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El renacer de Jack Wilshere

Jack Wilshere es una montaña rusa. Con sus subidas y bajadas. Con sus asistencias y lesiones. El mundo del fútbol le ha deparado las dos caras de la moneda. La fama y el estrellato después de un inicio absolutamente espectacular en el Arsenal. Y el ostracismo prolongado debido a sus constantes bajas indefinidas. Él sí que sabe lo que es sufrir.

Sin embargo, no es un caso excepcional ni mucho menos. A muchos jugadores les ocurre lo mismo. Llegan al primero equipo con ganas de comerse al mundo, lo hacen, pero luego caen en el olvido del aficionado a este deporte. Vadillo, por ejemplo. O el propio Canales. ¿Quién no se había generado expectación cuando vio por primera vez al cántabro? El fútbol se ha cebado con ellos. Y muy pocos han sabido devolver el golpe.

Wilshere ha sido uno de ellos. Con 16 años llegó a ser el debutante más precoz de la historia del Arsenal. Y a los 18 ya se convirtió en titular indiscutible. Su temporada 2010/2011 fue alucinante. Fábregas, Song, y él, dominaron el centro del campo gunner en una campaña que estuvo marcada por la lesión de otra promesa londinense por aquel entonces, y que hoy es una realidad como la copa de un pino, Aaron Ramsey.

No obstante, poco iba a importar ya. En el Emirates estaban de enhorabuena. Wilshere crecía a pasos agigantados, y su progresión lo colocaba como la mayor promesa del fútbol inglés de largo. El partido de ida de la eliminatoria de octavos de final de la Champions contra el Barcelona sirvió para reafirmarlo. Estuvo inmenso. Robando, asistiendo, regateando. Era el típico mediocentro ‘box to box’ clásico inglés, pero con rasgos del estilo de toque del centrocampista español. Una auténtica maravilla con menos de 19 años.

En Inglaterra ya se frotaban las manos, pero nada más lejos de la realidad. Una fractura de tobillo que lo mantuvo fuera de combate durante 500 días, aproximadamente, se convirtió en el inicio de una plaga de lesiones que parecía no tener fin. El nuevo Diaby decían algunos. Han sido cinco años, cinco largos años, llenos de ilusiones perdidas, sesiones de gimnasio, dolores de cabeza, y pérdida de confianza. Pocos, muy pocos aún mantenían la esperanza de que el bueno de Jackie volviese a disputar, aunque sea, cuatro partidos consecutivos.

Y es por ello que el fútbol le tenía una guardada al deportista británico. Durante el ‘Deadline Day’ de Inglaterra (último día de traspasos), se marchó cedido al Bournemouth de Eddie Howe. Uno de los mejores movimientos de este verano en la Premier, y qué poca repercusión tuvo. Junto a Harry Arter y Andrew Surman o Dan Gosling, el todavía jugador del Arsenal ha vuelto a relucir cual árbol en primavera. Curioso que apenas estemos en invierno. En la posición de media punta, acompañado en las bandas por Joshua King y Junior Stanislas, y abasteciendo de balones a Callum Wilson, Wilshere ha vuelto por sus fueros para redimirse y para callar las bocas de todos aquellos que lo catalogaban como flor de un día. 13 partidos como titular, dos de suplente, y una asistencia. Puede que sus números no sean los más notables, pero Iniesta el año pasado solo anotó un gol, así que las estadísticas no son más que un simple escaparate. No se puede juzgar por un ingenuo número.

Solo me queda por decir que el mayor prodigio del fútbol inglés ha vuelto. Con sus virtudes y defectos. Con sus actuaciones dentro y fuera del campo. Jackie es un jugador diferente, y siempre lo será. Le pese, a quien le pese.

Deportes en general, fútbol en particular. A veces escribo, a veces no. Me dejan hacerlo en @SpheraSports y @RealMadridVAVEL // @InglaterraVAVEL

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