Síguenos de cerca

Otros

Días de vino y rosas

La primera imagen que vieron mis ojos al despertar el domingo, fue la generosa nevada que engalanó los cielos de Madrid, vistiendo sus tejados y calles de un blanco tan puro como inesperado en la ciudad de los mil desengaños. Por un momento, y creyéndome bajo el influjo de Morfeo, creí haber sido trasladado de Vallecas, mi ubicación natal, a la fría e insípida Mineápolis.

La ciudad más reconocida y tupida de Minnesota llevaba toda la temporada ansiando que llegara este día, el día en el que se convirtieron en el centro neurálgico del deporte mundial. El estadio de los Minnesota Vikings, el faraónico US Bank Stadium, ha sido testigo de una de las Super Bowl (edición LII) más alocadas y emotivas que se recuerdan en muchos años en la NFL.

Ganaron los Eagles, cerrando así una herida que llevaba sangrando durante generaciones, saldando una deuda que el football tenía con Filadelfia. Pero no ganaron de cualquier manera, no. Ganaron tras ejecutar un plan maestro que había diseñado a la perfección el hombre más valiente que ayer pisó Mineápolis: Doug Pederson.

El head coach de los Eagles fue osado en cada uno de los sesenta minutos que duró la batalla, sin arrugarse un solo segundo ni retrocediendo un milímetro de su idea original, a pesar de tener enfrente, posiblemente, a la mente más brillante que ha dado el fútbol americano en su larga trayectoria, Bill Belichick. 

Tener sobre los hombros la responsabilidad de todo un estado no es algo fácil de llevar, más si cabe cuando, además, tienes las esperanzas de la legión de seguidores anti-Patriots, cuyo único objetivo es animar (y muy legítimamente) a todo conjunto que le dispute el anillo a la dinastía más longeva que ha conocido la NFL.

Fue un choque marcado por la simbiosis entre buenas jugadas y errores de bulto en las defensas. La idea de ambos fue, desde el primer momento, no conceder una yarda con facilidad, pero cualquier atisbo de fallo se pagó muy caro. Total, que el plan de partido atrás se fue desbaratando cuando tipos como Amendola y Burkhead  agarraban pases de más de 40 yardas o cuando había carreras de varias decenas de yardas aderezadas por malos placajes.

Entre tanto desajuste, los Eagles reinaban gracias al buen hacer de un Foles que este verano se va a llevar un pastizal importante. Ascendido de alférez a capitán general, el quarterback texano no tembló para solventar a la perfección varios terceros downs. Empujado por la situación, Pederson se permitió intentar una conversión de dos tras el segundo touchdown que no llegó a buen puerto.

Pero, como la suerte nunca abandona del todo a los campeones, una intercepción resucitó a los Patriots al borde del descanso (12-22). Ajustó Bill en vestuarios, pero el choque tenía vida propia y no iba por los derroteros del orden y la táctica precisamente. Inmersos en una guerra de guerrillas, los Patriots ejecutaron un nuevo touchdown que fue respondido con una rapidez casi insolente por los Eagles.

Despertó Brady, que conectó al fin con Gronkowski tras todo un partido de desconexión. A ese esfuerzo añadieron una gran defensa que obligó a los Eagles a convertir un field goal para salvar la papeleta (26-32). Inmersos ya en esos minutos tan propicios para los Patriots, Gronkowski anotaba de nuevo para poner por delante al campeón.

La historia parecía condenada a repetirse, pero entonces Pederson dejó su legado escrito con letras de oro en los anales de la NFL. Con 5:41 por disputarse, estaban los Eagles intentando estirar el chicle lo máximo posible para dejar a Brady poco margen de maniobra. Pero se encontraron en situación de 4th&1. A diferencia de cómo afrontaron esta situación los Jaguars en la final de Conferencia, los Eagles salieron adelante siendo valientes, siguiendo las enseñanzas de su entrenador.

Foles cerraba la mejor noche de su vida con otro pase de fantasía a Ertz, que anotaba y dejaba el partido en manos de Brady. Tom, siempre el guapo y simpático Tom. El cuarentón, la envidia de cualquier madre. 

Con dos minutos en el reloj y en situación de segunda y dos, Graham daba caza a Brady, forzando un fumble que cambiaba el partido de forma definitiva. En posición de field goal, los Eagles sentenciaron de una vez por todas la Super Bowl, haciendo realidad el sueño de tantos y tantos padres e hijos.

Filadelfia se convertía así en el centro del imperio, destronando a la tiranía más hambrienta del deporte profesional. Pederson y Foles. Foles y Pederson. Dos hombres puestos por el destino la noche del 4 de febrero en Mineápolis para hacer historia, para tumbar a los Patriots, para tocar el cielo y hacer campeón, al fin, a los Eagles de la NFL.

No fue un final al estilo del Episodio IV, ni tan siquiera de Rocky II, no. El desenlace de la Super Bowl LII fue la consecuencia lógica de un equipo con las ideas claras, de un plan diseñado y ejecutado a la perfección y de una valentía más propia de otra década en la NFL. Los buenos siempre ganan, porque los campeones siempre merecen ganar. Que no os cuenten milongas. Fly Eagles Fly!

Periodismo. Hablo de baloncesto casi todo el tiempo. He visto jugar a Stockton, Navarro y LeBron, poco más le puedo pedir a la vida. Balonmano, fútbol, boxeo y ajedrez completan mi existencia.

Comparte la notícia

Comentar la noticia

You must be logged in to post a comment Login

Leave a Reply

No te lo pierdas

Más sobre Otros