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Historias de la Liga (jornada 10)

El tercero. El Villarreal no tiene suerte en su portería. Sergio Asenjo se lesionó por segunda vez de gravedad en el conjunto amarillo justo cuando tenía a tiro el Zamora y era convocado en la Selección. Andrés Fernández le sustituyó de forma inmejorable, con actuaciones que llevaron al Submarino de nuevo a Europa. Empezó la temporada y el club amarillo volvió a confiar en él, pero en la segunda jornada de Liga se rompió el ligamento en Anoeta.

El mercado de fichajes ya se había cerrado, pero una lesión de larga duración daba derecho a contratar a otro portero. El Villarreal lo desestimó. Confió en Mariano Barbosa, un guardameta que apenas había contado para Escribá (la pasada temporada solo jugó los 180 minutos de dieciseisavos de Copa del Rey) y que no contaba con regularidad desde la 2013-2014, cuando fue el capitán de una Unión Deportiva Las Palmas que se quedó a las puertas de ascender a Primera.

De eso habían pasado tres años, pero hacía ya una década que se había marchado del Villarreal, allá a finales de 2007. Llegó de Banfield, fue su primer equipo en España y el que confió en él (y en Viera) para asegurar la portería en su primera participación en Champions League. Fue el primer portero que disputó un partido de Champions en la historia del Villarreal, en la previa ante el Everton, siendo clave con dos grandes paradas en la vuelta celebrada en El Madrigal.

En el recuerdo quedan los dos partidos de fase de grupos en los que dejó su portería a cero (0-1 en el Estadio Da Luz y 0-0 en Od Trafford) cuando apenas contaba con experiencia. 12 años después, Barbosa ha vuelto a lucirse en un estadio de altura, en el Wanda Metropolitano, firmando una actuación que mantuvo vivo al equipo de Calleja hasta que consiguió el empate. No empezó bien, pero cada partido que suma bajo palos le hace ganar en confianza. El Villarreal tiene mala suerte con las lesiones de sus guardametas, pero todos, cuando se les necesita, cumplen. Aunque sea el tercer portero.

Confiar en ti. Decía Pepe Mel cuando fue destituido, con su Dépor todavía fuera de puestos de descenso, que sentía envidia por lo que pasaba en Málaga, colista con un solo punto en nueve jornadas pero con Míchel todavía en el banquillo. Era el peor inicio liguero de la historia del club, pero en La Rosaleda ni siquiera hizo falta ratificarle. «Lo prefiero, es la antesala del despido», declaraba el entrenador madrileño poco antes del encuentro ante el Celta.

Aquel día, el estadio malacitano rugió más que nunca en busca de un triunfo que se resistía. Lo lucharon sus jugadores, que creen en el míster que convirtió un equipo desquebrajado en una de las revelaciones de la segunda vuelta (ganó seis de los últimos ocho partidos). El Celta, mejor hombre por hombre, pudo empatar el tanto inicial de Adrián (el hijo de Míchel) e incluso tuvo la victoria en el horizonte, pero Cabral cometió penalti y Recio, que pidió el balón, no falló desde los once metros. Lo celebró La Rosaleda como si de una Champions se tratara. El desahogo era evidente.

 

 

«Creemos en el míster. Tenemos confianza, sabemos que está capacitado para sacar esta situación delicada, distinta a la que vivimos con él el año pasado. Este año toca saber sufrir, es importante saber que va a ser una temporada larga y dura. Tenemos que ser conscientes de ello y pasito a pasito hay que ir sacando la cabeza y que vean que el Málaga está muy vivo», declara el héroe del Málaga en una entrevista en El Desmarque. Manolo Márquez, Fran Escribá, Zubeldía, Pepe Mel… Todos quieren ser Míchel. Porque sí, los resultados lo son todo, pero da gusto que confíen en ti.

Pena máxima. Hasta cinco se pitaron en esta jornada, la que más en lo que llevamos de temporada, y todos acabaron en gol. Hablábamos del que anotó Recio para darle la victoria al Málaga (fuerte, al lado contrario de donde se tiró Rubén Blanco). El primero se vio en Mendizorroza, con Rodrigo colocando el 1-2 anotando por el centro ante Fernando Pacheco. En esa dirección, pero con un toque más técnico, puso el empate a uno Szymanowski en el Sánchez Pizjuán, aunque poco le sirvió a un Leganés que acabaría perdiendo.

 

Sí resultó decisivo el que anotó Jorge Molina al borde del descuento en el Getafe-Real Sociedad. Lo tiró arriba, a la derecha de Rulli, para lograr la primera victoria azulona desde el 4-0 ante el Villarreal. El último lo vimos en Gran Canaria, con Lucas Pérez como lanzador, colocando el balón ajustado al palo y sin opción para Lizoaín. Era el 1-3 que sentenciaba el partido y con ello la primera victoria de Cristóbal Parralo.

 

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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