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Copa del Rey

Ese tren llamado 'Victoria'

Con 42 años ya tienes una edad suficiente y unos cuantos tiros pegados para saber que en esta vida hay tres cosas que no salen rentables: idealizar a las personas, la distopía en que acaba derivando el amor romántico y ser antimadridista. Más que nada porque la realidad es bien tozuda, una locomotora lanzada que más pronto que tarde acaba llegando a la estación de los hechos.

El Real Madrid afronta este sábado la final de la Copa del Rey desde el confort y la tranquilidad de ese vagón de preferente que le da su escudo, su historia y su innegable fortaleza empírica en las grandes noches. Los merengues vuelven a una final por primera vez desde el 16 de abril de 2014, cuando Gareth Bale hizo descarrilar a Marc Bartra en la banda del estadio de Mestalla. Demasiado tiempo sin catar gloria copera piensan en Concha Espina.

Osasuna no lo pondrá fácil, y es que los navarros saben como nadie que hay trenes que solo pasan una vez, con suerte dos. En 2005 ya perdió uno en el Vicente Calderón ante el Real Betis. 18 años más tarde ese tren vuelve a pasar, esta vez por La Cartuja, y eso es una oportunidad que rara vez se presenta.

Carlo Ancelotti -chicle en boca, mano izquierda en cintura y ceja levantada- es el ilustre revisor del convoy blanco. Pinta canas suficientes para saber que el fútbol son momentos y estados de ánimo. El Real Madrid viene de sestear obscenamente en Girona y San Sebastián, sabedor que la gloria bien precisa de asuetos escogidos y desconexiones quirúrgicas. Lo sabe ‘Don Carlo’, los saben los jugadores y lo sabe el madridismo. Da igual del equipo que seas, al Real Madrid en una final se le respeta y siempre tendrá la etiqueta de favorito. Es de justicia y se lo ha ganado.

El gran Xavier Marcet escribía en una de sus excepcionales columnas de La Vanguardia: “una organización que se precie necesita gente con aspiraciones. Gente con voluntad de responsabilidad, con voluntad de liderar. Liderar es servir, no servirse”.

Si el Real Madrid es grande, no es tanto ni por su historia ni por su palmarés, ambos sin parangón en el fútbol continental. La grandeza de ‘La Casa Blanca’ viene dada esencialmente porque siempre tiene gente dispuesta a liderar dentro y fuera del tapete. Cuatro tótems como Luka Modric, Toni Kroos, Karim Benzema o el mismo Carlo Ancelotti son buena prueba de ello. Ese liderazgo, además, siempre está al servicio de una causa más loable: el interés del grupo en beneficio de la entidad. En otros clubes, no diremos nombres para no herir sensibilidades, el egocentrismo y los personalismos dan constante jaque al escudo. No es este el caso del Real Madrid. No hay persona más importante que el club. Se fueron Cristiano Ronaldo y Sergio Ramos, y algunos pensaron que era el fin del Real Madrid campeón de Europa. Hoy, la que fuera gran estrella lusa está en Arabia Saudí con destellos que se apagan, Ramos es obviado por el seleccionador nacional y el Real Madrid solo piensa en seguir ganando desde el piloto automático que le confiere su condición. Ese y no otro es el leitmotiv real de esa institución: ganar sin importar con quién.

Los futbolistas sirven, lideran, compiten, ganan y se van. La entidad siempre avanza; inalterable y perenne, esperando pacientemente en el andén de la exigencia al próximo tren. Ese tren llamado ‘Victoria’ con destino a la estación del éxito. Así se escribe la historia.





Artículo patrocinado por RENFE
Foto de cabecera: Getty Images




Papá de Miranda. Orgulloso hijo de gallego y asturiana. Dejé 13 años como abogado por fundar y dirigir Sphera Sports, con lo que ello supone. Asumo las consecuencias. Hice 'mili' en Pisa y en Bristol. Me gustan las orcas, los países escandinavos y un gol en el 90'.

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