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“Grazie, leggenda”

Ver su marcha hiere, hiere mucho. Ataca el corazón de cualquier aficionado al fútbol que ve, en Francesco Totti, el amor a unos colores, a su Roma natal. El one-club-man por excelencia dice adiós. Un adiós emotivo, cargado de sentimientos, y que deja a un equipo sin su mayor pilar, sin su referencia, sin su diez.

“Il Capitano”, sinónimo de compromiso, decide abandonar lo que ha sido su vida de la mejor manera posible. Quince años defendiendo un mismo escudo. Quince años cargados de triunfos, de sacrificio, y de una ciudad entera que se rinde a tus pies. En Roma, Francesco Totti es más que un jugador de fútbol: es, parafraseando al gran cineasta José Luis Garci, un estado de ánimo.

La Loba Capitolina está triste, el tercer bebé amamantado se va. Y lo hace con más de setecientos partidos a sus espaldas, aderezados con trescientos siete goles. Se dice rápido. El fútbol le debe mucho al italiano. Lo reinventó, puso su vida al servicio de este fantástico deporte y ahora, a sus cuarenta años, decide que ya es suficiente.

El legado de Totti será eterno, qué duda cabe. Los niños, independientemente de sus colores, suspiran por alcanzar la repercusión que Francesco tiene. Incluso su eterno rival, la S.S. Lazio, desplegó una emotiva pancarta en su último encuentro frente al Inter que decía: “Los enemigos de toda una vida saludan a Francesco Totti”.

Ese hecho que puede parecer anecdótico, nos permite hacernos una idea de lo que el diez significaba para el país.

Con la azzurra, no se queda atrás. Cincuenta y ocho apariciones y nueve tantos, le han convertido en un ídolo a nivel nacional.

Los futbolistas actuales tienen mucho que aprender de trabajadores como Totti. Recibió la tentación de los grandes clubes internacionales, y no cedió. El amor por su ciudad era mayor que cualquier cifra que le pudieran ofrecer. Defendió su escudo siempre con honor, sin dejar que fuese pisado. Lo hizo por última vez este domingo frente al Genoa, en un estadio Olímpico que estuvo lleno para homenajear a semejante leyenda viva.

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El chico que recorría las calles de su ciudad con un balón pegado al pie se ha hecho hombre, consiguiendo que el mundo del fútbol hable de él.

Este deporte le debe mucho a Francesco, a su sacrificio y a su forma de entender el juego.

 

Hasta siempre, Capitano.

Gijón, 1997. Estudiante de Derecho en la Universidad de Oviedo. Fútbol de transistor, de aficionado a aficionado.

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