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Fútbol Internacional

Guardiola, la expansión de una filosofía a la sombra del éxito

La década de los 90 y Cruyff marcaron un punto de inflexión en la historia y en el devenir próximo del fútbol. El técnico holandés, influenciado por su glorioso pasado como futbolista, supo plasmar sobre el verde una idea, un nueva concepción que no dejó indiferente a nadie y que tuvo como resultado aquel magnífico ‘Dream Team’. Para ello contó con la ayuda inestimable de un hombre, su alumno más aventajado: Pep Guardiola.

Tal calado tuvieron los postulados de Johan Cruyff en la figura de Pep, que el de Santpedor decidió convertirse en el referente continuista de este legado, también desde un banquillo. De nuevo, Barcelona y el Barça fueron testigos de lujo de semejante obra. La posesión, el colocarse en función de la posición de la pelota y no al contrario, la asfixiante presión tras perdida, la constante movilidad de los hombres de arriba, laterales bien profundos, una defensa sólida, etc., fueron las señas de identidad de una filosofía que se vio mejorada y que sitúo al club culé en lo más alto, otra vez. El éxito fue doble, se implantó un estilo de juego que maravilló al mundo, y además vino acompañado de la mano de una cantidad ingente de títulos. Un proceso sublime que tuvo como colofón un producto enorme.

 

Guardiola decidió seguir con su misión. Abandonó su casa y puso rumbo a Alemania, donde le esperaba un Bayern de Múnich que acababa de conquistar, nada más y nada menos, que el famoso ‘Triplete’. El cuadro bávaro dominaba en Europa, y el entrenador catalán quería prolongar ese dominio pero con un ligero matiz. Pep, aunque con dificultades, formó un Bayern a su imagen y semejanza. Un equipo que huyó de su esencia puramente alemana, abandonando ese fútbol tosco, aguerrido y físico, para pasar a otro mucho más vistoso y técnico. Sin embargo, la supremacía en el viejo continente se esfumó. A pesar de ganar tres Bundesligas jugando un fútbol brillante, el sentimiento de fracaso por parte de muchos en torno a Guardiola se hacía patente. Sí, el Bayern ofreció una cara jamás vista, impensable hasta entonces, pero no volvió a conquistar la Champions.

 

Ahora, se abre un nuevo reto más que ambicioso en las aspiraciones de Pep Guardiola: implantar su doctrina en la Premier. Puede que en el Manchester City, al contrario que en Múnich, solo baste con ganar la liga jugando bien, jugando como él quiere. O no, quizás se le exija en un futuro no muy lejano el levantar una Copa de Europa para no estrellarse.

Pep Guardiola, empeñado en cambiar allá por donde pasa la cultura y mentalidad futbolísticas del lugar, sabe que necesita de grandes éxitos deportivos como ocurrió en sus inicios en el Barcelona para que el día de mañana seamos capaces de valorar plenamente su labor. Si en ese gran producto final en un deporte en el que impera la ley del resultado, importará muy poco como haya sido el proceso, por muy excelso que haya sido el mismo.

Detrás de cada gol, de cada pase, de cada regate y parada, siempre hay una historia que contar.

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