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Jordan Larsson, el hijo del Rey de Reyes

El 19 de junio de 2013, en un campo de cuarta división de Suecia, uno de los mejores jugadores de la historia país desempolvaba sus botas para, a sus 41 años, volver a saltar al césped. Después de tres años retirado, Henrik Larsson, que un año antes había disputado unos minutos con un equipo de una categoría superior, se ajustaba las medias para salir al campo en el minuto 85 y defender la camiseta del Högaborgs, ese club donde había empezado donde era un juvenil. Aquel partido, quizás el menos importante a nivel competitivo de su carrera, fue uno de los mejores de su vida, pese a que solo disfrutara de un puñado de minutos y apenas tuviera situaciones con el balón. Porque aquel día, Henrik Larsson iba a compartir delantera con su hijo Jordan, que entonces solo tenía 15 años y que un día más tarde haría los 16. El regalo magnífico para ambos.

A Jordan Larsson siempre le acompañó la sombra de su padre. Es imposible que uno se aleje de ella, sobre todo compartiendo posición, y por encima de todas las cosas, si además el retoño acaba siendo mejor que la media y jugando de verdad. Y cuando uno tiene como lugar de nacimiento Rotterdam por el simple hecho de que su padre se pasó años vacunando las redes del país. ¿Quieres más presión? Pues su nombre viene, ni más ni menos, que por la fijación de su padre con Michael Jordan. Porque cuando a Jordan Larsson le dieron la alternativa en el Högaborgs, con 14 años, todo el panorama fútbol pensó que se trataba de un enchufismo por apellido. Algo similar sucedió cuando, con 16 años, fue llamado a filas para la Sub17, cuando con 18 debutó en la Sub21 o cuando, recién cumplidos los 16, dejaba la Cuarta División del fútbol sueco para unirse al Helsinborgs, el equipo donde su padre lo había sido todo en el país y donde meses después iba también a ser entrenador.

Poco importaba que su nómina de goles, para su edad, fuera algo más que interesante. Para todos aquellos que no habían perdido un solo segundo en ver al vástago jugar, pero sí se habían fijado en su apellido, el runrún existió. Jordan Larsson estaba ahí porque era el hijo del Rey de Reyes, como le bautizaron en Celtic Park. O eso creyeron. “Le estamos esperando. Le estamos viendo progresar y estamos deseosos de que llegue con nosotros”, admitió Ibrahimovic, cuando Larsson tenía solo 18 años, sobre su llegada a la absoluta. Más madera.

Quizás, a Jordan Larsson le pudo la presión. Quizás, al ariete le afectaron realmente las comparaciones. Posiblemente la precocidad con la que se hizo profesional le pasó factura. Porque tras dos años y medio en el Helsinborgs le llegó una oportunidad para crecer y para evadirse. El club perdió la categoría en noviembre de 2016, y la afición invadió el campo, hasta el punto de que varios hinchas lograron agredir al que era su delantero. Larsson tenía que salir. El NEC de Eredivisie se fijó en él, y allí llegó, con 20 años, después de tres como profesional y de cinco con experiencia competitiva en un equipo senior… Para volver a seguir los pasos de su padre, que en su día había probado las mieles del Feyenoord. En Holanda, Jordan colapsó. Jugó medio año bastante malo en un campeonato que precisamente se caracteriza por engrosar las cifras de los goleadores. ¿Y si realmente era solo producto de la estela de su padre?

Jordan Larsson, en un entrenamiento con la selección sueca.

El NEC perdió la categoría a final de temporada y Larsson se mantuvo en el equipo hasta enero, jugando medio año, pero sin destacar. Su fútbol había decaído en los últimos meses, así que en enero de 2018, tras un año entero en Holanda, volvió a Suecia, para unirse al Norrköping de Primera División, justo en el momento en el que llegó la llamada y el debut con la absoluta, quizás inexplicable por su hacer particular reciente. Tras un primer año como suplente y con cifras bastante pobres, su explosión definitiva llegó en el segundo curso, que arrancó en marzo de 2019. En poco más de tres meses (16 partidos) logró 11 goles. Acababa de cumplir los 22 años y estaba en una edad ideal para volver a dar un salto. Había madurado, había pasado por situaciones duras, había crecido y por fin se había quitado la sombra de su padre. Pero ahora necesitaba hacerlo de manera definitiva.

La sorpresa fue mayúscula cuando el equipo de destino fue el Spartak de Moscú y cuando la cifra de traspaso fue tan elevada. Cuatro millones de euros para un chico que no había sido capaz de brillar ni en la segunda división neerlandesa y ahora llegaba a un club con mucha historia necesitado de resultados para volver a la élite. Dos años después de su aterrizaje en Rusia, pandemia por medio incluida, Jordan Larsson es otro futbolista totalmente distinto e, incluso, decisivo. En este periodo ha engordado sus cifras goleadoras (26 goles y nueve asistencias) y se ha definido como jugador. Es fuerte, es rápido, puede jugar y correr por todo el frente de ataque. Es un jugador de mucha intensidad, acostumbrado a presionar al defensa rival aprovechando cualquier mínima concesión.

Hoy, Jordan Larsson tiene 23 años. Cumplirá 24 el mes próximo, y no lo hará en su casa, con los suyos, sino que tendrá que soplar las velas en Rusia, pero no por el campeonato de Liga, sino porque estará descansando del partido contra Suecia y preparando el envite contra Polonia. Jordan Larsson está en la lista definitiva de Suecia para la Eurocopa, su primer gran torneo importante, en el grupo que encuadra también a España. Allí coincidirá con Adama Traoré, con quien compartió un tiempo en La Masía en los dos años que Larsson estuvo allí, mientras su padre le daba una Champions League al equipo culé. Eso sí, en el combinado sueco no podrá jugar con Ibrahimovic, que le esperaba desde hace cinco años y con quien nunca ha podido coincidir en sus pocas convocatorias.

El hijo de Larsson, porque así será hasta que no supere el hacer de su padre (cosa bastante improbable porque eso está al alcance de muy pocos) parte como teórico suplente, por detrás del mito Berg, de Quaison y de Isak, pero es un delantero con características radicalmente opuestas a las de los otros tres, por lo que casi seguro dispondrá de minutos en un torneo en el que ya habrá varios equipos con el ojo puesto en él. “Siempre quise salir de la sombra de mi padre y decir que soy un buen futbolista y no solo hijo de Henrik Larsson. Quiero hacer mi propio nombre”, afirmó a su llegada a Rusia. El camino es duro, pero en ello está.

Imagen de cabecera: Imago

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