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Jerry Jones, el Florentino Pérez de la NFL

Sí, lo correcto sería decir que
Florentino Pérez es el Jerry Jones del fútbol, ya que este último lleva más
años metido en el mundo del deporte que el actual presidente del Real Madrid. En
cualquier caso estamos ante dos hombres con buen ojo para los negocios y otro
para el deporte. Eso sí, este ojo de ambos genera elogios y críticas a partes
iguales.

Jerral Wayne (Jerry para los
amigos) nació en Los Ángeles, pero cuando apenas tenía tres se mudó con su
familia a North Little Rock, Arkansas. En esta pequeña ciudad dio sus primeros
pasos académicos y futbolísticos. En 1964 fue campeón universitario con los Arkansas
Razorbacks siendo uno de los capitanes del equipo. Pocos propietarios (en la
NFL prácticamente ninguno) pueden presumir de éxitos como deportistas. Jerry
Jones es uno de ellos.

Tras graduarse en empresariales,
Jones comenzó a buscar oportunidades para amasar buenas cantidades de dinero.
Podía haberse conformado con trabajar en la compañía de seguros de su padre,
pero no. Él quería más. Intentó abrir restaurantes de la cadena Shakey’s Pizza en
el Estado de Misuri, aunque no lo consiguió. Y con sólo 25 años tenía la
intención de comprar un equipo de fútbol americano: los San Diego Chargers de
la American Football League.

Barron Hilton, el dueño de los
Chargers, pedía 5’8 millones de dólares por la franquicia. El joven Jerry tenía
el dinero gracias a un crédito y como se suele decir, sólo faltaba la firma.
Pero se metió por medio J.W. Jones, su padre. Literalmente, no le dejó comprar
los Chargers. No consideraba el football
un negocio rentable. Años después el conjunto de San Diego fue vendido por 11 kilos.
Así fue cómo Jerry Jones no pudo ganar 5’2 millones por culpa de su padre. El
bueno de J.W. les contaba siempre esa anécdota a sus nietos, pero a su hijo eso
no le hizo ninguna gracia. El propio Jones reconoció en un reportaje de la
revista Forbes en 2012 que esos dos fracasos le cambiaron la vida.

¿Se rindió Jerry a la hora de
perseguir sus sueños? En absoluto. Ni siquiera una ruinosa operación de compra
de terrenos le echó para atrás. En los años setenta dio con el negocio que le
haría multimillonario: la exploración de yacimientos de petróleo y gas en
Arkansas y Oklahoma. Gracias a esa inversión amasó el dinero suficiente para
volver a intentar adquirir un equipo de football.
Esta vez no era un equipo mediocre como los Chargers: Jerry se lanzó a por el
Equipo de América, los Dallas Cowboys.

El equipo texano era dos veces
campeón de la Super Bowl, pero a finales de los años ochenta era un desastre
deportivo y económico, con pérdidas cercanas a un millón de dólares al mes.
Así, el 25 de febrero de 1989, Jerry Jones compró los Dallas Cowboys por unos
140 millones de dólares. Nunca se había pagado tanto por un equipo en los
Estados Unidos.

Jones no entró con muy buen pie en
Dallas. Su primera decisión fue despedir al legendario Tom Landry, el único
entrenador que habían tenido los Cowboys en toda su historia. En su lugar
contrató a Jimmy Johnson, un excompañero en la Universidad de Arkansas y
campeón nacional el año anterior dirigiendo a los Hurricanes de la Universidad
de Miami. Además, se puso personalmente al mando de todas las operaciones del
equipo. Propietario, presidente y general manager. Todo en uno.

La temporada previa a la llegada de
Jerry Jones los Cowboys firmaron un lamentable 3-13, el peor de la liga. Eso
les permitió elegir los primeros en el Draft del 89. Un pick 1 que invirtieron
en Troy Aikman, el QB que lideraría al equipo durante doce campañas. Pero el
primer año del proyecto de Jimmy Johnson se saldó con el peor registro de la
historia del equipo: 1-15. Y esta vez no contaban con el número uno porque renunciaron
a él en Draft suplementario de 1989. Siendo el equipo con menos picks de aquel
Draft, la noche del 22 de abril de 1990 supuso el punto de inflexión en la
historia reciente de la franquicia.

Con el decimoséptimo pick del Draft
de la NFL de 1990, los Dallas Cowboys eligieron a Emmitt Smith. Uno de los
mejores running backs de todos los tiempos. Con él los texanos completaron el
Big Three ofensivo que les convirtió en el equipo dominador de la liga en los
años noventa: Aikman (QB), Smith (RB) y Michael Irvin (WR). Una década que se
saldó con tres Super Bowls. La última de las tres no fue con Johnson en la
banda, si no con otro excompañero de Jerry Jones en los Razorbacks: Barry
Switzer.

El idilio entre Jones y Johnson
llegó a su fin en 1993, tras la victoria en la Super Bowl XXVIII. A J.J. no le
gustaba que Jerry quisiera entrometerse cada vez más en labores que no eran las
suyas. Y es que las principales objeciones al trabajo del señor Jones en todo
este tiempo al frente de los Cowboys han ido siempre por ahí: quiere ser dueño,
manager y entrenador al mismo tiempo. Lo mismo que se le achaca a Florentino
Pérez muchas veces, sobre todo cuando los resultados en el césped no acompañan.
Actuar de forma caprichosa prevaleciendo el criterio personal, haciendo caso
omiso a ojeadores y cuerpo técnico. En ese sentido Jones y Pérez son muy
parecidos.

Al Jerry Jones propietario sí que
no se le puede poner ni un pero. A lo largo de estos años los Dallas Cowboys
han pasado de tener pérdidas millonarias a estar valorados, según la revista
Forbes, en unos 4000 millones de dólares actualmente, el equipo más valioso del
planeta. Estar en Texas (el Estado más pasional con el fútbol americano) más el
ojo de Jones para atraer patrocinadores y sobre todo, mejores acuerdos con las
televisiones ha llevado a los Cowboys a estar donde están en términos
económicos.

Nada refleja mejor lo que son los
Dallas Cowboys que el AT&T Stadium, un recinto de 1300 millones de coste
(pagados en su mayoría con fondos públicos). Una maravilla arquitectónica en el
que ha habido de todo: desde el All-Star Game de la NBA hasta WrestleManias,
pasando por megaconciertos de Metallica, Coldplay, Beyoncé, U2… todo tipo de
farándula. Jerry World (así se le
conoce al estadio de los Cowboys) es la culminación del sueño del propietario
de los Cowboys de construir una Meca del entretenimiento. La verdad que lo ha
conseguido con creces.

Jerry
Jones, un tipo peculiar sin el que no se puede entender la historia reciente de
los Dallas Cowboys. Capaz de jugarse a cara o cruz pagar de más por la compra
del equipo y de arrodillarse con sus jugadores en los prolegómenos del himno
nacional para luego amenazarles con despedirles si repiten ese gesto. El
responsable directo tanto de que sean la marca deportiva más valiosa como de que
lleven sin ganar una Super Bowl desde 1995. Y eso es demasiado tiempo para el
Equipo de América.

Periodismo UCM. NBA en @SpheraSports y Sporting en La Voz de Asturias (@sporting1905).

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