro jugador de la plantilla posee y
que acabarán teniendo, dentro de la variabilidad táctica del grupo, un valor
incalculable. Meses en los que me sirve que aprenda a pronunciar correctamente
sus primeras frases para soltarse y, poco a poco, hablar sin titubeos el idioma
futbolístico más exigente del mundo. 

«Jugar al fútbol es muy simple, pero jugar un fútbol simple es la cosa más difícil que existe». #GràciesJohan

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