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El Barça pierde, no emociona y genera preocupación

Fermín SUÁREZ – Llegada delicada de Martino al Barça por cómo se producía el cambio de timón. Pretemporada errática. Equipo con necesidad de cambios estructurales para seguir reinterpretando la filosofía Barça a propósito de competir contra los grandes. Una cierta decadencia de los bastiones del equipo propiciada por la edad. Casa empezada por el tejado (antes goles y resultados, que hoja de ruta y juego). Carencias maquilladas por goleadas. Rotaciones radicales que cambian el sentido del juego. Ausencia prolongada de Messi. Affaire Neymar. Querella. Inestabilidad institucional. Análisis judiciales en vez de deportivos. Dimisión de Rosell. Irrupción de Bartomeu. Bajón considerable en las asistencias al campo. Atlético y Madrid no aflojan. City en el horizonte.

Con esta foto de lo que ha sido hasta ahora la temporada 2013-14, las derrotas (y cómo se producen) se pueden llegar a entender mejor. Lo más preocupante es cómo se producen y las sensaciones grisáceas que han evocado algunas victorias. Al final, la derrota es sólo la diminuta punta del iceberg porque el Barça sólo ha perdido tres de 36 partidos (y uno fue en San Mamés, santuario acorazado). Lo que genera incertidumbre es el rumbo de un equipo que, cada vez, imanta menos y plastifica más el amor. Las carencias del Barça a lo largo de la temporada suponen la gran masa de hielo que permanece sumergida, aparentemente imperceptible, pero que puede llegar a producir la zozobra.


Messi necesitó de un penalti para volver a anotar en Liga | Getty Images

Ante el Valencia, afloraron muchos déficits que fueron aprovechados ladinamente y con contundencia extrema por parte del equipo de Pizzi. Una contundencia poco habitual en un equipo desgajado cuyo baluarte en defensa, Ricardo Costa, estuvo a punto de marcharse empaquetado a Turquía horas antes del envite. Aun así, los goles del Valencia son auténticas cajas negras que sirven para descifrar los errores cometidos (y ya repetidos con asiduidad).

Primer gol de Parejo: falta de contundencia defensiva, ausencia de ayudas a Busquets en el repliegue defensivo, error en el achique de las segundas jugadas y laterales demasiado descolgados. Desde pequeño, mis diferentes entrenadores siempre me inculcaron que los dos laterales no podían proyectarse a la vez, que eso propiciaría una fractura en el equilibrio defensivo. Además, en equipos como el Barça que incorporan a tantos efectivos en ataque, las apariciones sistemáticas de los laterales no son tan necesarias. Piatti y Feghouli destrozaron y desnudaron por las orillas, con ayuda de Bernat y Barragán, respectivamente. No quiero pensar qué sucederá con Navas, Silva, Clichy y Zabaleta.

Segundo gol de Piatti: doble fallo de actitud, concentración, tensión y voracidad, tanto de Piqué en primera instancia como de Alves en segunda. Ambos no atacan el balón y son superados por Alcácer y el diminuto Piatti (1,63m), que hizo valer su astucia para ganarle la posición al brasileño. Esta falta de implicación defensiva no es nueva. El Barça ha encajado nueve goles del total de 25 a balón parado, donde realmente se pone a prueba la capacidad de concentración y tensión de un colectivo. Porque despejar un balón y no dejarte superar por tu marca es una cuestión de actitud y fe (también de centímetros, lógicamente). Y Busquets, inconmensurable en el resto de facetas del juego, encarna el pecado de este Barça en estrategia: debilidad y poca contundencia en los marcajes. Si os fijáis, nunca acaba las jugadas de córner emparejado con su marca, que siempre le termina ganando la posición (Lisandro López, Ricardo Costa…).


Xavi Hernández fue sustituido tras un partido con pocas luces | Getty Images

Tercer gol de Alcácer: Feghouli recibe sólo en el vértice del área tras un saque de banda, se zafa de cuatro hombres que le presionan con la mirada y su centro acaba remachado de primeras por el joven delantero. En resumen, si la identidad ofensiva que quiere transferir Martino al equipo es incorporar a tantos jugadores, debe también transmitir a los pocos efectivos defensivos que han de ser intensísimos. Y que, encima, el repliegue ha de ser inmediato, acompañado principalmente por extremos y volantes. Pero eso no sucede.

Además, la notable primera mitad, contrastada con la descabezada segunda, arrojó nuevas reflexiones de vicios antiguos: el equipo no anestesia los partidos. No los gobierna. No los cierra. No ataca con continuidad. No empequeñece y “pisa” a los rivales porque la mayoría ya se desvanecen solos en el Camp Nou (Levante, Real Sociedad, Málaga, Ajax, Celtic, Valladolid, Granada, Elche). El Barça ha anotado 98 goles en 36 partidos, pero sorprende que ante los rivales más fuertes apenas haya metido goles: Madrid (2), Atlético (uno en tres partidos), Athletic (0).

Martino intervino en la segunda mitad. Hizo los cambios antes y retrasó la posición de Messi para dar entrada a un atacante más como Tello. Algo es algo. Pero el equipo necesitó una hoja de ruta más definida para meterse dentro del partido (y eso que el árbitro les sirvió en bandeja de plata esa posibilidad con un penalti inexistente). Parece que los jugadores no saben qué hacer en situaciones de necesidad. Se encomiendan a Messi, como faro de creatividad, pero es humano y puede no estar acertado o en óptimas condiciones. Les puede la ansiedad, la falta de liderazgo y no encuentran a tiempo la llave para cerrar los partidos. Es un Barça que no emociona.

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Valencia, 1989. Productor Audiovisual. Cultura y fútbol Brit como forma de vida. Intento ir más allá de lo que veo. Tengo mucho que aprender, y es maravilloso.

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