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Juan Antonio Pizzi, el jinete argentino de Muñoz Molina

Domingo ORTIZNo se llama Manuel. Ni es traductor simultáneo de profesión ni habitante del mundo originario de Mágina, una ciudad ficticia del sur de España que bien podría ser la nuestra. Ni siquiera es amante de la pintura de Rembrandt, que dio título a Muñoz Molina para su “jinete polaco”. Juan Antonio Pizzi nació en Santa Fe y, a falta de dos jornadas para acabar la temporada, ha dejado un poso con mejores sensaciones que números. El titubeo es saber si con una plantilla superior a la de este año e instruyendo al grupo desde el arranque podría conseguir lo que muchos barruntamos. La base ya la tiene. Lo conveniente sería dejar tupidas las renovaciones y avanzados los blindajes de los integrantes raquídeos y espinales. Alrededor de Alves, Mathieu, Keita, Parejo y Alcácer ha de cimentarse el Valencia 2014-15. Con la subordinación de elementos importantísimos como Bernat o Feghouli y con “el Lagarto” en el banquillo.

La narración de Antonio Muñoz Molina en El jinete polaco se basa en la aparición de pocos diálogos, de frecuentes -y algo caóticos- saltos temporales y en el enmarañado catálogo de interesantes personajes de Mágina. El autor recurre constantemente a las corvetas estacionales con el “ahora, antes, luego, te cuento lo que te voy a contar y luego te cuento lo que te he contado” con apariciones de personajes no presentados previamente. Pero de esta forma, el texto se enriquece y se libera de las cadenas de la narración lineal. Se ha de tener paciencia. Como la reclamo para Pizzi de cara a la próxima temporada. Un entrenador que ha conseguido dotar de automatismos al equipo, que ha conferido genéricamente un Valencia ordenado tácticamente, que ha embellecido sus transiciones y que desde su discurso ganador ha revitalizado futbolistas, dándole a otros la confianza necesaria para poder triunfar. Paco Alcácer, Fede, Parejo, Piatti o Barragán tienen mucho que agradecer al técnico argentino.


"El jienete polaco"  de Antonio Muñoz Molina | Editorial Planeta

Como todo en la vida, el recorrido es mejorable. Pizzi, ciertamente, se ha equivocado en la lectura de partidos, en cambios puntuales y en la repleción y saturación de minutos en futbolistas clave, pero si se vuelcan en una balanza las algazaras y los gimoteos, merece el año que tiene firmado por contrato. Todo dependerá del nuevo dueño, si finalmente lo hay sonsacado de un proceso calamitoso y chapucero, y del grupo de trabajo que le acompañe en el área deportiva. Solo queda, pues, esperar unos días (esperemos) para comprobar si el jinete argentino de Muñoz Molina tiene hueco en el próximo proyecto.

Manuel tuvo un extraño reencuentro con Nadia, una bella mujer que vivió también en Mágina e hija no deseada de un comandante de apellido Galaz, que provocará que vuelva a unirse mediante el recuerdo y la pesquisa con su tierra natal y las peculiares historias que allí se dieron. La trama laberíntica de unos de los mejores narradores del s.XX de nuestro país tiene su extensión en Juan Antonio Pizzi. El entrenador valencianista tuvo el ensamblaje de Fabián Ayala antes de aterrizar en Valencia y quiere, 20 años después de anotar de rojo el gol 3.000 en la historia che, seguir recordando el cabezazo al segundo palo tras falta ejecutada por Mijatovic prorrogando su trabajo en la capital del Túria. Ya lo decía el bolero de José Alfredo Jiménez, “si nos dejan, nos vamos a querer toda la vida”.

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Papá de Miranda. Orgulloso hijo de gallego y asturiana. Dejé 13 años como abogado por fundar y dirigir Sphera Sports, con lo que ello supone. Asumo las consecuencias. Hice 'mili' en Pisa y en Bristol. Me gustan las orcas, los países escandinavos y un gol en el 90'.

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